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Segundo Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo.
Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe. Asociación Nacional de Economistas de Cuba. La Habana, 24 al 29 de enero del 2000.
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Escenarios de la crisis global.
Los caminos de la decadencia.

Jorge Beinstein

La crisis iniciada en 1997 podría ser vista como la profundización de un proceso originado a comienzos de los 70s cuando empezó a descender la tasa de crecimiento del PBI del conjunto de países del G7 (Beinstein, 1999) conformando una tendencia de largo plazo que con alta probabilidad se prolongará en los próximos años.

En las últimas tres décadas la economía mundial aceleró su polarización geográfica (centro-periferia), empresaria y de ingresos hundiendo en la miseria a la mayor parte de los habitantes de las regiones subdesarrolladas y empobreciendo a porciones significativas de la población de los países ricos, en consecuencia la demanda global redujo su ritmo de expansión, pero el potencial productivo internacional siguió su línea ascendente motorizado por la carrera tecnológica componente de las luchas por la conquista de mercados: ello no podía dejar de provocar desequilibrios instalándose la sobreproducción potencial que con altibajos nacionales y sectoriales devino crónica constituyendo la base, el fundamento último de la crisis.

Se desató un fenómeno de depredación de fuerzas productivas que los neoliberales presentaron bajo la imagen de la "destrucción creadora" (instrumento de la recomposición económica basada en la victoria darwiniana de los mas aptos) sin embargo la liquidación de empresas, empleos y mercados ha sido mucho mas amplia que la creación de nuevas áreas de producción y consumo.

La concentración depredadora global se combinó con la expansión del parasitismo con eje en la especulación financiera, ello no obedeció a la casualidad o a una desviación maléfica en el comportamiento capitalista sino a la lógica de un sistema que fue compensando sus dificultades en el área de la producción con beneficios financieros.

Depredación, ruina de sociedades y aparatos estatales, desocupación alta y durable, financierización, etc., caotizaron al sistema mundial, desarrollando fenómenos entrópicos que luego de una etapa inicial (en los 70s y 80s) en la que se fueron extendiendo hicieron metástasis en los últimos años de los 90s.

La ruptura de 1997 aparece así como una consecuencia necesaria del proceso de globalización, la esfera financiera no podía crecer indefinidamente, tarde o temprano tenía que entrar en crisis, su dinámica desenfrenada de apropiación de patrimonios y transferencia de ingresos ampliaba cada vez mas la brecha entre aparatos productivos dominados por el parasitismo y masas crecientes de pobres y excluidos.

A casi tres años del derrumbe de los ex tigres asiáticos han pasado a un segundo plano los pronósticos acerca del progreso indefinido del capitalismo liberal, la sucesión de recesiones y colapsos periféricos, el estancamiento prolongado de Japón, el crecimiento débil de Europa Occidental (con desequilibrios sociales y económicos en ascenso) y el inminente fin de la prosperidad norteamericana podrían anunciar próximas crisis mucho mas graves que las conocidas hasta ahora.
 

CRISIS CENTRALES

Las economías centrales se articulan en torno de tres polos: Estados Unidos (la hiperpotencia), Alemania y Japón, atravesadas por tramas transnacionales de negocios, secundadas por socios menores mas o menos poderosos y sacando provecho de periferias de diversa proximidad (pero también sufriendo los impactos negativos de su desestabilización). La "globalización" ha multiplicado los intereses comunes en el área desarrollada pero no ha eliminado la heterogeneidad, la función específica de cada componente del triángulo hegemónico, por el contrario los 90s han presenciado la exacerbación de desajustes peligrosos, por ejemplo los Estados Unidos con déficits comerciales crecientes, acentuando sus rasgos consumistas y financieros, Japón y Alemania dependiendo cada vez mas de su industrialismo exportador con mercados internos relativamente flojos.

a) Estados Unidos.

Todo parece depender de lo que ocurra en Estados Unidos único megamotor que todavía funciona a pleno, su futura desaceleración tendría fuertes consecuencias recesivas a nivel planetario. Además de los impactos financieros previsibles debemos considerar otros no menos devastadores, sus importaciones, por ejemplo, absorbían el 14 % de las exportaciones mundiales en 1991, saltando al 16,3 % en 1997 y al 18 % en 1999 (OECD, 1999), una fuerte retracción de las mismas causaría un importante efecto negativo sobre el conjunto del comercio internacional.

No se trata solo del momento y de la magnitud del esperado enfriamiento sino también de su velocidad, de su carácter mas o menos desordenado, el término "aterrizaje suave" aparece en informes del FMI, del Banco Mundial, de expertos y altos funcionarios norteamericanos, algunas veces como expresión de deseos y otras como síntesis de una estrategia de sobrevivencia plagada de riesgos.

Es necesario entender que ese suceso golpeará a una sociedad erosionada por un proceso de degradación complejo, muy amplio que se acentuó en los últimos años.

En Estados Unidos la euforia neoliberal de los 80s se agudizó en los 90s, hacia el final de esa década cuando ya se hacían notar claros signos de deterioro el "modelo" todavía seguía apareciendo como guía, ejemplo exitoso, no solo para los países de alto desarrollo sino también para la periferia. Algunos indicadores eran publicitados como demostración de un milagro que había quedado solitario luego del derrumbe de los ex tigres asiáticos, por ejemplo las buenas tasas de crecimiento del PBI, el bajo nivel de desempleo, el auge del consumo, el ascenso de las cotizaciones bursátiles y los beneficios de algunas grandes empresas.

El aumento anual promedio de su Producto Bruto Interno del orden del 2,8 % en el quinquenio 1992-1997 fue claramente superior al de Alemania (1,5%) y Japón (1,2 %), sin embargo esa tasa es modesta si la comparamos con las de los años 50s y 60s.

Por otra parte el PBI había sufrido grandes transformaciones, los servicios aumentaron su peso relativo en detrimento del sector industrial a una velocidad muy superior que en los otros grandes países desarrolladoslo que tuvo consecuencias negativas directas sobre sus ventas externas (la industria es el área dominante del comercio internacional). Esta "tercerización excesiva" explica en parte su pérdida de fuerza vendedora en los intercambios globales mientras aumentaba su importancia financiera (peso internacional de su deuda pública, compras de toda clase de papeles públicos y privados externos por parte de sus "fondos" de pensión e inversión, etc.), la primera potencia internacional aparecía en los 90s mas como un superpolo financiero que productivo ya que si en los últimos treinta años el peso relativo del conjunto de su economía decreció con respecto del resto de naciones desarrolladasu importancia industrial lo hizo mucho más. Ya en 1992 la producción de la industria manufacturera norteamericana era casi similar a la de Japón, representaba el 31% del total de los seis países mas desarrollados del que formaba parte, su producto manufacturero por habitante era la mitad del de Japón, cerca del 60 % del de Alemania, inferior a los de Italia y Francia (Tood, 1998).

La desigualdad social creció, en 1974 el 5 % más rico de los norteamericanos absorbía el 16,5 % del Ingreso Nacional esa cifra subió al 21,1% en 1994, mientras tanto el 20 % mas pobre bajaba del 4,3 % al 3,6 %

Tal vez uno de los mejores indicadores de la "prosperidad americana" sea su número de pobres. Si nos atenemos a las estadísticas oficialeshacia 1977 existían en Estados Unidos 24,7 millones de pobres que representaban el 11,6 % de la población, veinte años después el país contaba con 35,5 millones de pobres, el 13,3 % de la población, en términos absolutos la pobreza había crecido cerca del 43 % (Dalaker J. y Naifeh M, 1998).
 

Pobres en los Estados Unidos*

 

Millones de personas

 

(*) Según la clasificación del U.S. Bureau of the Census.

Fuente: Dalaker y Naifeh, 1998.

Las estrategias neoliberales que alentaron la marginalización y elitización causaron el aumento general de la criminalidad, desde la euforia especulativa y su vinculación con negocios opacos en grupos de altos ingresos hasta la delincuencia tradicional en los ghetos de pobreza. La desintegración social iniciada en los 70s se intensificó en los 80s acelerándose en los 90s, la respuesta pública a ese fenómeno no fue la expansión sino el repliegue del "estado social", el desmantelamiento de programas de asistencia a los grupos de menores recursos y el crecimiento del "estado penal", la proliferación de formas represivas destinadas a controlar a los sectores de población considerados "peligrosos" (criminalización de pobres y excluidos).

Los datos suministrados regularmente por la Oficina de Estadísticas Judiciales de los Estados Unidos no necesitan de mayores comentarios. En 1975 el país contaba con unos 380 mil reclusos repartidos en prisiones estaduales, federales y locales, la cifra subió a 740 mil en 1985, a 1,6 millones en 1995 y a 1,8 millones en 1997. En los años 90 la tasa de crecimiento anual de reclusos fue del orden del 8%, de seguir dicha tendencia hacia el año 2005 las cárceles albergarían unas 3,5 millones de prisioneros. Pero esta masa crece aun mas si sumamos a la totalidad de personas bajo custodia judicial, es decir reclusos, ciudadanos bajo libertad vigilada y condicional, en ese caso contaríamos con unas 3 millones de personas en 1985, 5,4 millones en 1995, superando un año después la barrera de los 5 millones y medio, es decir el 2,8% de la población adulta del país, si extrapolamos la tasa de crecimiento promedio de ese conjunto durante los años 90llegaríamos en el año 2005 a algo mas de 7 millones de personas (Bureau of Justice Statistics). A lo largo del último cuarto de siglo asistimos a la expansión acelerada del universo carcelario al interior de la sociedad más rica del mundo.

Expresión de ello es el comportamiento de la curva de crecimiento de la masa de reclusos alojados en cárceles federales y estaduales que tradicionalmente albergan cerca de dos tercios del total de presos.

 
Presos en las cárceles estaduales y federales de los
Estados Unidos entre 1928 y 1998 (en miles).
 

Fuente: Sourcebook of Criminal Justice Statistics, U.S, 1999.
 

En el gráfico es posible observar que durante casi medio siglo la cantidad de prisioneros aumentó lentamente acompañando al crecimiento demográfico, en 1930 existían 104 reclusos por cada 100 mil habitantes, en 1950 eran 109 y en 1970 se llegaba a 96, en consecuencia de 129 mil detenidos en 1930 se había pasado a 196 mil en 1970. Pero a partir de 1974 comenzó un ascenso vertiginoso que llegándose a 315 mil prisioneros en 1980, 739 mil en 1990 y casi 1,2 millones en 1997 (Sourcebook, 1997). Por otra parte los encarcelados en las prisiones locales crecieron a un ritmo similar, en 1980 llegaban a 180 mil, en 1990 a 400 mil y a unos 600 mil en 1997 (Ibid).

Estos indicadores sociales parecerían contradecirse con otros referidos a la expansión económica y el empleo pero no es así cuando observamos el contexto que acompaño a esos "éxitos".

Mientras el PBI crecía la balanza comercial registraba déficits crecientes, resultado de la pérdida de competitividad industrial.

 
El crecimiento del déficit comercial norteamericano
BALANCE COMERCIAL (en miles de millones de dólares)
 

(*) estimación OECD.

Fuente: OECD Economic Outlook - 65, June 1999.

Mayores déficits externos pero también abultada deuda pública, la persistencia durante un largo período de saldos fiscales negativos hizo crecer el endeudamiento que se multiplicó casi por siete en las dos últimas décadas, una porción importante del mismo se abasteció con fondos externos provenientes de Japón y Europa Occidental pero también de la periferia. La sociedad norteamericana, el estado, los consumidores y las empresas dependen de manera creciente de mercancías y flujos monetarios externos, parasitan sobre el sistema global a través de un doble juego: por una parte el planeta sostiene al mercado norteamericano, motor de la demanda mundial, si el mismo llegara a hundirse arrastraría al desastre a la mayor parte de la economía global, por otra parte este apuntalamiento del gigante-enfermo incentiva, amplifica sus aspectos negativos.

Desde una perspectiva histórica amplia podríamos observar que la prosperidad de los países ricos lograda desde fines de los 40s hasta comienzos de los 70s estuvo centrada en la dinámica de los EE.UU hasta llegar a la ruptura de 1973-74. A partir de allí desaceleraron su crecimiento, amortiguando la pérdida de velocidad con mayores desequilibrios, alimentando al parasitismo norteamericano.

La crisis de sobreproducción de los 70s encontró durante los 80s y 90s una valla de contención importante en el gasto público que suavizó los déficits de demanda causados por la desaceleración salarial. Los beneficios empresarios eran apuntalados comprimiendo los costos laborales, el mayor gasto público no tenía como contrapartida el aumento de los impuestos sino la expansión de la deuda estatal. Ello fue acompañado por desajustes en la estructura industrial, la degradación de buena parte de la cultura técnica y la precarización del empleo. La integración social, una de las "conquistas" de la era keynesiana, se fue deteriorando, creció la exclusión.

Por otra parte el empapelamiento público generó un movimiento de financierización generalizado en la sociedad norteamericana que no solo arrastró a empresas, bancos y fondos de inversión y pensión, sino también a las familias que encontraron en las inversiones bursátiles una fuente milagrosa de prosperidad, las expectativas de ganancias especulativas operaron como un "efecto riqueza" que alentó la reducción del ahorro personal hasta llegar a su casi extinción hacia fines de 1999.

Estados Unidos: hacia la extinción del ahorro personal
Ahorro personal como porcentaje del Ingreso Personal Disponible.
Datos mensuales, desde enero 1992 hasta septiembre de 1999.
 

Fuente: Bureau of Economic Analysis, U.S. Department of Commerce, 1999.

La especulación con acciones, títulos públicos y otros papeles operó como una aspiradora de fondos externos e internos, permitió sostener la euforia consumista y la rentabilidad empresaria, pero ya en el último trimestre de 1998 eran claros los síntomas de agotamiento del esquema. La recesión asiática y el enfriamiento latinoamericano sumado a la desaceleración de las economías de Europa Occidental y al desastre de Europa Oriental con centro en Rusia produjeron a corto plazo un efímero respiro a los Estados Unidos beneficiado por flujos de fondos que buscaban "seguridad" en la superpotencia pero por otra parte afectaron negativamente sus exportaciones y la rentabilidad global de sus grandes empresas. La contradicción entre altas ganancias en la Bolsa y menores beneficios empresarios no puede eternizarse, desde fines de 1998 pero con mas claridad a lo largo de 1999 el final de la fiesta apareció como un hecho irresistible, se multiplicaron los pronósticos acerca de la caída del crecimiento. Hacia mediados de 1999 el FMI luego de constatar aumentos reales del PBI de EE.UU de 3,9 % en 1997 y 1998 y un estimado de 3,7 % en 1999 preveía un nivel de 2,6% en el año 2000 (IMF, 1999), The Economist bajaba ese pronóstico al 2,2 % (The Economist, 1999) y la OCDE al 2 % (OECD, 1999) mientras que numerosos expertos como por ejemplo Edward Yardeni (Deutsche Bank) lo reducían al 0% e incluso menos (Yardeni, 1999). Junto a esas previsiones suele aparecer una multitud de otras referidas al final de la euforia bursátil (¿cuándo?, ¿crack como en 1929?, ¿descenso gradual?, etc.)

Pero la mirada hacia el futuro corto plazo debe ser integrada a visiones mas amplias y de larga duración que pueden ser apoyadas por el desarrollo de temas de reflexión entre los que señalaré los tres siguientes:

En primer lugar el conjunto de indicadores económicos, sociales, culturales, institucionales, que alertan acerca de la decadencia de la sociedad norteamericana Así lo demuestran datos económicos como la desaceleración a largo plazo de las tasas de crecimiento del PBI y de la productividad laboral, la disminución tendencial de la participación de la Inversión Bruta Fija en el PBI, la tercerización excesiva del sistema económico, la casi extinción del ahorro individual, el déficit comercial crónico (y en aumento), el endeudamiento público creciente, la expansión de la especulación financiera. Además existen fenómenos sociales y culturales como el aumento del número de pobres, la concentración de ingresos y alto nivel real de la desocupación y la ocupación precaria agregadas , la criminalización de las clases bajas.

En segundo lugar la pérdida de peso relativo internacional del aparato productivo. Sumando las producciones industriales de Japón, Alemania y EE.UU, la participación norteamericana pasó d el 54 % en 1961, al 44% en 1974 y al 40% en 1996 (IFRI-Ramses).

Tercer tema: el fenómeno de "sobredimensionamiento estratégico".
El concepto ha sido esbozado por diversos estudiosos de los procesos de decadencia de grandes imperios.

Paul Kennedy en su obra sobre "Auge y caída de las grandes potencias (Kennedy P., 1989) intentó explicar las causas de diversas declinaciones imperiales desde la España de los Habsburgos hacia el 1600, pasando por Inglaterra a principios de este siglo, o la URSS de los 70s y 80s hasta llegar a los EE.UU.

En este último caso Kennedy considera que una de las explicaciones de la probable declinación de los EE.UU era que "ha heredado toda una serie de compromisos estratégicos contraído décadas antes... En consecuencia corre ahora el riesgo, tan conocido por los historiadores del auge y caída de las anteriores grandes potencias, de lo que podríamos llamar toscamente "excesiva extensión imperial": es decir, los que toman las decisiones en Washington deben enfrentarse con el desagradable y perdurable hecho de que la suma de los intereses y obligaciones mundiales de los Estados Unidos es hoy mucho mayor que la capacidad del país para defenderlos todos simultáneamente" agregando luego que resulta "apropiada la comparación de las circunstancias estratégicas de los Estados Unidos de hoy con los de la España imperial o de la Inglaterra eduardina en sus tiempos. En cada caso la potencia número uno en decadencia se enfrentó con amenazas no tanto a la seguridad de la propia patria (en el caso de los Estados Unidos la perspectiva de ser conquistados por un ejército invasor es muy remota) como a los intereses de la nación en el extranjero, intereses tan extendidos que sería difícil defenderlos todos al mismo tiempo y casi igualmente difícil abandonar cualquiera de ellos sin correr mayores riesgos" (op.cit, pp. 627 y 628).

Este panorama descripto hace una década se agravó a lo largo de los 90s. La desaparición de la URSS significó la expansión brusca del área de intereses estratégicos de los EE.UU que ahora no solo "pueden" sino que "deben" ejercer su poder imperial sobre la casi totalidad del planeta, desde Yugoslavia, hasta Colombia, pasando por Irak, Nigeria, los países que integraron la URSS, llegando al Extremo Oriente, etc.

En los tiempos de la guerra fría la URSS mantenía una suerte de equilibrio estratégico, controlando una porción del mundo, estableciendo acuerdos con EE.UU que impedían o frenaban numerosos conflictos regionales.

Cuando desapareció la URSS se produjo el desborde estratégico planetario de los EE,UU inicialmente percibido con aire triunfalista por Occidente pero luego la alegría se fue convirtiendo en pesadilla, una multitud de rupturas, turbulencias y conflictos regionales, de pequeños y medianos desafíos, algunos focos de rebeldía, etc., que hormiguean en torno y por debajo del gigante, lo incitan a actuar para afirmar su supremacía desgastando su sistema, minando su racionalidad. enturbiando su visibilidad operativa. Además el desborde hacia afuera se ha combinado con la desestructuración interna y el crecimiento de múltiples componentes parasitarias.
 

Japón y Alemania

Los otros dos polos de la economía global, cada uno de ellos con inserciones regionales específicas aparecen ahora muy fragilizados, tanto Japón como Alemania sufrirían duramente las consecuencias de la probable desaceleración norteamericana.

La declinación de la economía japonesa se encuentra en el centro de la crisis asiática. El fin del "milagro" puede ser explicado a partir del agotamiento de sus dos grandes motores históricos: la expansión hacia afuera, (exportadora, ampliada luego con inversiones directas y financieras) y el rol activo, voluntarista del Estado. El crecimiento del Producto Bruto Interno estuvo durante mucho tiempo asociado al aumento de las exportaciones, respuesta a las limitaciones del mercado interno.

Japón: crecimiento de las exportaciones y del P.B.I
Promedio anual, en dólares, a precios y tasas de cambio de 1990.
 

 

1960-1969

1970-1979

1980-89

1990-98

Exportaciones

15,7 %

8,6 %

5,1 %

3,1 %

Producto Bruto Interno

10,4 %

4,6 %

3,9 %

0,8 %

Fuente: OECD, 1998, 1999.

 La "solución externa" al peligro de sobreproducción industrial se concentró en las ventas a los Estados Unidos, en 1954 representaban el 17 % de las exportaciones japonesas, en 1967 llegaban al 28 % en 1984 al 34% (Allen, p.199 y Beinstein, 1988, p. 48), Japón siempre podía contar con los grandes saldos favorables obtenidos del comercio con ese país para compensar saldos negativos con las economías petroleras u otros resultados positivos pero modestos, de ese modo pudo en el largo plazo mantener grandes superávits comerciales generales salvo raras excepciones. Sin embargo desde mediados de los 80s estas ventajas empezaron a mostrar su insuficiencia con relación al grado de desarrollo del aparato productivo generador de crecientes excedentes financieroslo que obligó a expandir las inversiones externas (provocando en ciertos casos deslocalizaciones industriales que eliminaban puesto de trabajo y afectaban negativamente a la demanda local). La dinámica exportadora se fue desinflando en los 80s víctima de la disminución de su competitividad, la revaluación del yen contribuyó a ello, sin embargo en períodos anteriores Japón había podido superar problemas similares a través de empujes innovativos que incrementaban la productividad y generaban nuevos productos, esta vez la respuesta fue pobre, el sistema envejecía, perdía reflejos.

Hasta mediados de los 80s la participación de las exportaciones en el Producto Bruto Interno siguió una tendencia ascendente, en 1984 se acercaba al 15 % pero en 1986 decreció bruscamente al 11,3 %, a partir de allí comenzó una etapa descendente, en 1995 dicho porcentaje había bajado al 9,4 %. No podemos dejar de asociar el cambio de mediados de los 80s con la manifestación de diversos síntomas de crisis, al desarrollo de la especulación financiera y otras formas de parasitismo que fueron minando la salud económica del país.

Japón se replegó hacia su espacio regional, apabulló a los países emergentes asiáticos con mercancías, inversiones directas y financieras contribuyendo de manera decisiva al recalentamiento de esas economías subdesarrolladas, agudizando distorsiones, empujándolas hacia la crisis.

La ofensiva japonesa sobre Asia del Este podría ser vista como un drama en dos actos, en el primero (desde fines de los 80s hasta 1997) Japón vendió sus productos, instaló empresas y otorgó créditos integrando la avalancha de capitales que se precipitó desde los países desarrollados hacia el nuevo paraíso capitalista que brindaba ganancias cada vez mas altas. El segundo acto comenzó con la crisis de 1997: las ventas bajaron, las inversiones se paralizaron y la inflación de prestamos se convirtió en una inmensa montaña de créditos incobrables, el paraíso devino infierno, la decadencia japonesa se profundizó, la recesión fue proclamada oficialmente en el primer semestre de 1998. Mientras tanto la participación de Japón en las exportaciones mundiales seguía declinando.
 

Participación de Japón en las exportaciones mundiales (en %.)
 

Fuente: OECD, 1999.

Pero ya en los 80s las tasas promedio de crecimiento del PBI y de las exportaciones habían caído, también empezó a descender la participación de las exportaciones en el PBI como parte de un proceso mas amplio de pérdida de dinamismo. El doble bloqueo externo-interno (techo para las exportaciones y para el consumo interno) obligó a derivar fondos hacia afuera (deslocalizaciones industriales, colocaciones financieras) y hacia canales especulativos locales, la imagen austera de Japón cambió, la especulación inmobiliaria y bursátil alimentada por créditos baratos se expandió rápidamente, en un par de años el índice Nikkei se duplicó, los valores de las propiedades urbanas y rurales crecieron aceleradamente, en 1987 Japón contaba con el 42 % de la capitalización bursátil mundial relegando a los EE.UU al segundo lugar, en la cima de la locura financiera la Bolsa de Tokio "valía" unos 3,6 billones de dólares (Clairmont, 1993).

Al finalizar los 80s la burbuja financiera estalló marcando el comienzo de la decadencia, el desastre pudo ser amortiguado gracias al aumento de los gastos públicos y a la expansión de las economías emergentes de Asia del Este, por otra parte el resto de los paises centrales tenía todavía algunos años de crecimiento por delante, 1997 estaba lejos.

La profundidad de la crisis puede ser demostrada a través de diversos indicadores como el comercio exterior o el retroceso de la estabilidad laboral (factor integrador tradicional), tal vez el aspecto más sorprendente ha sido el del ascenso vertiginoso de la corrupción y la proliferación de redes mafiosas.

La fiebre especulativa, la avalancha de créditos baratos, los grandes contratos de obras públicas, etc., unido al freno del desarrollo productivo sirvieron en los 80s de base a un fenómeno de corrupción que incluyó a empresarios, funcionarios del estado y políticos derivando en una sucesión de escándalos que continúa hasta ahora. La cultura productivista y austera comenzó a ser desplazada por el cortoplacismo que burlaba las normas. Lo que algunos autores han denominado "corrupción estructural" japonesa causada por la estrecha relación entre la cúpula del Estado y los grandes grupos industriales y financieros culminó en los 80s en un proceso de degeneración ascendente. La presión de las empresas por contratos y créditos públicos se exacerbó al declinar el dinamismo productivo quebrando las fronteras legales. La colusión político-industrial antes cabeza del crecimiento aparece ahora como factor paralizante.

Tanto en el primer ciclo de desarrollo (1868-1945) como en el segundo (1950-1990) el Japón ha sido víctima de su propio "éxito", desbordó las fronteras locales apoyado en el voluntarismo estatal pero la expansión hacia afuera encontró siempre un techo y la apoyatura interna terminó por engendrar parasitismo (militarismo en los años 30s, financierización desde los 80s). En los 90s la industria japonesa ha sufrido un fenómeno de sobreproducción potencial prolongada, la demanda interna se estancó levantarla con más gasto-deuda pública terminaría a mediano plazo por ampliar el desastre, el mercado exterior aparece "bloqueado" como consecuencia de la crisis: la decadencia y el parasitismo se han instalado de manera durable.

 
Japón: sobreproducción potencial en la industria,
1990-1999.Índice de utilización de la capacidad productiva industrial, 1990: 100
 

 

Fuentes: MITI, 1997, 1998; Japan Satatistical Yearbook 1999, OECD, 1999
(*) estimación sobre la base de las fuentes citadas.

Mientras Japón se enfriaba Europa occidental experimentaba un crecimiento debil, con fuerte desocupación y con su flanco Este colapsado (muy lejos de las ilusiones liberales de comienzos de los 90s).

Es en Alemania, considerada el motor de la economía europea donde debemos buscar el eje del problema. Ya en los 80s aparecieron los primeros síntomas de deterioro del "milagro", la anexión posterior de la RDA perecía marcar un gran salto hacia arriba, pero no fue así, por el contrario ese hecho exacerbó a mediano plazo las tendencias negativas. La tasa de crecimiento real de la productividad del trabajo fue descendiendo desde un promedio del 5 % anual en los 60s, hasta llegar al 1,5 % en el primer lustro de los 90s (Gave F, 1996). Esto causó pérdida de competitividad, expresado a lo largo de los 90s por una caída suave pero persistente de la participación alemana en las exportaciones mundiales, su expansión hacia el este europeo significó relativamente poco, incluso a nivel de sus socios europeos perdió posiciones, un ejemplo de ello fue la modificación de las corrientes comerciales con Francia crecientemente favorables a esta última.

Participación alemana en las exportaciones mundiales
1987-2000* (en %).
 

 

(*) año 2000: estimación de la OCDE (OECD, 1999).
Fuente: OCDE, 1999 y OMC.

Hacia mediados de 1999 Alemania contaba con unos 4 millones de desocupados, la tasa de desempleo fue pasando del 4,5 % en 1981, al 6,2 % en 1990, al 8,8 % en 1993 y al 11,6 % en febrero de 1999 (OECD, 1997, Deutsche Bundesbank, 1999), cuando es analizada la población desempleada se observa el incremento del peso relativo de la desocupación de larga duración, en 1974 representaba el 7% de los desocupados, en 1980 el 13 %, hacia mediados de los 80s rondaba el 24 %, en 1994 llegaba al 33 % (Gave, op.cit). El consenso social, uno de los pilares de su "economía social de mercado" se deterioraba. Paralelamente las inversiones luego de un largo período ascendente se estancaron en los 90s como parte de un proceso más general de desaceleración a largo plazo de la tasa de crecimiento del PBI (Beinstein, 1999)

Estancamiento de la Inversión Bruta Fija real en Alemania
Entre 1982 y 1999*, 1982 = 100
 

 

(*) 1999: estimación OECD (OECD, 1999). Fuente: OECD, 1997,99..

La evolución negativa no pudo ser revertida con la anexión de la RDA, una insistente propaganda (originada en los círculos conservadores alemanes) señala que por el contrario la unificación perjudicó a la República Federal ya que esta tuvo que subsidiar la transformación de la ex economía comunista, los hechos fueron muy diferentes, en realidad la Alemania del Este "subsidió" a la del Oeste a través de una gigantesca transferencia neta de riquezas en beneficio de empresas y grupos especulativos de esta última, ese balón de oxígeno no duró mucho y a fines de los 90s Alemania (ahora "unificada") no conseguía superar sus problemas. El estancamiento del mercado interno pudo ser compensado en el segundo lustro de los 90s con aumentos en las ventas externas, de ese modo fue evitada la recesión, una contracción importante del comercio internacional (causada, por ejemplo, por la caída de la tasa de crecimiento de EE.UU) agravaría la situación de la economía alemana.
 

Destino de la producción industrial alemana
En marcos, 1995 = 100
 

Fuente: Deutsche Bundesbank, 1999.
 

Retorno al lugar de origen

Es posible describir la trayectoria geográfica de la crisis: en los 70s golpeó a las economías centrales pero éstas consiguieron amortiguar la caída e incluso seguir creciendo en los 80s y 90s gracias a una combinación de transformaciones internas (que elitizaron y financierizaron sus economías) y periféricas, en este último caso los megaendeudamientos, las apropiaciones de patrimonios nacionales (remate de empresas estatales, etc), la creación de paraísos especulativos (bolsas emergentes, auges exportadores efímeros, etc) culminaron en masivas evasiones de fondos hacia los países desarrollados.

1997 marco el comienzo del enfriamiento periférico, el limón subdesarrollado había sido exprimido, como era lógico la crisis se reinstaló en su lugar de origen, el Primer Mundo. Japón había sido el país pionero, desde el inicio de los 90s, luego del estallido de su burbuja financiera, entró en un estancamiento prolongado.

Europa Occidental, con centro en la locomotora alemana, resistió con altibajos en los 90s pero a paso lento, acumulando contradicciones, debilidades, puntos vulnerables, los pronósticos para el año 2000 son en el mejor de los casos mediocres y peores aun para sus periferias de Europa oriental y África.

Estados Unidos llegaba al limite superior del desborde consumista-financiero, a comienzos de 1999 la euforia bursátil se agigantaba, el ahorro individual se desaparecía, el endeudamiento personal llegaba a niveles muy altos, la cuerda difícilmente podía tensarse mucho mas.

Crisis periféricas

Desde mediados de 1997 los círculos neoliberales difundieron la teoría del "contagio" para explicar la extensión y persistencia de la crisis. Los medios de comunicación la propagaron y numerosos expertos describieron cada desastre con la menor cantidad de referencias posibles a los factores estructurales, centrando el enfoque en ciertos desajustes financieros y sobre todo en la llamada "volatilidad de los flujos de capitales" que vagarían por el mundo transmitiendo la peste, Tailandia afectando a Hong Kong, que impactaría sobre Japón o Indonesia, los que por su parte soplarían vientos huracanados sobre Rusia y luego todos juntos sobre Brasil, etc.

El juego es evidente, los sistemas nacionales o regionales se adjudican mutuamente la responsabilidad principal y si debemos buscar a los culpables originales estos no serian tampoco los ex tigres asiáticos (los primeros en caer) sino "la turbulencia de los mercados" cuyos estados de animo serían caprichosos e imprevisibles. Se trata de un verdadero circulo vicioso que encadena unas crisis con otras y a todas con olas amorfas, anónimas, sin rostro, "virtuales", diabólicas que van y vienen castigando a inocentes gobiernos y buenos empresarios ... y por supuesto a los pobres. La misma metafísica simplista utilizada hace una década para describir la victoria del capitalismo liberal es empleada ahora para desculpabilizarlo en términos concretos, todos los actores visibles aparecen como víctimas.

Si nos ubicamos en 1997 y tomamos aisladamente las áreas periféricas actualmente en crisis observamos que en cada una de ellas existían numerosos factores económicos, sociales e institucionales propios que empujaban a esas sociedades hacia el abismo. Grandes deudas públicas y privadas, déficits fiscales, debilidades tecnológicas combinadas con aperturas económicas salvajes, declinación de los mercados internos, corrupción estatal, etc, son aspectos que con mayor o menor grado aparecían en todas ellas.

Ni Brasil, ni Rusia, ni Indonesia, ni Corea del Sud necesitaban contagiarse, ya eran economías muy enfermas hacia mediados de los 90s.

Pero la casi simultaneidad de las crisis, que a su vez posibilitó su mutua potenciación, no ha sido obra de la casualidad sino de una causalidad mas general, ya que el capitalismo funciona a la vez de manera mundial, transnacional y específica, local, en torno de los super-estados imperiales (G7) y las megaempresas globales exprimiendo una y otra vez a las distintas zonas periféricas las que a partir de sus historias nacionales y regionalesfueron encolumnadas en la marcha heterogénea del sistema global, reproduciendo de manera ampliada desarrollo y subdesarrollo. El último período de ese largo proceso se caracterizó por la destrucción de formas defensivas, autónomas, integradoras de los países pobres, uno de esos casos fue el de los llamados modelos de industrialización por sustitución de importaciones o de desarrollo nacional, apoyados en empresas públicas, barreras proteccionistas y expansión del consumo de las clases bajas, con contenidos ideológicos nacionalistas (América Latina, buena parte del mundo árabe, etc), otro caso, verdadero núcleo duro de la autonomización periférica fue el de los países socialistas en torno de la URSS.

En todos ellos una conjunción de fuerzas disociadoras-elitistas internas y de presiones (occidentales) externas arrasó con las resistencias nacionales imponiendo sistemas de economía abierta, liberal, sometidos a los grupos económicos globales. Estas combinaciones interno-externas obedecieron a agotamientos endógenos (podredumbre soviética, declinación de las empresas públicas latinoamericanas, corrupción estatal en el mundo árabe, etc.) y a fuerzas económicas y políticas desatadas, propulsadas, en los paises centrales por el desarrollo de las crisis de los 70s y las reconversiones de ellas derivadas (financierización, grandes gastos militares de Estados Unidos en los 80s, etc.). No se trato de una "suma de coincidencias" sino de una fenómeno total, envolvente, sobredeterminante, de la dinámica del capitalismo mundial (planetaria pero heterogénea).

Destruidas las vallas de contención el capital financiero universal pudo funcionar a pleno combinando crecimientos centrales (cada vez mas desajustados, desacelerados y parasitarios) y depredaciones periféricas encubiertas muchas veces con euforias especulativas, exportadoras o cunsumistas (de las élites locales).

Las limitaciones de los mercados desarrollados empujaron a empresas y grupos financieros a compensar menores beneficios locales con inversiones de corto plazo y elevada rentabilidad en la periferia, "justificadas" por la inestabilidad y/o pequeñez relativa de esas economías (solía ser agregado un curioso "coeficiente de riesgo-país"), los flujos de fondos externos aparecían junto a programas de ajuste y reforma estructural monitoreados por el FMI y el Banco Mundial que prometían estabilizar a esos países eliminando barreras proteccionistas, sistemas de seguridad social, empresas públicas. El sistema de hiperganancias periféricas desordenaba aun más a dichas economías, hundía mercados internos, impulsaba la corrupción estatal y embarcaba a las élites públicas y privadas locales en una loca carrera de saqueo con lo que el desorden aumentaba al mismo ritmo que las ganancias de los negocios especulativos.

La crisis mexicana de fines de 1994 fue un anticipo, un primer paso interpretado en ese momento por los neoliberales como una desajuste pasajero, geográficamente limitado en la marcha triunfal de la economía global de mercado. Pero en 1996 en varios lugares de la periferia era posible visualizar focos potenciales de tormentas, la pregunta razonable en ese momento hubiera sido ¿donde estallará la crisis?, la respuesta no habría sido sencilla porque los candidatos no faltaban, Brasil devorado por la financierización agotaba sus márgenes de maniobras, Rusia seguía barranca abajo y era evidente el fracaso de la transición capitalista en el conjunto de la Europa del Este, varios tigres asiáticos evidenciaban serios síntomas de agotamiento de sus frágiles sistemas exportadores y de aumento exponencial de la especulación financiera. No hubo respuesta porque el chillido ensordecedor de los liberales no permitía escuchar preguntas, además las dudas eran recibidas con desprecio por la arrogancia totalitaria triunfante. Pero el desastre se produjo y en un par de años la periferia, desde Tailandia hasta Brasil, pasando por Rusia, Argelia, Nigeria, México y regresando hacia Indonesia, se había convertido en un inmenso tembladeral.

La nota discordante ha sido hasta ahora China.

En los 80s las evaluaciones occidentales subestimaban su potencial de desarrollo, y a comienzos de los 90s le auguraban una evolución similar a la de la URSS, por el contrario lo que ocurrió fue una expansión económica que causó hacia fines de los 90s una marea de anticipos sobre su probable ascenso al rango de primera o segunda potencia mundial.

El paralelo con la URSS era superficial y cuando fue evidente el boom "expertos" del Primer Mundo imaginaron a esa nación como a una suerte de supertigre corriendo detrás del modelo capitalista exportador asiático. Pero así como la "China-soviética" había sido una pura fantasía, la "China-sudcoreana" era un delirio aun mayor.

A diferencia de los ex tigres el desarrollo chino no fue el resultado de un proceso inducido desde el exterior sino de una revolución social que engendró un fenómeno de crecimiento endógeno que culminó a mediados de los 70s con una estructura socialista estatal con importantes rasgos de descentralización, desde allí se abrió una segunda etapa en la que se fue estructurando el modelo de "socialismo de mercado".

Es esta economía la que ha crecido a una tasa real anual promedio del 8 % a partir de 1978, desde el punto de vista de las recomendaciones y paradigmas empleados por el FMI o el Banco Mundial se trata de un verdadero "antimodelo" que debería haber fracasado. Sin embargo se derrumbaron los países elogiados por los organismos internacionales, los ex tigres, mientras que la economía china emergía exitosa.

El país ha sido sometido a fuertes presiones por parte de los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.), las potencias centrales (en especial los Estados Unidos) y las megaempresas globales hacia una mayor "apertura" y "liberalización" económica, pero la penetración descontrolada de las inversiones externas, la eliminación de barreras proteccionistas, la desestatización y descolectivización del aparato productivo y otras medidas conducirían hacia una situación parecida a la de los ex "países emergentes" de Asia o a la de las "economías en transición" del desaparecido bloque soviético. El resultado catastrófico de ambas experiencias ha quitado legitimidad a esas presiones que de todos modos se siguen ejerciendo con menos soberbia y triunfalismo pero con intensidad (Estados Unidos, por ejemplo, utiliza su situación de "gran importador" de productos chinos).

Además la propia dinámica económica y social nacional plantea contradicciones significativas.

Un primer problema es el planteado por el polo exportador que duplicó su importancia relativa en una década (1985-1995) pasando del 10 % al 22 % del PBI, ese peso no es "abrumador" con respecto al conjunto de la economía nacional, sin embargo si consideramos la componente industrial (mayoritaria) de las exportaciones observaremos que en 1985 la industria exportaba el 11 % de su producción, en 1995 llegaba al 37 % (The World Bank China, 1997). Existe el peligro de que la industria china quede atrapada por los vaivenes de mercados globales sobre los que su poder será débil, de telarañas financieras turbulentas, de tecnologías y productos que deberá importar (en condiciones no siempre favorables) para no perder competitividad. El esquema actual podría convertirse a mediano plazo en una maquina de importaciones y deudas que alentaría una mayor apertura a las inversiones externas, desigualdades crecientes y pérdida de autonomía.

Un segundo problema derivado del crecimiento económico es el del incremento de las desigualdades cuya agravación podría tarde o temprano quebrar la cohesión social.

El tercer tema es el de la corrupción que se expande a partir de la intrincada red de vinculaciones entre el poder central, las administraciones locales y las empresas estatales, colectivas y privadas. La corrupción se potencia gracias a la convergencia de las desigualdades (ascenso de grupos privilegiados) con la "globalización" de tejidos empresariales y el anquilosamiento de la maquinaria estatal (inadaptaciones a la rapidez de los cambios). La presión neoliberal sobre China apunta hacia la eliminación de mecanismos de control para dejar vía libre a los negocios, la experiencia rusa mostró hacia donde lleva ese camino, pero también lo ilustran otros casos periféricos (como o el de Latinoamérica) donde las privatizaciones y liberalizaciones redujeron de manera drástica al viejo estatismo creando sistemas donde la corrupción creció de manera exponencial.

El cuarto problema enlazado con todos los anteriores es el del deterioro de la identidad ideológica y la legitimidad social del régimen.

Estos temas se enlazan con una crisis internacional durable cuyos impactos se harán sentir cada vez más. La devaluación del yuan reiteradamente pronosticada desde 1997 forma parte de los interrogantes creados por esa situación compleja.
 

Economía, política y crisis

La crisis se ha ido extendiendo, profundizando, abarcando la totalidad del sistema mundial, el reduccionismo económico (especialmente su versión neoliberal) es incapaz de explicar buena parte de las propias turbulencias financieras, productivas, etc., incorporando de tanto en tanto "factores exógenos" ("políticos", "religiosos", "sociales"...) que aterrizan inesperadamente en los territorios que los expertos dicen conocer. La crisis rusa, por ejemplo, puede ser bien visualizada con el indicador de caída persistente del Producto Bruto Interno (se redujo a menos de la mitad en una década) pero ese índice solo puede ser realmente interpretado si lo vinculamos con el proceso más amplio de degradación (social, cultural, política, etc.) del ex sistema soviético y su relación con fenómenos entrópicos globales (ascenso arrollador del parasitismo financiero, sobreproducción potencial crónica en Occidente, auge ideológico del neoliberalismo, etc.).

 

EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO BRUTO INTERNO
REAL RUSO, 1989 = 100.
 
 

 

Fuente: UN/ECE, 1999; Goskomstat, 1999; Bco. Mundial, 1996.
(*) estimación para 1998.

En cuanto a Estados Unidos, la superpotencia restante, no podemos dejar de asociar la euforia financiera-consumista, la tercerización extrema de su economía, el sentimiento de impunidad y de vértigo imperial en sus élites dirigentes, su creciente desconexión intelectual con respecto de la realidad, síntomas de declinación social mas allá de las recientes (efímeras) tasas satisfactorias de crecimiento del PBI.

1999 comenzó con las turbulencias económicas en Brasil y la guerra de la OTAN contra Yugoslavia y terminó con la renuncia de Yeltsin y el empantanamiento ruso en Chechenia, señales múltiples (financieras, militares, políticas ...) del avance de la crisis global.

 

Capitalismo senil

La teoría del imperialismo fue elaborada hace mas de ocho décadas, ahora a comienzos del 2000 la vieja disputa feroz entre potencias capitalistas ha sido reemplazada por una "alianza estratégica" dirigida por Estados Unidos, aunque en la misma subsisten importantes contradicciones.

Distintos factores han contribuido a esta nueva realidad, uno de ellos ha sido la permanencia durante casi medio siglo de un bloque anticomunista dominado por EE.UU que forjó solidaridades , intereses comunes, etc., otro factor esencial es el proceso de interpenetración económica, asociaciones y fusiones transnacionales de empresas en cuya cima se encuentra la constitución de un sistema financiero-especulativo dominante en los países centrales condicionando a sus estados y estructuras productivas, atravesando fronteras nacionales.

Pero eso no significa la llegada de una nueva etapa, "superior" (ultraimperialista) del capitalismo, en primer lugar porque la hegemonía de los EE.UU se da en el marco de una hipertrofia financiera que hunde aun más al sistema en el pantano parasitario que comenzó a desarrollarse hace poco mas de un siglo. No se ha producido la superación capitalista de la degeneración financiera a través de un nuevo orden productivo mundial, por el contrario la financierización ha devenido general, su "cultura" ha penetrado en todos los niveles de la vida social de los países centrales generando formas mafiosas y otras expresiones decadentes que van envolviendo todo.

Por otra parte la periferia es hoy mucho menos maleable que hace un siglo, durante mas de siete décadas una superpotencia periférica, la URSS, desafió a Occidente, resistió un largo asedio, incluida una tentativa de exterminio y aunque finalmente sucumbió a su propio anquilosamiento burocrático, el mundo de la postguerra fría no significa el retorno a la situación colonial de comienzos del siglo XX.

Las descolonizaciones y revoluciones desatadas a partir de la Revolución Rusa y luego de la Segunda Guerra Mundial, mas allá de sus éxitos y fracasos, han dejado una herencia perdurable que no puede ser eliminada de un soplido. La proliferación nuclear (India, Paquistán, China, Corea del Norte...), la existencia de numerosos ejércitos relativamente bien armados en las zonas subdesarrolladas, de culturas periféricas emergentes que expresan voluntades de independencia muy fuertes y por otra parte la dificultad que han tenido hasta ahora los gobiernos del G7 para arrastrar a sus poblaciones en aventuras militares con alto costo en vidas propias, bloquean la alternativa de reconstitución de vastos protectorados militares en las áreas pobres del planeta.

La vieja teoría del imperialismo cubrió lo que podríamos calificar como la etapa emergente, naciente, del fenómeno, donde el dominio del capital financiero coexistía con una civilización burguesa todavía impregnada del productivismo y del nacionalismo forjados a lo largo del siglo XIX, hacia el año 2.000 la cultura de la producción material ha sido desplazada por la del parasitismo financiero y el patriotismo imperialista ha sido ahogado por el consumismo y el ultraindividualismo.

En síntesis, la época de la hegemonía emergente, juvenil del capitalismo financiero que conocieron Lenin y Bujarin ha quedado muy atrás en el tiempo, lo que ahora presenciamos es su etapa senil, decadente.

En consecuencia debemos establecer la diferencia entre las viejas crisis de sobreproducción vigorosas, descontroladas (donde el capitalismo todavía joven se recuperaba para entrar mas adelante en otra crisis pero a niveles económicos cada vez mas altos) de la crisis actual que se produce en un organismo viejo, corroído por muchas décadas de parasitismo financiero (exacerbado en los últimos veinte años).

Un concepto útil es el de "capitalismo senil" (Dangueville R, 1978, pág. 217), cada vez mas penetrado por el cáncer financiero. Haciendo el paralelo con el ser humano Dangeville señalaba que "las enfermedades infantiles tienen efectos espectaculares, la angina le provoca al niño una fiebre muy fuerte que lo deja abatido pero luego se recupera sin secuelas físicas y prosigue su crecimiento, mientras que la patología senil disminuye la capacidad del cuerpo, incluso lo paraliza, el organismo se degrada"(Ibid).

Después de los 70s no hemos asistido a catástrofes similares a la de 1929, si hemos presenciado diversos sacudones enfrentados por lo general con gran despliegue de medios de control, luego de las cuales el sistema reiniciaba su marcha pero con una vitalidad disminuida, con mas deformación parasitaria, no hubo derrumbe sino avance irresistible de la decrepitud.

Por otra parte la experiencia histórica del siglo XX nos permite acceder a una visión del mundo mas amplia, de largo plazo, menos "europea", e ir mas allá de la afirmación de la especificidad capitalista-financiera del imperialismo contemporáneo para incluirla en la trayectoria multisecular de Occidente, desde la Cruzadas en el nacimiento del pasado milenio hasta los bombardeos sobre Irak y Yugoslavia al borde del año 2.000, pasando por la conquista de América, de la India, de África, la guerra de Vietnam, etc. En ese caso la idea del "imperialismo" como etapa superior, final de la civilización burguesa es reemplazada por un enfoque donde el imperialismo occidental aparece en el parto de la civilización burguesa (hacia la Baja Edad Media europea) que en su prolongado camino de depredación planetaria terminó por generar hacia fines del siglo XIX una forma parasitaria, que devino hegemónica bloqueando toda posibilidad de superación capitalista, la victoria del cáncer sella el destino del sistema que lo generó. Dicho de otra manera, podríamos formular la siguiente hipótesis: la civilización burguesa es la etapa superior del imperialismo occidental y la hegemonía total del capital financiero (económica, cultural, etc) inauguró el último capítulo, senil, de la civilización burguesa.

La imagen de la "destrucción creadora" útil para describir el capitalismo del siglo XIX no resulta adecuada para interpretar al sistema global presente. Uno de los rasgos mas llamativos es la tendencia prolongada a la desaceleración de las tasas de crecimiento del PBI de los países centrales durante aproximadamente las tres últimas décadas. Pese a las grandes transferencias netas de capitales desde la periferia y al incremento del gasto público y del potencial científico las economías dominantes se van estancando, Japón parecería indicarle el camino a los otros países ricos.

Otro aspecto significativo es el avance arrollador de la financierización, cuando a fines del siglo XIX irrumpió el capital financiero como polo dominante del capitalismo tuvo que coexistir con un discurso productivista, industrial, que legitimaba la cultura occidental, así ocurrió hasta los años 70s, pero a partir de allí la avalancha financiera sepultó a las estructuras de producción material y motorizó la tercerización de las economías ricas, fue en Estados Unidos donde mas avanzó este proceso. Se trató de un desarrollo colosal del parasitismo con sus capítulos especulativo, mafioso, consumista, etc., que acompaño a una ruptura cultural decisiva, en el imaginario burgués el ingeniero industrial fue reemplazado por el gerente financiero y sus golpes bajos, su inmediatismo, el mundo de los productos tangibles perdió peso frente al de la "economía virtual".

Hipótesis, interrogantes, esbozos de escenarios

Dentro del marco general descripto que sirve de base para la reflexión sobre el futuro podríamos formular hipótesis de trabajo que combinadas y complementadas con otras observaciones constituyen aportes útiles para la elaboración de escenarios.

Aquí me limitaré a describir someramente algunos interrogantes e hipótesis y a esbozar un número reducido de líneas de reflexión, de ninguna manera se trata de establecer pronósticos completos.

En el corto plazo es posible centrar el análisis en dos eventos económicos: el enfriamiento norteamericano y la devaluación de la moneda china. Con respecto a EE.UU las alternativas a destacar son tres: la del aterrizaje suave ("soft-landing" o "smooth slowdown"), la del "crack" financiero y la de la "prolongación de la euforia".

En una publicación reciente el FMI señalaba con respecto al recalentamiento de la economía norteamericana "el inevitable ajuste y desaceleración de Estados Unidos" (ya que) "no existen dudas acerca de la necesidad para el próximo período de una significativa desaceleración, solo su ritmo está en cuestión" (IMF, 1999, pág. 9), acompañando las reiteradas advertencias de Alan Grenspan, y conclusiones similares del Banco Mundial y otros organismos. Las sucesivas subidas en cuentagotas de la tasa de interés durante 1999 por parte de la Reserva Federal buscaban precisamente desinflar poco a poco la euforia bursatil y consumista, alentando incrementos graduales del ahorro ya que un aumento brusco y fuerte del mismo (causado por un derrumbe bursatil u otro acontecimiento negativo) empujaría muy hacia abajo al consumo con los efectos recesivos imaginables.

Sin embargo no es seguro que esa estrategia tenga éxito, hechos económicos o políticos de diversa naturaleza, internos o externos podrían desbaratarla, desde alguna crisis periférica importante hasta una recaída de Japón, etc.

Esto abre el espacio a la segunda hipótesis, la del crack financiero, aquí cabe un amplio abanico de variantes, desde un "nuevo 1929" hasta algo parecido al estallido de la burbuja especulativa en Japón a comienzos de los 90s. En realidad esta última posibilidad (podríamos denominarla "hipótesis japonesa") no está demasiado lejos del "aterrizaje suave", ya que ambas, la primera en la realidad y la segunda en la imaginación de los tecnócratas, no llevan al caos sino a una suerte de enfriamiento relativamente ordenado.

La tercera hipótesis basada en la continuación indefinida de la euforia actual no parece contar con muchos adherentes, salvo algunos gurús que no han podido descender del "tren de la felicidad" de comienzos de los 90s o especuladores que ayudados por ciertos medios de comunicación intentan "bloquear el pesimismo" y seguir con el circo.

Un acontecimiento externo que podría precipitar el aterrizaje norteamericano es la eventual devaluación de la moneda china. Esa alternativa viene siendo anunciada (luego negada, luego nuevamente anunciada, luego ... ) desde 1997 cuando muchos expertos esperaban que el Yuan seguiría el camino de las otras monedas de los países emergentes asiáticos. Sin embargo mantuvo la paridad contra todos los pronósticos, demostrando que el comportamiento de esa economía y las decisiones de sus dirigentes no son en nada similares a los de los ex tigres. De todos modos una contracción fuerte del mercado regional (causado por turbulencias sociopolíticas, como en Indonesia, una mayor recesión en Japón, una recaída de Corea del Sur, etc.) o internacional (precipitada por los factores anteriores, la desaceleración norteamericana, etc.) podrían empujar a China hacia la devaluación. A estos elementos externos es posible agregar contradicciones, conflictos potenciales internos convergentes con algunas de las presiones exteriores mencionadas.

Pero el corto plazo aparece cada vez más impregnado de potenciales rupturas sociales, políticas, militares. En ese nuevo nivel de análisis los dos eventos descriptos (devaluación china y enfriamiento norteamericano) quedan sumergidos en el océano de la crisis global.

Las diferentes hipótesis señaladas deben ser integradas a evaluaciones prospectivas del largo plazo que podrían estructurarse en torno de algunos grandes ejes de reflexión.

Primera línea de trabajo: la prolongación durante mucho tiempo (cerca de una década) de la situación actual donde EE.UU podría sufrir golpes financieros tolerables, reducciones no demasiado dramáticas en su tasa de crecimiento del PBI, aumentos razonables de la desocupación(oficial), etc., con Japón estancado (con alguna que otra recuperación débil), la Unión Europea arrastrando sus males sociales y con crecimientos del PBI parecidos a los de los 90s, Rusia navegando a la deriva (pero sin rupturas decisivas), China tal vez moderando su expansión pero abriéndose mas a los capitales externos y reduciendo sus áreas estatales y colectivas, el resto de la periferia ajustando sus economías, etc., etc.

Se trata de una suerte de "mas-de-lo-mismo", apoyado en el peso abrumador del presente (y del pasado más cercano), es una ilusión conservadora nada original que fotografía la realidad y la proyecta sin cambios hacia delante subestimando el carácter acumulativo de las transformaciones que tarde o temprano terminan por desatar cambios cualitativos, catástrofes, rupturas. La desmitificación de esa hipótesis implica un útil trabajo de detección y evaluación de fenómenos como la financierización generalizada global, la caída a largo plazo del PBI mundial (con centro en los países del G7), la recesión en extendidas áreas periféricas, la evolución de las deudas públicas en el Primer Mundo y el endeudamiento externo de las naciones subdesarrolladas, la relaciones entre la crisis y los sistemas de toma de decisiones político-militares en el centro (principalmente en los EE.UU), el significado de focos y espacios de rebeldía y autonomía en la periferia, etc., etc...

Segunda linea de trabajo: la culminación de las tendencias entrópicas presentes en una descomposición generalizada sin posibilidad de reconstitución a mediano-largo plazo. Nos encontraríamos frente a la decadencia sin retorno de Occidente y del planeta (irreversiblemente occidentalizado). Existe una literatura pesimista-fatalista que apoya este probable escenario, por ejemplo la referida al crecimiento irresistible de las "zonas grises" (fuera de todo control, vegetando en la degradación) desde porciones de grandes ciudades hasta enormes espacios (países enteros, etc.) rodeando polos de alto y mediano desarrollo (Minc A., 1993).

El PBI mundial luego de no crecer o descender durante mucho tiempo dejaría de tener significado. Las tendencias negativas señaladas en la "primera linea de trabajo" darían un salto cualitativo nefasto sin que nadie pueda impedirlo. Ello quiere decir que las alternativas de reconstrucción minadas por la decadencia serían totalmente impotentes.

La elaboración de este escenario aparece como un verdadero desafío a la voluntad de progreso humano.

Tercera línea de trabajo: la alternativa de imposición de estrategias liberales de ajuste muy duro, tanto en la periferia (donde eso empieza a ser practicado) como en el centro, que acentuarían la recesión pero preservando e incrementando el poder de un sector restringido de grandes grupos financieros globales. Las mismas enfrentarían importantes resistencias sociales en las economías ricas (como lo anticipó Francia hacia fines de 1995) y rebeliones de millones de hambrientos en el mundo subdesarrollado. Resulta difícil imaginar su viabilidad sin la presencia de fuertes aparatos represivos internos o extranjeros. Se trataría de la proliferación de neofascismos liberales en versiones desarrolladas y subdesarrolladas que instalarían distintos sistemas de "apartheid social", desde "democracias policiales" hasta dictaduras abiertas.

Esta alternativa tiene muchos puntos de contacto con la "segunda linea de trabajo".

Cuarta línea de trabajo: el ensayo de estrategias neokeynesianas que buscarían romper el circulo vicioso del enfriamiento productivo por la vía de la rehabilitación del mercado interno y necesariamente de cierto proteccionismo.

La agudización de la crisis convertida en recesión generalizada alentaría esa opción pero tanto en los países ricos como en los pobres no se visualizan protagonistas de peso a nivel de los grandes grupos económicos (atrapados por la dinámica parasitaria-financiera) capaces de acompañar esos programas. En el centro los intereses financieros han asentado una hegemonía muy sólida y en la periferia la mayor parte de las burguesías y burocracias nacionales aparecen sometidas a los grupos financieros globales (y sus gobiernos) y convertidas en bandas depredadoras. En ambas zonas del mundo se trataría de ensayos de capitalismo social, integrador sin capítalistas o con muy pocos.

Sin embargo la profundización de la crisis debería en ciertos casos desquiciar a los propios grupos dominantes lo que abriría el juego a formas populares, pragmáticas, articuladas en torno de núcleos de poder emergentes.

Quinta línea de trabajo: basada en la inviabilidad de las opciones anteriores y focalizada en la periferia (aunque no restringida a ella) y en las dificultades crecientes del capitalismo, financierizado, cada vez más excluyente, aproximándose a una etapa de reproducción ultraparasitaria. Este esbozo de escenario se articula en torno de la resurgencia del fantasma que la ola neoliberal de los 90s creía haber eliminado para siempre: el socialismo, como bandera de sistemas de sobrevivencia asentados en la rebeldía de grandes mareas humanas cuyo horizonte no sería la sociedad lujosa del Primer Mundo sino la construcción de formas solidarias, igualitarias, capaces de satisfacer sus necesidades de base. Formas heterogéneas, plurales, correspondientes a espacios culturales y socioeconómicos muy diversos. Modelos de consumo austero y de recomposición, desde abajo, del tejido social.

Conclusión
 
"No es difícil darse cuenta de que vivimos en tiempos de gestación y de transición hacia una nueva época. El espíritu ha roto con el mundo anterior de su ser y de su representación y se dispone a hundirlo en el pasado, entragándose a la tarea de su propia transformación. El espíritu, ciertamente, no permanece nunca quieto, siempre está en movimiento incesantemente progresivo. Pero así como en el feto, tras un largo período de silenciosa nutrición, su primer aliento rompe bruscamente la gradualidad del proceso puramente acumulativo en un salto cualitativo, y el niño nace, así también el espíritu que se forma va madurando lenta y silenciosamente hacia la nueva figura, va desprendiéndose de una partícula tras otra de la estructura de su mundo anterior y los estremecimientos de este mundo se anuncian solamente por medio de síntomas aislados; la frivolidad y el tedio que se apoderan de lo existente y el vago presentimiento de lo desconocido son los signos premonitorios de que algo distinto se avecina. Estos paulatinos desprendimientos, que no alteran la fisonomía del todo, se ven bruscamente interrumpidos por la aurora que de pronto ilumina como un rayo la imagen del mundo nuevo".
 
G. W. F. Hegel, "Fenomenología del Espíritu" (Hegel G. W. F, pág. 12).

 

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