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Instituto Argentino para el Desarrollo Económico.

Joaquín Arriola y Diego Guerrero *

La nueva economía política de la globalización

Introducción:

*Diego Guerrero, invitado por el IADE y las revista REALIDAD CONOMICA dicto en 2001 varios seminarios en la ciudad de Buenos Aires.


Bibliografía:
"La nueva economía política de la globalización"
Autores: Joaquín Arriola y Diego Guerrero
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco (España)
ISBN 84-8373-293-9


Introducción y orientación bibliográfica

Que el mundo vive un periodo histórico de transición es un hecho definitivamente asumido por la población en general. En 1989 se cerraba un ciclo histórico que iniciado en 1917, fue un intento fracasado por superar el sistema de explotación sistemática de la fuerza de trabajo que conocemos con el nombre de capitalismo. Al mismo tiempo, se desvanecía en el pasado reciente la época dorada del "Estado de Bienestar", que si llegó a desarrollarse, su duración en el tiempo y en el espacio se limitó a unas pocas décadas y abarcó tan solo a una minoría de la población y el territorio del planeta.


Pero si bien no resulta muy complicado entender de donde venimos, más difícil resulta intuir hacia donde vamos. De este modo, la inseguridad se adueña de las conciencias de los ciudadanos, se borra cualquier horizonte de progreso social a largo plazo, y la ideología del inmediatismo en una población incapacitada para comprender los mecanismos básicos de su presente como historia.


Pero esta ignorancia no se corresponde con el estado de los conocimientos humanos. Existen suficientes datos y teorías adecuadas para explicar esencialmente las dinámicas sociales en curso. Sin embargo, un proceso sistemático de silenciamiento y marginación de las voces críticas y lúcidas, facilita que la mayoría de la población no alcance a traducir en procesos sociales sus propias experiencias personales.

 

En esta ceremonia de la confusión, la crisis del socialismo real se ha traducido en una rápida exclusión del marxismo del campo del pensamiento socialmente admitido, a partir de una identificación ampliamente publicitada que es no solo errónea (el marxismo no ha sido la base de la construcción política del socialismo soviético) sino conscientemente política: la marginación del marxismo es al mismo tiempo la marginación de la clase obrera como sujeto político autónomo, y de paso el triunfo ideológico del capital. El denominado pensamiento único es exclusivamente el pensamiento aceptado por la clase dominante, y la ideología de la globalización es al mismo tiempo la globalización de la ideología de dicho pensamiento.

Competitividad, globalización, eficiencia, son conceptos que casi siempre se utilizan con este doble objetivo económico a la vez que político. De cada 100 veces que se utilizan, 99 no significan nada concreto, en particular cuando se hace referencia a la "globalización". Pero su uso tiene un efecto traumático sobre la población, pues se presenta siempre como referencias a realidades inexorables, más allá de la capacidad de la gente para oponerse a sus designios.


Las condiciones objetivas para que exista una economía mundial están dadas (mercados, volúmenes de producción, tecnologías de transporte y de distribución etc.) prácticamente desde finales de la segunda guerra mundial. Pero para que exista una economía mundial, un espacio productivo mundial coherente, hace falta también una moneda, que es a la vez expresión de los valores (mercantiles) y de la soberanía política. Y ésta todavía no existe.


Con todo, durante las últimas dos décadas hemos asistido a un importante proceso de reestructuración capitalista que ha ido dando respuesta --la respuesta del capital, ciertamente -- a tres desafíos a los cuales se enfrentaba la distribución de la producción social, que siempre es uno de los problemas centrales de la dinámica económica y de la lógica de la competencia capitalista, aunque no quede más remedio que reconocer que se trata de un conjunto de procesos que vienes a su vez determinados por la forma y elperfil que adquiere la dinámica de la acumulación de capital. De forma esquemática, esta respuesta se resume en lo siguiente:

  • La competencia capital-trabajo se ha resuelto mediante la deslocalización industrial (traslado a zonas de menores salarios absolutos de las partes de los procesos de producción más intensivos en trabajo) y mediante la desregulación laboral (conversión de una parte importante del empleo en los países centrales en empleo precario, es decir, menos sujeto a negociación colectiva y de menor salario relativo).

  • La competencia Estado-capital se ha resuelto mediante la generalización de las políticas neoliberales (es decir, ajustando la política económica de casi todos los países a las necesidades del capital transnacional y reduciendo los espacios de participación social en la toma de decisiones públicas, lo cual incluye desde el control de los medios de comunicación de masas hasta la corrupción masiva de los representante políticos) y la privatización (reduciendo la posibilidad de planificación directa desde las empresas públicas: Investigación y Desarrollo, inversiones estratégicas, negociación colectiva modelo para el sector privado etc.; y convirtiendo los servicios sociales en fuentes de ganancias capitalistas).

  • La competencia entre capitales se ha resuelto mediante una nueva ola de centralización del capital (es decir, mediante procesos masivos de fusiones y absorciones de empresas) y de concentración del capital (logrando las grandes empresas mayores cuotas de mercado).

Todos estos procesos merecen, sin duda, un análisis exhaustivo, para poder explicar el cambio de correlación de fuerzas tan radical experimentado desde 1980 en favor del capital y en contra de los trabajadores. Esta modificación de la correlación de fuerzas no ha sido el resultado exclusivamente de un cambio de orientación de las políticas gubernamentales (de socialdemócratas a neoliberales) más favorables al capital a costa de los trabajadores, sino que resulta sobre todo de la gran capacidad mostrada por las empresas para adaptar sus estructuras organizativas y productivas a un entorno con gran dinamismo y exigencia. Los cambios estructurales que en el aspecto organizativo han introducido las firmas multinacionales han permitido a las grandes empresas concentrar y centralizar el capital a un ritmo desconocido hasta ahora en la historia del capitalismo y recabar de los trabajadores una mayor proporción de riqueza social en forma de excedente empresarial.

Estos cambios reflejan una flexibilidad y capacidad de adaptación que muchas veces se le ha pretendido negar a las grandes empresas --sobre todo cuando hace unos años se pusieron de moda las teorías que querían creer que lo pequeño es siempre más hermoso que lo grande (Schumacher), y que las nuevas tecnologías fomentarían una fragmentación de capitales y una mayor competencia en los mercados (Pioré y Sabel).


Para desarrollar un análisis adecuado de estos fenómenos, se necesitan las teorías adecuadas. Este libro pretende mostrar algunas de las líneas de investigación actuales en el pensamiento económico de raíz marxista occidental (no olvidemos que hay también una rica tradición marxista en países como India o Japón). Los artículos aquí reunidos hacen referencia a diversas tradiciones de pensamiento, marxista, enfoques analíticos y problemáticas, sin agotar todas las que actualmente son objeto de análisis y controversia allí donde hay un espacio colectivo de discusión (Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania o Estados Unidos, Brasil, México, Bélgica o Canadá, son tan sólo algunos de los países en los que se están haciendo aportaciones relevantes actualmente).


El conjunto de trabajos que presentamos en este volumen son una importante contribución a un conocimiento más penetrante de varias dimensiones de los procesos socioeconómicos contemporáneos, y una crítica a la ideología dominante de la inevitabilidad y la sobredeterminación de los procesos sociales bajo la égida del capital. Pese a lo limitado de la muestra, creemos que es suficiente para ver como esta perspectiva analítica proyecta con más claridad y precisión el presente hacia el futuro, a partir de una comprensión más científica y menos ideológica del pasado que la que puedan aportar las demás corrientes de pensamiento económico.


Como guía de lectura, en esta introducción presentamos algunas de los textos básicos de esta metodología de análisis, esperando que sirva al lector que desee profundizar en el conocimiento de la economía marxista e incluso que pueda aportar algunas sugerencias para nuevos proyectos de investigación..

I. Acumulación y crisis del capitalismo global

La literatura sobre la teoría marxista de la tendencia descendente de la tasa de ganancia (TDTG) --considerada por Marx como la ley más importante de la Economía Política (LTDTG), y de cuya formulación en forma coherente se declaraba personalmente autor-- es tan amplia que, en vez referirnos a los participantes directos en la larga historia de los debates en torno a la misma, se podría llenar este comentario bibliográfico con la literatura que aborda la cuestión en segunda instancia, es decir, que intenta reconstruir, desde ópticas y posiciones teóricas distintas, la propia historia de estos debates. Así, y para ceñirnos sólo al ámbito de los autores que han enfocado la LTDTG desde posiciones no completamente hostiles al marxismo, citaremos algunas de las obras conocidas sobre esta materia, bien porque están accesibles en español, bien porque, aun no estándolo, constituyen una referencia obligada para todo aquél que quiera profundizar en la materia.


1. Desde un punto de vista postkeynesiano, que sólo comparte con el marxismo la ambigua simpatía que hacia él sentía una de las protagonistas en los debates (Robinson, 1942), puede señalarse la edición española del libro en cuatro volúmenes de Kühne (1972/73), quien, desde la citada perspectiva robinsoniana aborda la cuestión en dos pasos: primero, estudia la LTDTG como "fenómeno de tendencia secular" (vol. 3, pp. 412 y ss.), para pasar a estudiarla luego como una "teoría de la coyuntura" (vol. 4, pp. 540 y ss.).


2. En segundo lugar, desde posiciones que hoy se identifican con el llamado marxismo analítico (también llamado neoclásico por otros autores), la actitud hacia esta ley ha sido aun más crítica, pero reconociendo al menos la centralidad de la ley en la explicación marxista de las crisis. Así, el belga Van Parijs (1980), uno de los más conocidos enemigos recientes de la ley, señala que, aunque las "primitivas interpretaciones marxistas tendían más bien a localizar el origen de la crisis en la desproporcionalidad o en el subconsumo", de hecho desde la década de 1930 la citada ley se ha convertido en el centro de la explicación, y cita como representativos de esta tendencia las obras de Grossmann (1929) y Dobb (1937), así como las críticas de Moszkowska (1929, 1935, 1941), Sweezy (1942) y la ya citada Robinson (1942).


3. Desde el punto de vista del marxismo sraffiano (cuyo representante más conocido quizás sea Steedman, 1977), los autores de la más exhaustiva historia de la Economía marxista (en dos volúmenes, aún no publicada en español), Howard y King (1989, 1992), han dedicado un capítulo de su libro a esta ley, distinguiendo las polémicas ocurridas en tres periodos distintos: 1883-1918, 1918-45 y 1945-73 (véase el capítulo 7 de Howard y King, 1992; y también Eltis, 1987). A esto cabría añadir que desde un punto de vista similar se ha señalado que "en los setenta y hasta la fecha, continúa la discusión en revistas como Socialist Register, Review of Radical Political Economics, New Left Review, Temps modernes, Science and Society, Cambridge Journal of Economics y Capital & Class", y que "el campo de la controversia actual es mucho más amplio y ofrece una gama de enfoques que van desde la economía convencional hasta marxistas, sraffianos y sus oponentes" (Groll y Orzech, 1987, p. 591).


4. Desde la perspectiva del marxismo althusseriano reivindicado por autores como R. Wolff y S. Resnick, hay también una reciente historia del debate que pretende resumir el mismo repartiendo a sus participantes en tres grandes categorías. Así, Cullenberg (1994) distingue entre la tradición que aborda el debate desde la perspectiva de la "totalidad hegeliana" y la que lo hace desde el punto de vista de la "totalidad cartesiana", para oponer a ambas la posición que él prefiere, y que denomina el "enfoque marxista descentrado" de análisis del "movimiento contradictorio de la tasa de ganancia"


5. Por último, la tradición central a este respecto --que arranca de Marx para desarrollarlo teóricamente y/o intentar contrastar empíricamente las tesis implícitas en la ley, y contra la cual se han dirigido la mayor parte de las críticas recogidas en los trabajos anteriormente citados-- es la que enlaza a Grossmann (1929) con sus discípulos Mattick (1969) y Rosdolsky (1968), y de ahí a autores contemporáneos como Shaikh (1978, 1983, y, en español, 1990), Weeks (1979, 1981), Foley (1986), Moseley (1988, 1992), Fine (1979), Duménil y Lévy (1993), o los autores de la escuela del Temporal Single System (véase Freeman y Carchedi, 1996). Una característica adicional común de estos trabajos es su esfuerzo por combatir los argumentos usados por los críticos de la teoría marxiana (desde Tugán-Baranovski y Bortkiewicz, a caballo entre los siglos XIX y XX, a la citada Moszkowska o los japoneses Shibata (1934, 1939) y, sobre todo, Okishio, 1961).


6. Especial mención merecen los autores que han intentado llevar a cabo medidas empíricas de la evolución de la rentabilidad y su relación con las crisis, las ondas largas o el derrumbe del capitalismo. Aquí, el trabajo clásico es Gillman (1957), seguido de la tesis elaborada por Mage en 1963, y una tradición ligada a los autores citados en el punto 5 (véase en especial, los trabajos citados en Shaikh y Tonak, 1994, o Wolff, 1987, pero también Chung, 1981, Shaikh, 1987, Gouverneur, 1983, 1998, Duménil y Lévy, 1993). Para el caso español, aparte de otros trabajos que se preocuparon en el pasado por la evolución de la rentabilidad, desde la perspectiva señalada en 5 cabe citar Guerrero (1989) y Román (1997).


7. En la mayoría de los trabajos empíricos han predominado los autores que ligaban la caída de la tasa de ganancia con el aumento de la composición de capital, aunque no han faltado quienes han optado por la tesis de la profit squeeze (o compresión de los beneficios debida a la presión salarial), como muchos radicales americanos (Weisskopf, 1981, Sherman, 1989) pero también europeos (Reati, 1990, Glyn y Sutcliffe, 1972, o los autores de la escuela de la regulación, comenzando por Aglietta 1976) o por la incidencia del aumento relativo del trabajo improductivo como vía de drenar la capacidad de generar nuevos crecimientos de la plusvalía (Salama, 1973).


8. El artículo de David Laibman (autor que se ha ocupado del tema desde 1982 al menos) recogido en este libro es un claro ejemplo de un esfuerzo marxista por combinar las teorías de la composición creciente del capital y de la compresión de la ganancia, en forma de dilema al que se enfrenta inexorablemente la dinámica del capital. En este sentido, comparten su heterodoxia (en relación con la posición del artículo de Anwar Shaikh que se incluye en este volumen, que es un representante más claro de la línea señalada en el punto 5) con el artículo de Howard Petith (tercero de los recogidos en el libro), que intenta vincular la LTDTG con una tesis que siempre se ha supuesto, no sólo ajena al marxismo, sino fuente y origen de las críticas de Marx a la teoría de la renta de la tierra en Ricardo. La comparación de las tres perspectivas recogidas en la primera sección de este libro se puede ver, por tanto, como una rememoración, o un resumen actualizado, de muchos de los debates históricos que han jalonado más de un siglo de pensamiento económico marxista sobre la acumulación y la crisis del capitalismo global.

II. La dinámica financiera de la crisis

Una de las grandes paradojas del pensamiento marxista es que, siendo el dinero una categoría central en el análisis de Marx, como se puede constatar en sus principales escritos de crítica económica (El Capital, La Contribución a la Crítica de la Economía Política o la primera parte de los Grundrisse), sus seguidores le han prestado una atención muy escasa. Sin embargo, los estudiosos no economistas de su obra, son conscientes del lugar central que ocupa en su perspectiva la cuestión del dinero. Así, por citar dos ejemplos, la antología "El pensamiento de Marx", de U.Cerroni, dedica al tema dos de los nueves capítulos dedicados a presentar el análisis marxiano de la "crítica de la economía política". La "antología de Marx", de E. Tierno Galván señala como una de las preguntas fundamentales de Marx en la "Contribución..." "el significado total del dinero como instrumento , como mercancía y como símbolo" (p.192). Las 100 páginas dedicadas a extractos de El Capital, incluyen al menos 30 referidas a cuestiones monetarias de diversa índole (1).

El pensamiento económico marxista, por el contrario, al menos hasta muy recientemente, no ha profundizado en la comprensión específica de los fenómenos monetarios y su lugar en el proceso de acumulación y de reproducción del capital.


Posiblemente, una causa de este retraso se encuentre en la dificultad de casar la concepción de Marx del dinero como equivalente general con una base metálica con el predomino actual del dinero de crédito sin referencia última aparente a una base de valor real. El trabajo de Trevor Evans incluido en este libro contribuye a aclarar esta dificultad, mostrando cómo la traslación a nuestras condiciones actuales de la teoría monetaria de Marx exige colocar en el centro del análisis un concepto de dinero "convencional", o dinero de crédito, más acorde con la realidad del ciclo del capital actual, y a partir del cual se pueden desvelar los límites del proceso de acumulación -sus crisis- en sus formas contemporáneas. El capítulo de este autor muestra como la teoría marxista del dinero descansa sobre dos ideas básicas: que el dinero expresa el valor de las mercancías, y que es un medio de validación social del gasto privado de trabajo. La principal diferencia entre las diferentes concepciones marxistas del dinero estriba en el mayor o menor énfasis puesto en uno u otro aspecto. Al presentar las principales aportaciones de los teóricos marxistas que han desarrollado el tema, desde Rudolf Hilferding hasta los autores franceses (de Brunhoff, Lipietz), norteamericanos (Foley, Harvey), italianos (Negri, Graziani) o alemanes (Ganbman) contemporáneos, Evans muestra cómo la sustitución del dinero con base metálica por dinero de crédito se encuentra en la base de las modernas transformaciones del sistema de pagos, en particular del sistema monetario internacional.


Los autores marxistas franceses, estudiando las causas de la inflación a finales de los sesenta, reintroducen el interés analítico por el dinero, retomando la concepción marxista para criticar las concepciones neoclásicas de la inflación. En 1970, el primer número de la revista Critique de l'Economie Politique se dedicó a un análisis de la inflación que, a partir de varios textos de G. Jourdain, J. Valier y otros (reproducido en Mandel y otros 1973), introduce en los círculos marxistas un renovado interés por los problemas monetarios, continuado inmediatamente por autores como S.de Brunhoff (1971), o J.L. Dallemagne (1971). Otros autores recuperan las reflexiones clásicas sobre el dinero, a la luz de los nuevos acontecimientos de las décadas recientes (Backhaus 1986, Bologna 1993, Bonefeld 1995b, o los textos de S. de Brunhoff)


La crisis del sistema monetario internacional dará pie a diversos análisis que renuevan la atención de los economistas marxistas por los problemas monetarios, en particular por la dimensión financiera de las crisis. Algunos trabajos, como los de Parvoni (1981), M. H. Wolfson (1986), R. Pollin (1987), M. Itoh (1978), Guttman (1989), Epstein y Gintis (1992), intentan analizar la información estadística disponible en un enfoque no tradicional. Pero cuando se trata de avanzar en la comprensión teórica del proceso, los análisis se centran en un enfoque histórico (Pilbeam 1992, Phillips 1993, Walter 1993). Cuando se avanza en la interpretación teórica, algunos autores abandonan el marco analítico del marxismo (Aglietta 1982, 1998). Como se refleja en trabajos más tradicionales como el de Magdoff y Sweezy (1986), el análisis marxista carece aún de un consenso básico en torno a una teoría interpretativa de los nuevos fenómenos financieros en su relación con la dinámica general de la acumulación. Con todo, ya se cuenta con algunas aportaciones relevantes, por parte de autores como Ch.
Marazzi (1977), E. A. Brett (1993), W. Bonefeld (1995a).


El intento de diversos autores franceses por interpretar analíticamente el fenómeno conocido como "globalización" no ha dado todavía resultados espectaculares, aunque apuntan en nuevas líneas de investigación (Chesnais 1996). Es previsible que en algún momento, lleguen a converger los estudios sobre la crisis y los análisis monetario-financieros en una nueva síntesis, como auguran algunos de los trabajos presentados en este libro, por ejemplo los de Laibman o Evans.


Este terreno de análisis, relativamente novedoso, cuenta en este libro con dos aportaciones. El capítulo de los brasileños Carcanholo y Nakatani recupera la distinción de Marx en el volumen III de El Capital entre crédito, capital dinerario, capital real y capital ficticio, para interpretar la dinámica financiera, su dimensión especulativa y su impacto en el proceso de acumulación.

Por su parte, el trabajo de Joaquín Arriola, que incluimos en este libro, muestra cómo la crisis monetaria internacional, reflejo de una crisis de hegemonía, tiene varias etapas en las cuales el dinero internacional adquiere un carácter progresivamente más virtual, siendo esta "desmaterialización" del dinero lo que permite explicar la globalización en su dinámica más real, consecuencia de la actuación de la potencia hegemónica para reproducir la asimetría estructural en el sistema internacional de pagos entre el dólar/EE.UU. y el resto de divisas/mundo.

III. Globalización y subdesarrollo

Si la revolución rusa de 1917 y la crisis mundial marcaron el contenido de las investigaciones y debates de los economistas marxistas en el primer tercio de siglo, tras la II Guerra Mundial serán tres revoluciones y tres guerras de liberación (China 1949, Cuba 1959 y Argelia 1961) las que aportarán nuevos bríos y contenidos a los estudios económicos marxistas.

Tras la II Guerra Mundial, será Paul A. Baran (1959) el que dará pie a una larga serie de investigaciones que definen una de las aportaciones más fructíferas del marxismo a la comprensión del mundo contemporáneo, esto es, los análisis sobre el fenómeno de lo que se ha venido a denominar "el subdesarrollo".

 

Probablemente el autor que más ha contribuido a divulgar el pensamiento radical sobre los problemas del subdesarrollo sea André Gunder Frank. Tachado con frecuencia de vulgarizador, extremista o unilateral, no cabe duda de que sus libros se encuentran entre los de mayor divulgación e influencia en los años sesenta y setenta. Comenzado por sus textos polémicos con el pensamiento conservador, cuyos títulos se convirtieron en lemas teórico-políticos por más de una década: "el desarrollo del subdesarrollo" y "sociología del subdesarrollo y subdesarrollo de la sociología". Otros textos suyos tuvieron también gran influencia en la izquierda latinoamericana y europea (1967, 1969, 1972). Probablemente, uno de sus mejores textos sea su estudio sobre la acumulación mundial en las fases previas a la revolución industrial (1978).


El nexo de estos debates con el pensamiento marxista de primera hora se encuentra no tanto en Marx como en las aportaciones que sus discípulos hicieron en los primeros años de este siglo a la teoría del imperialismo. Hilferding (1910) y Nicolai Bujarin (1915) son las principales aportaciones, pero también juegan su papel el texto -no marxista- de J. A. Hobson (1902), el texto divulgativo de las aportaciones -no siempre reconocidas- que hiciera Lenin (1917), o las aportaciones de Rosa Luxemburg (1913) y Karl Kautsky (1898).

En América latina, los análisis que desde la CEPAL impulsara Raúl Prebisch sobre el deterioro estructural de los términos de intercambio, se tradujeron en una cierta apropiación más radical de estos descubrimientos, como queda explicitado en textos como los de Sunkel y Paz (1970), que combinan una visión estructuralista con algunas aportaciones marxistas. Pero la principal consecuencia de esta amalgama será que los estudios sobre las estructuras del desarrollo van a adquirir un perfil histórico-sociológico, más que económico, como se refleja en otros textos "clásicos" del marxismo latinoamericano, como por ejemplo Agustín Cueva (1977), Cardoso y Faletto (1972) o Rui Mauro Marini (1973).

De este modo, la contribución teórica de los estudios latinoamericanos del subdesarrollo y la dependdencia tienen menos profundidad analítica que la que aportan los debates en torno al intercambio desigual. El texto del mexicano Alejando Valle tercia en este viejo pero inconcluso debate, que iniciara A. Emmanuel (1969). Emmanuel argumenta que el comercio internacional es un mecanismo de apropiación de valor procedente de los países dependientes por parte de los países imperialistas, como consecuencia de que la relación salarios/productividad es menor en aquellos. Esta tesis dio lugar a uno de los más importantes debates económicos del marxismo contemporáneo, cuyas primeras aportaciones están recogidas en la discusión mantenida por el propio Emmanuel y Charles Bettelheim, incluida como anexo en el libro de Emmanuel, y cuya continuidad se puede leer en el debate entre Emmanuel y Samir Amin por un lado, y entre Christian Palloix y Charles Bettelheim por el otro (1971). La principal consecuencia práctica de dicho debate teórico queda explicitada en el texto de dos aportaciones: "el proletariodo de los países ricos participa en la explotación del tercer mundo" (Emmanuel) y "Los trabajadores de los países ricos y pobres tienen intereses solidarios (Bettelheim).

 

En estos momentos en que predominan las tomas de posición sobre bases intuitivas o, en el mejor de los casos, estético-morales, conviene releer estos textos para recuperar el sentido de lo teórico y su vinculación con la práctica. De este debate surgió una corriente analítica que convino en denominarse "escuela de la dependencia", que incluye entre sus principales integrantes a A.G. Frank, Samir Amin (1973, 1974, 1988), Giovanni Arrighi (1978, 1995), y el historiador Immanuel Wallerstein (1974,1980), el cual aporta la fundamentación histórica del marco analítico desarrollado por los teóricos de la dependencia.

En cierta forma, la escuela de la dependencia conecta, en el debate de principios de siglo, con los análisis de Rosa Luxemburgo relativos a la necesidad de colonias para compensar los desequilibrios del proceso de realización del valor de los países imperialistas (como mercados en los cuales colocar las mercancías excedentarias de los países industrializados, o como abastecederores de inputs a bajo coste que facilitan la maximización de las ganancias en los países centrales).

 

Otros autores contemporáneos continúan sus análisis en la tradición más ortodoxa de Lenin o de Bujarin, en lo que podemos denominar modernas teorías del imperialismo. Una buena síntesis de las posiciones marxistas sobre el imperialismo la podemos encontrar en e libro de A. Brewer (1980); por su parte, Owen y Sutcliffe (1972) aportan una buena selección de textos clásicos y modernos sobre el imperialismo.


Los estudios marxistas recientes de las relaciones entre centro y periferia han descansado sobre varios ejes de análisis, con frecuencia presentados en forma de polémica y contraste con otras posiciones coetáneas. Laclau (1971), Brenner (1977) y Warren (1980) generaron una importante controversia con el pensamiento "dependentista" dominante a finales de los setenta. Estos autores, entre otros, sugieren que el análisis de capitalismo tiene como categoría central la relación salarial. De este modo, recuperan las posiciones de Bettelheim en el debate inicial con Emmanuel, y sugieren otra perspectiva analítica de las relaciones internacionales de dominación. en la cual la categoría de modo de producción es analizada en una nueva perspectiva histórica.


Los autores marxistas hindúes, como P. Chattopadhyay (1972) o P. Patnaik (1973), aportan importantes contribuciones a este debate, que tiene en el texto de Sweezy y otros (1969) una de las síntesis clásicas de dicha controversia.


También el papel de los intercambios monetarios y comerciales y su relación con el proceso de acumulación ha sido recientemente analizado desde una perspectiva nueva. Anwar Shaikh (1990) aporta una nueva visión sobre el papel de los desequilibrios comerciales en la determinación de los precios nacionales. También es relevante a este respecto el trabajo de S. Kalmanovitz (1986). La contribución de Alejandro Valle a este libro conecta también con estas aportaciones recientes, señalando la importancia de la productividad relativa en las comparaciones internacionales y en la dinámica de la plusvalía.


La crisis contemporánea y su incidencia específica en la conformación de las estructuras de la periferia mundial tiene una importante contribución por parte de autores marxistas como A. Lipietz (1982), o E. Altvater (1985). Aunque muchos análisis están aportando evidencia empírica sobre las transformaciones en curso, por ejemplo Ch. Payer (1974, 1980) P. Salama (1986) o Fröbel, Heinrichs y Kreye (1980, 1986), no se ha logrado aún un modelo interpretativo con la capacidad de movilización y traducción política que tuvieron, al margen de sus limitaciones analíticas, la teoría del imperialismo a principios de siglo o la teoría de la dependencia en los años setenta. En este sentido, es importante un ajuste de cuentas con la teoría dominante recibida, y ya disponemos de algunas aportaciones significativas en la teoría marxista (Dockès, 1975). La aportación de John Weeks a esta sección del libro permite ver con claridad el carácter ideológico y metafísico de las teorías y políticas basadas en la creencia en la perfección del libre mercado. ¿Cómo es posible que unas ideas con una base teórica endeble e incoherente se conviertan en el catecismo de las políticas económicas contemporáneas, llámense programas de ajuste estructural, como en el tercer mundo, o políticas neoliberales como en los países desarrollados? John Weeks, tras mostrar por qué la competencia efectiva de la realidad y la competencia perfecta de la teoría son contradictorias e incompatibles entre sí, aclara con su trabajo cómo los factores políticos y sociales enlazan con la dinámica actual de universidades y centros de formación en Economía, para diseñar una justificación ideológica que, disfrazada de teoría, oculta que el objetivo último de las políticas actuales es hacer recaer sobre los trabajadores el coste de las ineficiencias del sistema en vigor.


Poniendo en cuestión la historia del crecimiento y el desarrollo (Dockès y Rosier 1988), y aplicando el análisis crítico del marxismo a la comprensión de las razones profundas de las políticas económicas del desarrollo y su fracaso, se podrá avanzar en una nueva teoría. Sin duda, las aportaciones de los autores marxistas son el eje sobre el cual podrá pivotar la construcción de una nueva síntesis de comprensión de lo real.


En cuanto al trabajo de Xabier Arrizabalo, su propósito fundamental es el análisis de las relaciones que existen entre los planes de ajuste puestos en práctica en toda la economía mundial y la situación de subdesarrollo capitalista en que permanece la mayoría de dichos países. Para ello, se utiliza el caso particular de Chile, que ha tenido una importancia muy especial, al ser utilizado como punto de referencia y guía por muchos de los planes abordados con posterioridad por otros países. Las consecuencias directas de este tipo de planes son bien conocidas: destrucción económica (liquidación de actividades, desvalorización de la fuerza de trabajo, parasitismo especulativo, etc.), regresión social (cuestionamiento de las conquistas sociales, deterioro de la sanidad y la educación públicas, empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, extensión de la pobreza a capas cada vez más amplias de la población, etc.) y cuestionamiento, también, de las conquistas democráticas (pérdida de soberanía, exclusión de determinados asuntos de la discusión política...).

IV. Tecnología, trabajo y explotación

El análisis de los procesos de trabajo se vio sometido por parte de los economistas marxistas durante muchas décadas a una desatención similar a la señalada para las cuestiones monetarias. Pese a la importancia de los análisis concretos sobre el maquinismo en el primer tomo de El Capital, los marxistas de la primera y segunda generación dedican poco espacio a la reflexión sobre el impacto de los cambios tecnológicos en las condiciones estructurales de la acumulación. Son contadas las aportaciones de autores marxistas al análisis de los cambios en las condiciones de la producción, y las más importantes en todo caso son elaboradas desde perspectivas más sociológicas que económicas, como en los importantes estudios sobre el fordismo de Georges Friedman (1935) o las reflexiones de Antonio Gramsci sobre fordismo y americanismo en los Cuadernos de la cárcel (1950).

La situación cambia considerablemente a partir de la publicación del trabajo de H. Braverman (1974). Braverman analiza el conflicto capital-trabajo desde el punto de vista del proceso de descualificación creciente de la fuerza de trabajo incorporado en el cambio técnico, que es presentado así como un mecanismo social de concentración de poder en manos del capital frente a los trabajadores. Con la denominación de "mercado universal", el autor muestra cómo los capitalistas tratan de profundizar su control sobre el proceso de trabajo extendiendo su control al conjunto de la sociedad, desde las escuelas a los flujos de información, las actividades de ocio o la propia vida familiar. Con esta obra se inicia un periodo de fertilidad en el campo de los análisis marxistas sobre el proceso de trabajo, en un terreno en el cual difícilmente podemos encontrar la línea divisoria entre análisis económicos y sociológicos (A. Zimbalist (1979), S. Marglin (1974); A. Gorz (1975), B. Coriat (1979, 1990, 1991)), o incluso entre marxismo y sociología radical (D. Noble, 1984, 1995), y que no excluye críticas profundas al análisis de Braverman, por su aparente menosprecio a la capacidad de resistencia de los trabajadores o por cierta teleología en materia de descualificación que no considera la importancia de la existencia de trabajos descualificados en las primeras fases del capitalismo (Wood 1985).


Una de las consecuencias más importantes del cambio técnico adoptado en condiciones capitalistas es la amenaza creciente que supone para el agravamiento del problema estructural del desempleo. Así, el artículo de los conocidos marxistas franceses, Gérard Duménil y Dominique Lévy, que incluimos en este libro va en la línea de lo que estos prolíficos autores vienen escribiendo en los últimos tiempos (véase, como muestra, el último número de la colección Actuel Marx/Confrontation: Duménil y Lévy, eds., 1999). El trabajo que incluimos pretende comparar la experiencia del desempleo europeo y el estadounidense, partiendo de la amplitud de la ola de paro estructural comenzada durante los años 70. Aunque sus efectos están todavía presentes en Europa, la tasa de desempleo comenzó a declinar a partir de 1982. La rapidez del cambio técnico no explica el aumento del desempleo, ya que el ritmo del primero se hizo más lento desde 1970, tanto en los EE.UU. como en Europa. La causa del desempleo estructural se encuentra en la lentitud de la acumulación, que a su vez deriva de la crisis que comenzó en los 70, ligada al descenso de la rentabilidad. A estos factores se unen determinantes macroeconómicos y financieros. Las políticas neoliberales, en especial los altos tipos de interés, reforzaron y prolongaron la ola de paro. Los diferentes ritmos de progreso técnico en las dos economías explican la especificidad americana (donde el progreso técnico es claramente más lento que en Europa desde la segunda guerra mundial, a medida que Europa se acercaba a los niveles de los EE. UU.). Los autores concluyen afirmando que se están dando recientemente una serie de procesos que presagian una salida de la crisis, ligados a la revolución de la información, y que dichos procesos pueden estar ya operando de forma más clara en los Estados Unidos.


Independientemente de la definición más o menos marxista de los autores norteamericanos o franceses --con frecuencia encuadrados en la corriente institucionalista aquéllos, y en la escuela de la regulación éstos--, no cabe duda que sus contribuciones son una de las aportaciones recientes más interesante a una nueva comprensión de la fase actual del capitalismo, cuya integración en un marco conceptual adecuado es una tarea pendiente, pero a la cual es precisamente el pensamiento marxista el que está realizando algunas de las aportaciones más novedosas y fructíferas (Bowles y Boyer 1990).

 
Un campo de análisis que cuenta con pocas aportaciones desde el marxismo es el de los procesos de trabajo en países subdesarrollados, analizado en su caso desde una perspectiva básicamente sociológica (Gutiérrez Garza 1989, Moody 1997) o político-sindical (Munck y Waterman 1999, Pau y Solidaritat 1999). La contribución de Javier Martinez Peinado, nos introduce, sin embargo, en una metodología de análisis de las dinámicas contemporáneas que entronca con la visión algo olvidada del "superimperialismo" de Karl Kautsky. Martinez Peinado sugiere que la aparición de una significativa producción industrial de exportación en países periféricos debe ser entendida como una modificación de los patrones tradicionales de la dependencia, pero en todo caso, las significativas diferencias de productividad entre centro y periferia, que lejos de reducirse se amplían cada vez más, confirmarían la característica extravertida de estos procesos de industrialización, en los cuales la fuerza de trabajo actúa exclusivamente como coste y no como factor esencial de la demanda, pues el mercado de realización del valor es el mercado mundial.


Los libros de Edwards (1979) y de Gordon, Edwards y Reich (1980) dan un nuevo impulso a una de las ramas más fértiles en los últimos años del pensamiento económico marxista: la comprensión teórica y empírica de las transformaciones en los procesos de trabajo y en las condiciones de valorización del capital, a partir de la comprensión crítica de los procesos tecnológicos y sociales de flexibilización, segmentación y automatización del trabajo, y su vinculación con la crisis del pacto social de postguerra (Reich 1981; M.D.Yates 1994; Fox Piven y Cloward 1997). La globalización es interpretada en este sentido como un fenómeno que, independientemente de los contenidos concretos que se le quiera adjudicar al término, acontece en un periodo caracterizado por una renovación de los métodos de explotación de la fuerza de trabajo. En una perspectiva marxista clásica, Botwinick (1993), Lever-Tracy (1984) o Williams (1991) muestran cómo un análisis riguroso de los cambios en el mercado de trabajo actual debe partir de considerar las nuevas formas de competencia, que no se encuentran anuladas bajo una aparente globalización que en todo caso, no sustituye a las leyes fundamentales del sistema capitalista.


En el trabajo que incluimos de Emilio Diaz Calleja se inspira en la necesidad de estudiar conjuntamente las leyes económicas y la actuación del Estado a la hora de analizar en profundidad el fenómeno de la globalización. Partiendo de una inspiración clásica, Diaz Calleja se propone indagar, por medio de una aproximación de carácter esencialmente empírico, hasta qué punto la intervención del Estado, y particularmente las instituciones del denominado "Estado del Bienestar", han tenido en la práctica capacidad para cambiar las pautas "naturales" de distribución de la renta en las sociedades capitalistas desarrolladas, y, en particular, en medir el grado en que las actividades financieras del Estado, considerado en su conjunto, han alterado la distribución de la renta en el periodo de las últimas décadas en los países más importantes de la OCDE. Sus conclusiones empíricas enlazan también con una preocupación teórica sobre el alcance de la globalización, respecto a una posible pérdida, o no, del control estatal sobre los procesos económicos.

V. Otros aspectos de la globalización

Lo que comparten los tres artículos que forman esta sección no es su aparente carácter residual, que podría asociarse con el título que lleva la misma --Otros aspectos de la globalización--, sino quizás un mayor grado de escepticismo acerca del fenómeno mismo como algo radicalmente novedoso en la evolución de la economía capitalista.

Así, el artículo de Paolo Giussani, al abordar de forma directa este problema, nos trae a la cabeza el trabajo de muchos teóricos e historiadores económicos que llevan mucho tiempo hablando del fenómeno de la globalización (aunque sin mencionarlo con ese término) como consustancial con la dinámica del capital, empezando quizás por el propio Marx (1867). Así, I. Wallerstein (1979) y su teoría de la economía-mundo, nos remite a un capitalismo que es, desde sus mismos orígenes, una economía global y con una tendencia siempre creciente a la globalización. Paul Bairoch ha insistido siempre (véanse Bairoch, 1971 y 1996) en que el nivel de vida comparativo entre los países del tercer mundo y del primer mundo es "un foso que se hace abismo", dejando patente que el crecimiento de la brecha que se atribuye al reciente periodo globalizador no es sino el reforzamiento de una tendencia ya antigua. Merece la pena citar a este autor a este respecto: "(...) Hasta fines del siglo XVII, el nivel de vida del futuro Tercer Mundo y el del futuro mundo desarrollado eran muy próximos. Es probable incluso (...) que el futuro Tercer Mundo haya tenido en promedio un nivel de vida un poco más elevado que el de la media del futuro mundo desarrollado. Con el advenimiento de la revolución industrial empieza a abrirse la brecha (...) hasta 1820-1830 la situación no se había modificado apreciablemente (...) Pero ya desde 1860-1870, la diferencia existente entre el futuro Tercer Mundo y el futuro mundo desarrollado, en términos de nivel de vida medio, era ya de 1 a 2 (...) Antes de que termine el siglo XIX la diferencia es ya de 1 a 3. Hacia 1950, era ya de 1 a 5; y (...) hacia 1980 la diferencia (...) no se alejaba de la proporción de 1 a 8" (Bairoch, 1971, pp. 319-20).

Por consiguiente, el artículo de Giussani, más que en la línea de Chesnais (1996), Amin (1998), Andreff (1996), o Soros (1998) --a quienes se puede añadir, en España, el caso de Vidal Villa (1996)--, hay que situarlo en la corriente que cuestiona la idea como una nueva ortodoxia (Harman, 1996, Hirst y Thompson, 1996, Henwood, 1996). Para un repaso de estas nuevas teorías, se puede ver Ianni (1996).


En cuanto a la cuestión de las relaciones entre globalización y sociedad de servicios o postindustrial, el artículo de Diego Guerrero enmarca dicha conexión en el contexto de una triple tendencia que se puede detectar sobre la materia. Por una parte, la defendida por quienes ven en la terciarización un peligro para el crecimiento a largo plazo de la economía (véase Baumol, 1976, y un resumen de estas ideas, en español, en el excelente resumen de Gutiérrez Junquera, 1993). Por otro, los que, en la línea de la argumentación ideológica de Bell (1961, 1973), que arranca de una tradición que se remonta hasta el siglo XIX y principios del XX (véase Lederer, 1925), se esfuerzan por presentar las ventajas de la sociedad postindustrial sobre la ya desfasada sociedad industrial (véase Fourastié, Clark, etc.). Por último, los trabajo de los más escépticos (véase Delaunay y Gadrey, 1993), que no ven tan claro que se produzca (en términos reales) un crecimiento de la producción de servicios en relación con la producción de bienes, o que prefieren centrar su atención en el diferente ritmo de crecimiento de uno u otro tipo de bienes (en particular, bienes de consumo y bienes de inversión, y la repercusión que dicho cociente tiene sobre la dinámica a largo plazo de la economía). Este último aspecto enlaza, por tanto, con el que ya se analizara en los trabajos de la primera sección de este libro, pues termina por cuestionar la relación entre crecimiento y ciclos económicos, y la tendencia del sistema a las crisis periódicas y/o al derrumbe (véanse los reciente libros de Brenner, 1998, o Arrighi, Hopkins y Wallerstein, 1999).


Por último, el trabajo de Carmen Anula se remite a un campo de especial importancia para el análisis de la zona fronteriza entre las disciplinas económica, sociológica, jurídica y política. Esta literatura, magistralmente representada por el excelente trabajo crítico de las posiciones liberales que representa la obra principal Karl Polanyi (1944), puede completarse con la recopilación de trabajos recogida en el libro de Crouch (1988), así como con toda la literatura sobre la importancia del Estado del Bienestar en el funcionamiento de las modernas economías occidentales, desde Esping-Andersen (1993) a Picó (1987), o sobre el papel del Estado en general (véase Block, 1977) que la propia Anula (véase Anula, 1995, o Anula y Díaz, 1997) ha relacionado, en profundidad, con la cuestión de la incidencia de la familia y de las formas adoptadas por el propio mercado de trabajo (véase Botwinick, 1993) sobre el comportamiento de todo el conjunto de relaciones sociales de producción y reproducción.


Notas
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