Tercer Mundo Económico.
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consultado agosto 28 de 2000
La gobalización, nueva forma de colonialismo
No son la prosperidad universal y la hermandad lo que marcan el inicio del nuevo siglo, sino la desigualdad y el conflicto. En las palabras pronunciadas en la sesión de apertura del Foro del Milenio, el 22 de mayo en el hall de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, reproducidas a continuación, Martin Khor, director de la Red del Tercer Mundo, ataca la distribución desigual del poder y la riqueza en el mundo y exhorta a oponerse a la nueva forma de colonialismo que representa el sistema actual de globalización.
Nos reunimos a comienzos del
nuevo siglo, enfrentando las graves crisis que venimos arrastrando del siglo
pasado. Hace poco años alguien predijo el "fin de la historia", el
fin de los conflictos de ideas o conflictos físicos en la medida que todos los
países y pueblos abrazan el objetivo único de la libertad de los mercados y la
democracia liberal.
Pero el fin de la Guerra Fría no dio paso a la prosperidad o la hermandad
universal. El escándalo de la pobreza continúa arraigada, y hay crecientes
desigualdades entre países, clases sociales, hombres y mujeres, pueblos indígenas
y quienes desean colonizar sus recursos. En lugar de paz y seguridad, hay
conflictos e inseguridades, algunos de ellos resultantes de las presiones
mundiales y las desigualdades y la pobreza. Está la crisis ambiental, que
plantea dudas sobre la supervivencia de la Tierra y la humanidad. Está la
amenaza de una tecnología mal encaminada, como la energía nuclear, los
productos químicos y la ingeniería genética. En el sector de la salud, los
científicos predicen el final de la era de los antibióticos en la medida que
las enfermedades provocadas por bacterias y virus resisten en abuso de
antibióticos y levantan el fantasma de nuevas epidemias.
Nuestra época también está definida por el proceso de la globalización. Hay
diferentes enfoques de este fenómeno. Algunos dicen que es inevitable y
básicamente bueno; sólo hay que adaptarse a él y aprender y recoger los
beneficios. Otros se preocupan por los costos y proponen algunas redes de
seguridad que amortigüen la caída de los perdedores. En realidad, la esencia de
la globalización es la embestida de las grandes compañías e instituciones
financieras en procura de aumentar su poder, de crecer más a expensas de otros,
y de aumentar sus ganancias. Han presionado a sus gobiernos, de los países
ricos, para desbaratar las fronteras nacionales que les impiden tener un acceso
libre y total a los mercados de todo el mundo, especialmente de los países en
desarrollo.
Las economías de esos países habían sufrido durante la época de colonización,
por lo que en la primera etapa de la independencia, los gobiernos de muchos de
esos países implantaron medidas para levantar su débil economía nacional, las
empresas, bancos y predios agrícolas nacionales. Aplicaron políticas que
favorecieron la economía y las empresas locales, y las defendieron de las
grandes firmas extranjeras depredadoras. Esas grandes firmas quieren ahora
desmantelar todo tipo de barrera para poder apropiarse de las empresas y
precios agrícolas del mundo en desarrollo, y aumentar su monopolio. Es así que
ahora vemos la liberalización del comercio, las finanzas y la inversión. Pero
en los sectores donde las grandes compañías y sus gobiernos podrían perder con
la liberalización, practican el proteccionismo, por ejemplo la imposición de
normas de propiedad intelectual estrictas en todo el mundo, que es un tipo de
proteccionismo, de creación de monopolio de la tecnología por parte de grandes
empresas que obstaculizan la transferencia de tecnología.
La globalización tal como se practica actualmente es un tipo de apartheid, un
término mencionado por Juan Somavia, director General de la OIT, en su reciente
discurso. Es equívoco y evasivo hablar sólo en términos de "compartir
mejor los beneficios de la globalización" y ayudar a los
"marginados". Esto presupone que la globalización sólo produce
beneficios, pero que algunos ganan más que otros. En realidad, la globalización
crea beneficios para algunos y pérdidas para otros, y lo que es peor, el mismo
proceso que genera los beneficios también genera pérdidas. Así, parte de los beneficios
de los que ganan se logra a expensas de las pérdidas de los que pierden.
La globalización es un proceso que puede ser denominado recolonización, un
término acuñado por Chakravarthi Raghavan, editor de SUNS, cuando escribió un
libro sobre el GATT, la ronda Uruguay y el Sur. Está en marcha una nueva forma
de colonialismo. Cuando se luchó contra la esclavitud, o el apartheid, o el
colonialismo, no se hablaba en términos de compartir mejor los beneficios de la
esclavitud o el apartheid o el colonialismo. Se luchó contra los sistemas de la
esclavitud, el apartheid y el colonialismo. De manera que nosotros tampoco
podemos hablar de repartir mejor los beneficios de la globalización. Tenemos
que combatir el sistema de globalización que tenemos actualmente.
El quid del problema es la distribución desigual de poder y riqueza en el
mundo. Debemos reconocer esto y no eludir el tema. Quienes detentar el poder y
la riqueza desean mantenerla y protegerla. Por lo tanto, vemos que hay un doble
discurso entre lo que se predica a los demás y lo que protegen para mantener el
monopolio del poder y la riqueza. Tuvimos la exitosa campaña para prohibir las
minas de tierra, una victoria de los movimientos populares. Pero las potencias
nucleares todavía se niegan a prohibir las armas nucleares. Se habla mucho de
lograr transparencia y democracia a nivel nacional, y nosotros, como
organizaciones no gubernamentales, hemos sido parte de esta campaña en nuestros
países. Pero los países más poderosos se niegan a democratizarse a nivel
internacional, donde principalmente el Grupo de los Ocho o la OCDE o las
instituciones de Bretton Woods y la OMC toman las decisiones mundiales sin la
debida participación de los países más pequeños, menos aún de la sociedad
civil. Hubo una gran presión de los países ricos para obligar a los países más
pobres a liberalizar sus economías, pero el Norte practica el proteccionismo
cuando insiste en patentar sus tecnologías, cuando practica la biopiratería,
cuando no abre sus puertas a la mano de obra que le llega desde el Sur.
Uno de los cuatro temas centrales del foro es cómo revitalizar la influencia de
la ONU. En realidad, como todos sabemos, la ONU ha sido vaciada de poder no
porque sea ineficiente o inútil sino porque es demasiado transparente y demasiado
democrática, y sus decisiones son tomadas con la participación de todos los
países. El Consejo de Seguridad es la excepción. Los países en desarrollo
tienen demasiado influencia en la ONU en la medida que las decisiones se apoyan
en el criterio de un voto por país. Es así que a principios de los años 90, las
grandes potencias decidieron reformar y remodelar la ONU, y transfirieron su
autoridad en temas económicos y sociales, al FMI, el Banco Mundial y la OMC,
instituciones que controlan. Las decisiones del FMI y el Banco Mundial son en
función de un voto por dólar. La OMC tiene un sistema de toma de decisiones que
en momentos cruciales ha excluido a la mayoría de los países en desarrollo, en
especial mediante el tristemente célebre "proceso de negociación de sala
verde".
Necesitamos una democratización de las instituciones mundiales. Para que eso
ocurra, las potencias deben aceptar aflojar el lazo tendido en torno a las
instituciones y relaciones internacionales. Sólo lo harán cuando los
movimientos de los pueblos y la sociedad civil les haga saber que ése es su
deseo.
Necesitamos democratización y transparencia en el sector privado, en las instituciones y mercados financieros, en las compañías transnacionales.
Necesitamos comunicar nuestra preocupación por la concentración de la riqueza a
través de compras de empresas y fusiones, su capacidad de destruir la riqueza
de países pequeños a través de la especulación financiera.
Necesitamos que haya una transformación del sistema y las instituciones
financieras. Las protestas de Wshington, en Chiangmai, demostraron que el
pueblo conoce ahora el tremendo daño que han causado las políticas impuestas
por instituciones financieras tales como el FMI y el Banco Mundial. Su sistema
de gobierno debe cambiar y también el papel que cumplen y las políticas que
aplican, o que el cambio del sistema financiero incluya su acotamiento a un
papel adecuado, más restringido y pequeño.
Necesitamos cambiar el sistema multilateral de comercio. El principio de
liberalización a cualquier costo que rige la OMC es equívoco y ha provocado
alteraciones. Muchos de sus acuerdos tienen fallas y deben ser cambiados. Por
ejemplo, el Acuerdo sobre Agricultura, que conduce a la liberalización de la
importación en los países en desarrollo, supone una amenaza para millones de
formas de vida rural y pone en riesgo la seguridad alimentaria. Los productos
alimenticios de los países en desarrollo para consumo local deberían ser
excluidos de las obligaciones emanadas del acuerdo sobre liberalización de las
importaciones y subvención interna. El Acuerdo sobre derechos de propiedad
intelectual aumentará los precios de los medicamentos, impidiendo la
transferencia de tecnología y facilitando la biopiratería. Varias ONG han
llegado a la conclusión de que ese acuerdo no tiene cabida en una organización
comercial que, además, se supone que promueve la liberalización, no el
proteccionismo sobre la tecnología. Y debería haber una moratorio a la
introducción de temas nuevos como inversión, competencia, contratación pública,
que darán aún más poder a la OMC y tendrán consecuencias desastrosas.
Necesitamos que la ONU tenga mayor poder. En efecto, la ONU también debería ser
reformada, especialmente en la estructura y el sistema de formulación de
decisiones del Consejo de Seguridad. Debería ser más eficiente y efectiva para
servir a "nosotros, los pueblos". Pero todos reconocemos que podrá
hacerlo sólo si Estados Unidos paga sus aportes a la ONU, y que no los
condicione a la introducción de reformas que la debilitarán aún más, ya que eso
es chantaje. Los países ricos no deben retener sus pagos a la ONU. También
puede dársele poder a la ONU cuando las grandes potencias acuerden devolverle
su legítimo papel en los procesos decisorios y programas referidos a los
asuntos económicos y sociales. El Banco Mundial, el FMI y la OMC pueden cumplir
funciones importantes, pero deben ser apropiadas, que promuevan políticas
correctas, y deberán redimensionar el papel desmedido que tienen actualmente.
Debe haber una transferencia de poder y autoridad de esas instituciones (y de
mecanismos que dan participación exclusiva a los ricos, como el Grupo de los
Ocho y la OCDE) a la ONU.
Y así, nosotros, los pueblos, nos enfrentamos a un mundo dividido, un mundo de
desigualdad y conflicto. Debemos trascender las bellas palabras de diplomáticos
y burócratas, ya que tal vez las bellas palabras y el lenguaje cauteloso formen
parte de su trabajo. No se espera que nosotros, la sociedad civil, utilicemos
un lenguaje cauto y diplomático. Debemos tratar de identificar y eliminar las
fuentes de pobreza y conflicto, y la desigualdad de riqueza.
Al hacerlo, primero debemos rendir homenaje a los héroes populares que han
surgido a lo largo de años y siglos de luchas sociales. Los que lucharon por
derrocar las poderosas fuerzas opresivas de la esclavitud, el feudalismo y el
colonialismo. Los que luchan para que la gente común y pobre, los pequeños
agricultores y campesinos, los obreros, los desempleados y los sin techo tengan
derechos. Los que luchan por el uso seguro y democrático de las tecnologías,
contra la contaminación nuclear y química, contra la ingeniería y la
contaminación biológica. Los que luchan por reforma agraria y derechos sobre la
tierra, por el derecho de los trabajadores a recibir una remuneración decente y
trabajar en condiciones laborales dignas, por los desposeídos de los tugurios y
las zonas y plantaciones de ocupantes. Incluso aquéllos que integran
burocracias internacionales y nacionales, incluso los diplomáticos y
funcionarios de la ONU que dan lo mejor de sí para desviar la marea del frente
diplomático.
Nos comprometemos a hacer nuestro el espíritu y las lecciones de esos
luchadores valientes de todos los siglos y a emprender las luchas de la era
moderna, el siglo XXI, y a utilizar métodos innovadores y efectivos, a servir
al pueblo, y con ello al mundo y a nosotros mismos. Nosotros, los pueblos,
podemos sobrevivir y forjar un mundo mejor que sea socialmente justo y
ecológicamente sustentable y, como resultado, que sea un mundo de paz y
seguridad. Invitamos a la ONU y a los gobiernos a sumarse, así como la
Secretaría General de la ONU nos invitó esta mañana a sumarnos a las
actividades de la ONU. Pero con o sin la ONU, nosotros, los pueblos, tenemos
que hacerlo, llevar a cabo nuestra misión de forjar un mundo mejor.