CAMBIO Y CONTINUIDAD EN EL ORDEN POLÍTICO INTERNACIONAL

 

La crisis del orden westfaliano

 

El primer cambio a considerar es el debilitamiento de una estructura histórica de larga duración denominada "orden westfaliano". La crisis de este orden va mucho más allá de lo económico. Tiene que ver, entre otros factores de peso, con los cambios en los regímenes políticos, con profundos cambios culturales y con la revolución en las "habilidades de la gente", para ponerlo en palabras de Rosenau1.

 

Este cambio tiene importantes implicaciones prácticas, entre otras:

 

a) La crisis de su principio ordenador: la soberanía del Estado, entendida como poder supremo sobre una población y un territorio.

b) La crisis de su patrón básico de comportamiento: la búsqueda de la autonomía en un mundo caracterizado por las rivalidades interestatales2.

c) Como consecuencia de a) y b), la crisis o, al menos, el profundo cuestionamiento de las reglas de coexistencia y las instituciones en las que se basó este orden, particularmente, el equilibrio de poder, la acción de los grandes poderes en sus áreas de influencia y la guerra.

 

Desde aquí, se cuestiona la premisa central del orden westfaliano: que la interacción de los estados (entendidos como entidades relativamente autosuficientes y con un dominio exclusivo sobre un territorio y una población y que no responden a ninguna autoridad superior) es lo que domina la política global. "El mundo de hoy es pos-westfaliano: una miríada de restricciones normativas y una enorme pérdida de autonomía debido a fuerzas transnacionales están erosionando la soberanía del Estado en general, y al propio Estado, el piso mismo de la construcción westfaliana, se está resquebrajando en muchas partes del mundo"3.

 

Debe señalarse que el orden de Westfalia se vio afectado desde el inicio por un proceso dinámico de status quo, expansión y contracción de las entidades políticas, y la propia forma westfaliana se ha ido transformando a lo largo de los siglos (por ejemplo, su adaptación pos-napoleónica a la democracia y la soberanía popular). Así, el estado-nación (la entidad política propia del orden westfaliano) fue desafiado por entidades subnacionales que apelan a lealtades distintas de las que propone y exige el primero (por ejemplo, los nacionalismos) y por entidades potencialmente expansivas basadas en consideraciones económicas, de clase, religión o ideológicas.

 

Por lo tanto, el proceso de cuestionamiento se ha dado en todas las épocas, es decir, no es un producto de la modernidad, y en cada época han coexistido distintos tipos de entidades políticas que mantienen relaciones de cooperación y conflicto. No obstante ello, esta dinámica de expansión y contracción nunca presentó tantos desafíos al Estado-nación como en la etapa actual. Para explicar este proceso hay que considerar otros dos cambios sustantivos: el fin de la guerra fría y la globalización.

 

La naturaleza de la rivalidad Este/Oeste hizo nuevamente necesario al Estado. La existencia de un claro enemigo reforzó la necesidad de contar con recursos de poder militar y de controlar a las respectivas sociedades por temor a que cayeran en manos de, o fueran cooptadas por, el otro bando. El hecho de que esta rivalidad estuviera en el tope de la agenda de los países más poderosos y la posibilidad, aunque suicida, de una guerra general, preservó la importancia del gobierno en el nivel nacional y contribuyó a ocultar muchas de sus crecientes debilidades. Terminada la guerra fría, estas debilidades se han hecho manifiestas. Al mismo tiempo, el fin de la guerra fría, como el fin de la Guerra de los Treinta Años, ha facilitado el despertar de viejas identidades y la reaparición de nuevas lealtades que procuran encontrar sustento político en diversas comunidades políticas.

 

La globalización, por su lado, ha afectado de manera dramática la importancia y el rol del Estado. La dinámica de la economía contemporánea y la revolución tecnológica han hecho las fronteras obsoletas, alterando la naturaleza del tiempo y el espacio en la política global. En este marco, el Estado es menos autonómo y tiene menos control sobre los procesos políticos, económicos y sociales que se producen dentro de su territorio.

 

Parece importante, entonces, tomando como punto de partida el hecho de que el Estado-nación se encuentra afectado y debilitado, identificar el nuevo rol del Estado en el marco de la globalización y resignificar el concepto de soberanía superando la perspectiva westfaliana. Esta tarea es de suma importancia para América Latina y el Caribe, dado que es básicamente una región receptora y no generadora de cambios. Y, por eso mismo, una región en la que el Estado es (y seguirá siendo por bastante tiempo) la entidad política de mayor importancia para hacer frente a los efectos negativos de la globalización y para abordar los aspectos que forman parte de la nueva "agenda negativa".

 

El fin de la guerra fría

 

El fin de la guerra fría puede verse como el fin de una confrontación ideológica o de una lucha entre dos grandes poderes, o ambas cosas a la vez. Desde 1989, este proceso ha pasado por dos fases, al menos en el nivel de las percepciones predominantes. La primera se extiende desde el inicio de la caída del imperio soviético y la desaparición en cascada de los socialismos reales en Europa del Este hasta el fin de la guerra del Golfo. En esta fase (que algunos llaman del "voluntarismo liberal", y que tuvo su expresión más conocida y acaso extrema en la tesis de Francis Fukuyama sobre el "fin de la historia") prevalece una visión normativa del orden mundial enraizada en los supuestos básicos del internacionalismo liberal. En esta tradición, tres condiciones básicas deberían cumplirse para que haya orden mundial: la implantación de regímenes democráticos a escala plantearia, la realización de acuerdos entre países para mantener la seguridad colectiva y cooperativa; y, finalmente, el funcionamiento de una economía liberal, esto es, de condiciones que hagan posible el comercio entre las naciones y, por tanto, la especialización global.

 

La segunda etapa abarca desde la conclusión de la guerra del Golfo hasta el presente y está signada por la idea no del fin sino del "retorno a la historia" o, como lo puso un autor, por el "regreso al futuro", donde "futuro" debe leerse como "pasado"4. Hechos tales como la desintegración de Yugoslavia, la guerra de Ruanda, la tragedia de Somalia, los conflictos en la ex-periferia interna del imperio soviético, el auge del fundamentalismo, pusieron término al optimismo propio de la primera fase y dieron lugar a que se hablara de manera creciente sobre el "nuevo desorden internacional". La muestra más representativa de las percepciones prevalecientes en esta segunda fase está en la tesis de Samuel Huntington sobre el "choque de las civilizaciones"5 y en los trabajos en clave neorrealista de Waltz6, Mearsheimer y7 Layne8 sobre los cambios en las relaciones de poder interestatales.

 

Entre liberales y realistas, hay numerosas y diversas posturas intermedias. Sin embargo, y por cierto con muchos matices, la mayoría de los autores que se encuentran dentro de estas posiciones tiende a coincidir en un punto central: que en una parte del mundo las relaciones internacionales estarían atravesando cambios cualitativos (claramente en el mundo que integran los países desarrollados), mientras que en el resto del planeta el pasado no haría más que repetirse. Puesto de otro modo, en un espacio el tiempo sería como una flecha y en el restante como un círculo, el del eterno retorno.

 

Estas distintas interpretaciones sobre el futuro de las relaciones internacionales, que reúnen elementos de signo opuesto, han provocado una gran confusión. La perspectiva liberal (como lo ha sido siempre) es esencialmente normativa, dado que vincula la idea de orden con la realización de determinados valores, por ejemplo la extensión de la democracia y los derechos humanos. La visión neorrealista (también como siempre) es demasiado estática, exageradamente pesimista y, en buena medida, reduccionista. La tesis de Huntington es simplista y parcial. La idea del puro "desorden", finalmente, es trivial, además de incorrecta.

 

La manera más simple de sortear el problema es plantearnos qué tipo de orden internacional probablemente tengamos, a lo largo de un continuo que va desde la fragmentación y el conflicto hasta la cohesión y la cooperación. A este efecto, el fin de la guerra fría ha implicado:

 

- Una disminución importante del nivel de antagonismo de ideas, que no sólo se debe a la defección de la ex-Unión Soviética y al colapso de las concepciones que sostenían a los socialismos reales, sino también al debilitamiento relativo de los supuestos en los que se basaron los reclamos del Sur frente al Norte.

 

- El cambio de naturaleza de la competencia básica. Durante la guerra fría la rivalidad se fundaba en el sentido de misión de cada una de las partes. Había en esta disputa componentes esencialmente políticos, militares e ideológicos. Actualmente la competencia tiene otras características. En palabras de Pfaff, la competencia "todavía concierne a la influencia nacional, pero una influencia que se obtiene a través del éxito comercial y el liderazgo industrial y científico"9.

 

- El ascenso al tope de la agenda global de temas que habían ocupado en el orden anterior un lugar subordinado y que forma parte de lo que se denomina la "agenda negativa": deterioro del medio ambiente, pobreza, población, proliferación, migraciones, narcotráfico, terrorismo, nacionalismos.

 

- La posibilidad de que se abra un espacio de acción mayor para los organismos internacionales y para el fortalecimiento y/o desarrollo de regímenes internacionales en numerosas áreas temáticas, particularmente en las áreas tradicionales de la seguridad interestatal (desarme, control de armamentos, proliferación nuclear y misilística, etc.) y en los temas de la "agenda negativa"10.

 

- Un mayor espacio de acción e influencia en América Latina y el Caribe para actores estatales y privados extrahemisféricos. Sin embargo, Estados Unidos será por bastante tiempo el actor estatal clave para la región, dado que tiene un poder relacional y estructural mayor que el del resto de los estados. Puesto de otro modo, tiene más poder que ningún otro Estado para hacer que otros hagan lo que no harían si pudieran y continúa siendo el actor principal en las estructuras primarias del sistema mundial, es decir, las estructuras de seguridad, de producción y de conocimiento11.

 

En lo que hace a las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina y el Caribe, el fin de la guerra fría implica:

 

- Un aumento de la importancia de los temas económicos en la agenda (aquí la región entra a Washington más por la ventana de la oportunidad que de los problemas)12 y un peso cada vez mayor de los "nuevos" temas de la "agenda negativa".

- Un cambio en los objetivos de la política de seguridad hemisférica. Aparece una mayor tendencia a institucionalizar las relaciones cívico-militares, orientar la acción de los militares latinoamericanos hacia la seguridad externa y la cooperación multinacional y contener la difusión de armas convencionales y de destrucción masiva.

 

- Un nuevo tipo de intervencionismo dirigido a esencialmente proteger intereses norteamericanos afectados por los temas de la "agenda negativa" y que dará lugar a distintas versiones de diplomacia coercitiva.

 

- Una promoción más genuina de la democracia y de los derechos humanos. Durante la guerra fría promoción de la democracia significó, por lo general, apoyo casi a cualquier fuerza no comunista. Como recuerda Jervis: "Más frecuentemente, la prosecución de la democracia fue vista como demasiado peligrosa: el miedo al comunismo llevó a Estados Unidos a apoyar dictaduras de derecha por el temor a que en caso de que ellas fuesen desplazadas, los vencedores serían no los reformadores democráticos sino los izquierdistas de línea dura"13.

 

- Una influencia creciente de los actores no estatales en la elaboración de políticas hacia la región. En la opinión de Lowenthal: "Los agricultores y fabricantes, las empresas comerciales, los trabajadores, consumidores, grupos preocupados por el medio ambiente, grupos en pos de los derechos humanos y de las libertades civiles, los estadounidenses hispanos de diversos orígenes y perspectivas, eruditos, fundaciones y medios de comunicación, entre otros, competirán por afectar las políticas en un ambiente enormemente fragmentado y fácilmente permeable. Las alianzas y coaliciones que se forman varían según las cuestiones que se abordan y según los países y desafían las categorías simples"14.

 

El fenómeno de la globalización

 

El fenómeno que hoy se denomina comúnmente "globalización", y que puede ser visto como la fase actual de un largo proceso histórico, presenta (particularmente a partir de los años setenta) un conjunto de elementos que podríamos considerar novedosos.

 

Por una parte, señala la inédita extensión (alcance geográfico del fenómeno) y profundización (intensidad del fenómeno) de vinculaciones e interconexiones múltiples entre los estados y las sociedades que conforman el sistema mundial15. Por otra, implica un aumento impresionante del grado y un cambio de clase de la interdependencia, que se expresa a través de múltiples redes de comunicación e interacción entre los gobiernos y las sociedades nacionales. La interdependencia lleva a la mayoría de los estados a enfatizar un enfoque colectivo más que meramente unilateral frente a una amplia gama de temas y a considerar la guerra como una alternativa cada vez menos tolerable.

 

Tales tendencias se afirman en la internacionalización creciente de la producción, las finanzas y el intercambio (ver más abajo). Este proceso, que escapa en gran medida al control de los estados, requiere una rearticulación de los espacios políticos, dado que el Estado ha dejado de ser el tipo de comunidad política adecuada para afrontar muchas de las nuevas realidades y desafíos políticos, sociales y económicos de un mundo interdependiente. Así, se aprecia una disyunción muy clara entre la autoridad territorial del Estado y el actual alcance de los sistemas de producción, distribución e intercambio y la globalización de las transacciones financieras. 16El Estado tiende a adaptarse a esta situación "internacionalizándose"17 y transformándose en "mediador" entre las presiones internas e internacionales18.

En el marco de la globalización se ha producido la modificación del cuadro precedente de jerarquías económicas con el ascenso de diversos países del ex-Tercer Mundo (China, Tigres asiáticos y algunos latinoamericanos) y el agravamiento de la brecha entre los países subdesarrollados (Africa, diversos asiáticos y latinoamericanos) y desarrollados. Implica, de hecho, la exclusión de vastos sectores de la población mundial del proceso de producción, cuya consecuencia más obvia es el aumento en muchos países del desempleo, la pobreza y los flujos migratorios a través de las fronteras hacia las áreas donde hay más riqueza. La reacción frente a este proceso ha sido más bien levantar nuevos muros. Además, ha dado lugar al resurgimiento de expresiones tribales. En este marco, la globalización de la economía no es acompañada por una correspondiente globalización institucional.

 

1 Rosenau, James N., (1991).

2 Zacher, Mark, (1992).

3 Hoffmann, Stanley, (1996).

4 Mearsheimer, John , (1990).

5 Huntington, Samuel, (1993).

6 Waltz, Kenneth, (1993).

7 Mearsheimer, John (1990).

8 Layne, Christopher, (1993).

9 William Pfaff, (1990).

10 Vale citar como ejemplo el Plan de Lucha contra el Terrorismo de 25 puntos firmado por los países del G7 y Rusia el 30 de julio de 1996 en París. El documento prevé impulsar el intercambio rápido y secreto de información, reforzar las sanciones y la disuasión, restringir los desplazamientos de los terroristas (evitando que puedan beneficiarse con leyes de asilo), destruir sus fuentes de financiación e impedir que capitalicen a su favor el uso de las redes informáticas internacionales.

11 Strange, Susan, (1993).

12 Insulza, J. M. (1991), Buchanan, Paul y Sutliff, Brian, en Russell, Roberto y Bouzas, Roberto (1996).

13 Jervis, R., (1991).

14 Lowenthal, A. F., (1993).

15 David Held y Anthony McGrew, (1993).

16 Rosecrance, Richard (1996).

17 Cox, Robert y Keohane, Robert O. (1986).

18 Rosecrance, Richard, (1986).