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sábado 23 de junio de 2001
El 15 y 16 de junio se realizó en la ciudad de
Gotemburgo, Suecia, la reunión de jefes de Estado y de gobierno de los países
de la Unión Europea.
Los daños ocasionados por los actos de vandalismo de
quienes se oponían a la reunión fueron calculados en US$9 millones, de acuerdo
con la Asociación de Comerciantes. “Los manifestantes la emprendieron contra
los hoteles de las delegaciones, los ‘símbolos capitalistas’ –bancos y
establecimientos de comida rápida–, así como contra los restaurantes y bares
que encontraron en su camino, rompiendo vitrinas, quemando el mobiliario de las
terrazas y destruyendo vehículos”, dijo AFP.
Estas protestas han sido recurrentes en los últimos
cinco años. El 29 de noviembre de 1999, se convocó en Seattle a la reunión
ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El gran número de
manifestantes y la amplia representación, combinados con el uso de métodos
sofisticados y de tecnología condujeron a que la conferencia fuera saboteada.
Con ocasión de la reunión de los países del G8, el
18 de junio de 1999, en la ciudad de Colonia, Alemania, surgieron,
paralelamente en Londres, unos grupos de protesta, los llamados “J18”. Se
estima que fueron unos 2.000 manifestantes. El saldo de los disturbios fue de
42 personas heridas y daños materiales que causaron pérdidas calculadas en 1
millón de libras esterlinas.
Las ciudades de Norteamérica y Europa se vieron
involucradas en estas protestas y en la mayoría de los casos, los distritos
financieros fueron atacados. Pero las protestas no se limitaron a los gritos de
los manifestantes en las calles. Según el documento “Antiglobalización, un
fenómeno que se expande”, elaborado por las autoridades canadienses, como
preparación de la Cumbre de las Américas que se realizaría en Quebec en abril
de 2001, por lo menos 20 compañías fueron atacadas durante cinco horas por
10.000 hackers.
Los movimientos antiglobalización se han convertido
en motivo de preocupación para los países, las entidades multilaterales y los
organismos internacionales.
La globalización ha implicado un cambio tan
significativo dentro de la organización de las relaciones comerciales y
financieras entre los países que ha tomado por sorpresa a más de uno y por la
misma razón ha dado lugar al surgimiento de grupos que representan una amplia
variedad de intereses que se oponen, y cada vez con más fuerza, al curso de la
globalización.
Sus posiciones han llegado a extremos radicales e
incluso se han expresado con actos tan violentos que cada vez es más evidente
que en los sitios en donde se realizan este tipo de eventos es necesario
diseñar medidas especiales de prevención y seguridad para proteger la ciudad y
sus habitantes, así como la vida de los asistentes a estos eventos.
Paradójicamente, uno de los principales elementos en
la organización de los grupos antiglobalización es internet, quizás el mayor
símbolo de la globalización. De acuerdo con el documento citado, internet fue
el medio mediante por el cual fue posible crear y organizar el J18, y
continuará desempeñando un papel muy importante en el éxito o fracaso de las
protestas y manifestaciones de estos grupos. “Los grupos utilizan la red para
identificar y publicitar sus objetivos, solicitar e incentivar el apoyo,
organizar y comunicar la información y las instrucciones, reclutar y conseguir
fondos”.
En julio está programada, en Génova, Italia, la reunión
del G-8 y es claro que los acontecimientos ocurridos en Gotemburgo han hecho
que se pase de pensar en medidas solamente preventivas y se esté mirando con
“horror” la celebración de este tipo de cumbres.
Esta semana, el diario El País, de Madrid, relata
que el primer ministro Silvio “Berlusconi ofreció dialogar con los sectores
antiglobalización en vísperas de la reunión del G-8, al tiempo que el gobierno
italiano prepara un ‘ejército’ de 18.000 policías, para hacer frente a 100.000
manifestantes”.
En este artículo de El País, se señala: “Falta
apenas un mes para que los grandes líderes del planeta, con el presidente
americano George W. Bush a la cabeza, aterricen en Génova. Sin embargo, nadie
sabe, a estas alturas, dónde se alojarán unos y otros, por la sencilla razón de
que la sede misma de la cumbre sigue en el aire.
La idea inicial de hospedar la cumbre en el viejo
Palacio Ducal, en pleno centro histórico, ha dejado paso a otras alternativas,
por ejemplo, desplazarla a la Estación Marítima, más salvaguardada.
Se baraja, incluso, la posibilidad de alojar a todos
los presidentes y sus respectivas delegaciones en una gigantesca nave de
crucero, anclada en alta mar pero no muy distante del puerto”.
Ha sido la cumbre de Gotemburgo, donde la Policía sueca
perdió el control, la que ha desatado una especie de ola de pánico en toda
Europa, hasta el punto de que el ministro alemán del Interior, Otto Schilly, ha
llegado a proponer una suspensión temporal del Tratado de Schengen, que permite
a los ciudadanos europeos atravesar libremente las fronteras de varios países
de la UE.
El 21 de junio, la agencia EFE dijo: “El
ciberespacio puede convertirse en el escenario de la próxima batalla entre los
activistas antiglobalización y las instituciones multilaterales, obligadas a
explorar nuevos métodos para evitar molestas manifestaciones. Por temor a las
protestas, el Banco Mundial (BM) desarrollará, la próxima semana, por internet,
una conferencia que tenía previsto celebrar en Barcelona para hablar de
‘Globalización, pobreza y riqueza’, pero sus críticos ya han anunciado que
tratarán de boicotearla con sabotajes informáticos”.
El informe canadiense señala que “el abuso del poder
corporativo de las multinacionales está en la base de las protestas. Se las
acusa de promover la injusticia social, de aplicar prácticas laborales
desiguales, de tener un marcado desinterés por el medio ambiente, mal manejo de
los recursos naturales y daños ecológicos”.
Instituciones como el Fondo Monetario Internacional,
el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio se consideran que están
al servicio de intereses corporativos y que su principal motivación es obtener
ganancias.
Estos activistas, sin embargo, de acuerdo con el
documento, “están divididos en su posición antiglobalización. La mayoría apoya
una reestructuración de las corporaciones, de tal manera que reflejen
accountability y transparencia; y un grupo pequeño, aunque también apoya estos
objetivos, promueve activamente la desaparición total de la estructura global,
incluyendo a la OMC”.
Los extremistas creen que las marchas, la retórica y
las pancartas no han surtido ningún efecto y por ello consideran que es
necesario tomar acciones directas que implican realizar daños a aquellas
corporaciones que pretenden alcanzar el comercio global y la tecnología a
expensas de la tierra y sus ciudadanos más pobres, agrega el artículo.
¿Quiénes son?
La diversidad es la principal característica de los
movimientos antiglobalización.
Sus representantes reúnen a múltiples generaciones y
clases y una amplia variedad de temas. Pero no todos tienen como objetivo
luchar contra la globalización. Para otros es un objetivo compartido y las
manifestaciones son únicamente un medio para conseguir un fin. La combinación
de grupos y participantes crea una fuerte impresión y un impacto que va más
allá de sus fortalezas individuales.
Otra es la opinión de Stanley Fischer, Director del
Fondo Monetario Internacional. A propósito de una conferencia que dictó en
Camerún sobre los retos de la globalización en África sostuvo que no tiene
sentido preguntarse si deberíamos continuar o ir en contra de la globalización.
“La
globalización está aquí para quedarse: la realidad es que nosotros ya vivimos
en una economía global, donde los flujos de comercio, de capital y el
conocimiento más allá de las fronteras nacionales no sólo es grande sino que
cada año se incrementa más. Los países que no estén dispuestos a engancharse
con otras naciones arriesgan a quedar rezagados del resto del mundo en términos
de ingresos y de desarrollo humano”.
La canadiense Naomi Klein dice en su libro No Logo:
”El comercio libre en el mundo promueve el crecimiento económico global. Crea
empleo, hace a las empresas más competitivas y reduce el precio de los bienes
para los consumidores. También provee a los países pobres de flujos de capital
extranjero y de tecnología que les dan la oportunidad de desarrollarse
económicamente y, al extenderse la prosperidad, se crean las condiciones en las
cuales la democracia y el respeto por los derechos humanos pueden florecer”.
De otro lado, en un artículo publicado en The Ottawa
Citizen, dos profesores de la Universidad de Carleton expresan: “Las
democracias tienen el derecho y la responsabilidad de proteger la libertad de
expresión y de reunión. La tiranía de pequeños grupos, minorías o aun de
mayorías para prevenir el ejercicio de tales derechos al sabotear las reuniones
es inaceptable en una democracia”.
El economista Paul Krugman, días antes de la Cumbre
de Quebec, publicó en The New York Times un artículo titulado “Razón y
corazón”. En éste sostiene que el movimiento antiglobalización genera efectos
contrarios a los que busca: “En 1993, niños de Bangladesh trabajaban
produciendo ropa para los almacenes WalMart, (una cadena de Estados Unidos).
El Senador Tom Harkin presentó un proyecto
legislativo que prohibía la importación de productos que involucraran trabajo
infantil. Como resultado, las fábricas textiles de Bangladesh dejaron de
emplear niños”. Las preguntas que se hace Krugman son: ¿Regresaron los niños a
la escuela? ¿Regresaron a hogares felices? La respuesta es no. Estos niños
trabajadores terminaron en trabajos peores o en las calles y un número
significativo terminó en la prostitución. Krugman agrega: “El punto es que los
países del Tercer Mundo no son pobres porque los trabajadores que producen
bienes de exportación ganan bajos salarios.
Es al revés. Porque los países son pobres, lo que a
nosotros nos parece como un mal trabajo y un mal salario es casi siempre mucho
mejor que otras alternativas como millones de mexicanos emigrando hacia el
norte del país para vincularse con bajos salarios a la producción de bienes de
exportación, hecho que indigna a los opositores del Nafta. Y esos trabajos no
existirían si los salarios fueran mucho más altos: los mismos factores que
hacen pobres a los países pobres –baja productividad, mala infraestructura,
desorden social– implican que tales países puedan competir en el mercado
mundial únicamente si ellos pagan salarios mucho más bajos que aquellos pagados
en Occidente”. Krugman termina diciendo que los activistas “lograron obtener
las imágenes que querían en Quebec: líderes sentados en una edificación
fortificada con miles de policías protegiéndolos de las masas de protestantes
afuera. Pero las imágenes pueden engañar. Muchas de las personas que están
adentro de las rejas están sinceramente intentando ayudar a los países más
pobres del mundo. Y las personas que están afuera están haciendo lo mejor que
pueden para hacer que los pobres sean más pobres”.
¿Qué es la globalización? Esencialmente significa
que, hoy más que en cualquier momento del pasado, los grupos y los individuos
se relacionan directamente a través de las fronteras sin la intervención del
Estado.
Esto se realiza en parte gracias a la nueva
tecnología, y en parte porque los Estados se han dado cuenta de que la
prosperidad se logra más fácilmente si se libera la energía creativa de los
ciudadanos en vez de reprimirla.
Las ventajas de la globalización son evidentes:
rapidez en el crecimiento, mejores niveles de vida, nuevas oportunidades. Sin
embargo, se ha iniciado una reacción violenta. ¿Por qué? Porque las ventajas se
han distribuido en forma muy desigual; porque el mercado global no se ha
estabilizado mediante reglas basadas en objetivos sociales compartidos, y
porque, si todos los pobres del mundo siguen el sendero que trajo la
prosperidad a los ricos de hoy, pronto se agotarán los recursos de la tierra.
Por eso el reto que hoy enfrentamos es el de
asegurar que la globalización se convierta en una fuerza positiva para todas
las gentes del mundo y evitar que billones de seres humanos se queden
retrasados y en la miseria.
Esto depende también, en gran parte, de la calidad
de gobierno que alcancen los países. Sólo pueden competir en el mercado mundial
los países cuyos ciudadanos disfruten del imperio de la ley, de instituciones
estatales eficaces, de transparencia y responsabilidad en la administración de
los negocios públicos, de respeto a los derechos humanos y de voz en las
decisiones que afectan sus vidas.
En septiembre del año pasado, en la Cumbre del
Milenio de las Naciones Unidas, los líderes mundiales tomaron la decisión de
reducir a la mitad el número de personas con ingreso inferior a un dólar
diario, así como el número de personas que aguantan hambre y el número de
personas que carecen de agua potable en buenas condiciones. Tomaron la decisión
de lograr este objetivo antes del año 2015.
La historia juzgará a esta generación por lo que
haya hecho para cumplir este compromiso. Juzgará a los líderes de los países en
desarrollo por su capacidad para habilitar a los ciudadanos a subirse al tren
de una economía mundial en transformación y para garantizarles a todos un
cuarto dónde permanecer de pie y ojalá una silla confortable para sentarse. Y
al resto nos juzgará por lo que hayamos hecho para ayudar a los pobres del
mundo a abordar el tren en buenas condiciones.
El éxito en la realización del desarrollo sostenible
depende en gran medida de que se multiplique el acceso a las oportunidades de
la globalización. Los países que han logrado un mayor nivel de crecimiento son
los que se han integrado con éxito a la economía global y han atraído la
inversión extranjera. Si los países en desarrollo logran crear el ambiente
social y económico adecuado, la nueva tecnología pondrá a su alcance muchas
cosas que antes eran imposibles. Con una inversión en educación básica, igual
para niños y niñas, podremos poner al alcance de los pobres toda clase de
conocimientos y habilidades.
No es la primera vez que el cambio genera fuertes
reacciones
A comienzos del siglo XIX la Revolución Industrial
en Inglaterra estaba alcanzando su pico.
Fue un período de cambio y desarrollo que vio
grandes transformaciones, especialmente con el advenimiento de la maquinaria
industrial y de nuevos métodos de producción.
Las máquinas eran relativamente lentas, pero aun así
los viejos trabajadores tenían miedo de lo que la mecanización podría hacerles
a su industria y a las habilidades que ellos habían gastado tanto tiempo en
perfeccionar.
Estos temores se convirtieron en realidad cuando los
salarios comenzaron a caer, y muchos se vieron forzados a aceptar trabajos en
los sombríos ambientes de estas nuevas fábricas.
Adicionalmente, el costo de vida comenzó a aumentar
y los trabajadores comenzaron a sentir que la presencia de las máquinas estaba
empeorando su situación.
En 1811, muchos trabajadores atribuyeron esos
cambios a las nuevas máquinas y fábricas, y decidieron desfogar sus
frustraciones contra ellas, destruyéndolas y quemándolas.
Estos actos fueron iniciados por un joven trabajador
de Nottingham llamado Ned Ludd, y a partir de este momento un nuevo término fue
acuñado. Todos aquellos que atacaron la maquinaria textil comenzaron a llamarse
Luditas.
Los Luditas crecieron vertiginosamente ocasionando
grandes costos con cada uno de los actos de violencia que propiciaron.
En 1811 fueron destruidos equipos y maquinarias que
estaban avaluados en más de 6 mil libras. Fue tal el despelote que se armó en
su momento, que el gobierno tuvo que anunciar que los siguientes ataques serían
castigados con la muerte.
Las manifestaciones de los Luditas fueron
controladas por los soldados y muchos recibieron disparos, mientras que otros
fueron atrapados y colgados!
Los ataques continuaron, hasta que un día quedó
claro que el cambio industrial había venido para quedarse y efectivamente se
quedó, para dar paso a nuevos cambios económicos y tecnológicos.
Las voces más disonantes en Seattle exigían que se
cerrara el comercio de nuevos bienes industriales que están exportando las
economías asiáticas en fuerte desarrollo, peculiarmente la China continental.
Eso es devolver el mundo a la vieja división
internacional del trabajo, donde los países pobres se limitan a exportar
materias primas; es también asfixiar la aspiración de estos países de competir
y participar con sus manufacturas en los mercados de Europa y de los países
ricos.
Los partidarios del nuevo comunitarismo quieren, por
ejemplo, arrebatar a los trabajadores vietnamitas sus oportunidades de empleo,
interponiéndose en el camino de sus posibilidades de mejorar su situación
porque el nivel actual de sus salarios, congruente con su bajo costo de vida y
su baja productividad, es 10 veces inferior al de su antigua metrópoli.
Una relación que es mutuamente beneficiosa para
empresas, trabajadores y consumidores es denunciada como injusta por los que
pretenden que se disminuyan las brechas y que los salarios sean iguales en todo
el mundo.
Es extraño que esta visión sea defendida por
economistas que entienden muy bien que la remuneración de los factores depende
crucialmente de la especialización del trabajo, de su calificación, de su
mecanización y de las productividades en el uso de todos los factores. No
permitirle a un país entrar al comercio mundial es una manera de frenar el
avance de sus procesos de desarrollo económico.
Más allá de la globalización: los beneficios y
problemas que enfrenta
Hazel Henderson escribió en 1999 el libro Más allá
de la globalización. En éste presenta una visión de los cambios que se
requieren para reformular la economía global de tal manera que se alcance la
justicia social y la sostenibilidad tanto a nivel global como en lo local y en
lo individual.
Para comenzar, Henderson señala los problemas y los
beneficios que ha traído la globalización.
La economía global ha traído consigo nuevos riesgos
y desigualdades. Éstas incluyen la marginalización de grupos sociales, de las
comunidades indígenas y de muchos países como es el caso de África. Se han
ampliado las brechas entre los ricos y los pobres y se ha incrementado la
pobreza global.
Pero hoy en día hay otros problemas y temas que se
han vuelto globales, es decir, que van más allá de los gobiernos nacionales:
desde el cambio climático, la contaminación que sobrepasa las fronteras, el
tráfico de armas, las drogas, el crimen organizado, los desperdicios nucleares
y de elementos tóxicos y el terrorismo global. Y mientras todo esto pasa, es
necesario buscar una solución para los refugiados, para la población migrante y
los desplazados.
Henderson afirma que todos estos problemas nuevos
están conduciendo a los gobiernos nacionales a compartir la soberanía para
fortalecer las agencias internacionales, establecer marcos legales y estándares
globales, como es el caso de la Unión Europea.
La globalización de la economía condujo a que el
comercio mundial se incrementara 16 veces desde la Segunda Guerra Mundial.
Según Henderson, esto equivale en 1998 a US$4 billones. Sin embargo, esta
cifra, comparada con el movimiento de divisas en el mundo que se calcula en
US$1,5 billones diarios, es menos significativa.
Henderson agrega: “Estos flujos de capital y de
comercio son crecientemente abstractos y divorciados de las políticas
nacionales y locales, de los nativos, de sus vidas y de los ecosistemas”.
Pero también la globalización ha traído buenas
noticias. Las sociedades del mundo han avanzado hacia la democracia, han
ayudado a derrocar dictadores y a poner al descubierto regímenes represivos, se
ha avanzado en el pluralismo y en derechos humanos, pero más notable aún es el
fortalecimiento de las organizaciones y movimientos civiles. El mayor acceso a
la información ha permitido el empoderamiento de los ciudadanos y la
posibilidad de escogencia del consumidor.
A pesar de que los beneficios de la globalización se
han repartido de manera desigual, hoy es compartido el concepto de desarrollo
sostenible, lo que significa satisfacer las necesidades del presente sin
comprometer la habilidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas.
Gracias a internet, “nunca había sido tan fácil compartir visiones que
conduzcan a una reformulación de nuestras sociedades y de la economía global
bajo los principios de justicia social, participación ciudadana y protección de
la ecología”.