MERCADO Plus

 

Alvin y Heidi Toffler


Cinco mitos del mundo global

 

La crisis financiera mundial sirvió, al menos, para refutar la falsa y simplista noción –promovida por Washington y Wall Street– de que el mundo avanza hacia una única y perfecta economía global de mercados abiertos y creciente prosperidad para todos.

 

El avance de la crisis financiera mundial impone un debate serio sobre el futuro de la globalización. La visión de la post-Guerra Fría –promovida con fervor religioso tanto por Washington como por Wall Street– mostró un mundo que avanzaba hacia una única y fluida economía global de mercados abiertos y mayor riqueza para todos. Tal como han dejado en claro las recientes reuniones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en Washington, esta peligrosa y excesivamente simplificada imagen del futuro se está desintegrando.

 

El ingreso no regulado de dólares especulativos a los pequeños mercados emergentes y la velocidad con que los asustados inversores retiraron el dinero han dejado sin aire a algunas de las economías de más rápido crecimiento del mundo. Este proceso afecta a cientos de millones de personas y asestó un duro golpe a la clase media. Ahora amenaza con desatar una ola de proteccionismo y nacionalismo, por no decir una recesión mundial.

 

De Moscú a Malasia, los gobiernos están imponiendo, o regresando a, los controles de cambio, para evitar que el letal contagio financiero se disemine más allá de las fronteras nacionales. Todo lo cual pone en tela de juicio el futuro mismo de la globalidad.

 

Hay muchas definiciones de globalización. Pero la de aplicación más generalizada en términos económicos podría enunciarse en términos sencillos del siguiente modo: globalización es la expansión de los mercados de capitales, bienes, servicios, mano de obra e información más allá de las fronteras nacionales.

 

Hace largo tiempo ya que nos debemos un debate público serio sobre la globalización y sus efectos. En lugar de ese debate, lo que hemos escuchado tiene mucho de demagogia nacionalista contrarrestada por argumentos interesados esgrimidos por economistas poderosos que trabajan para determinados gobiernos o empresas. Y lo que es peor, el escaso debate público sensato con el que hemos contado está contaminado por la presencia de cinco mitos peligrosos.

 

 

Mito 1. Globalización es liberalización

 

Aunque los dos términos están relacionados, globalización no es lo mismo que liberalización. El liberalismo (o neoliberalismo, tal como algunos lo llaman hoy) requiere el levantamiento de las barreras al comercio y libertad para los flujos de capital, lo cual, por supuesto, facilita la globalización. Pero la ideología liberal va mucho más lejos. También requiere la privatización de las empresas estatales y la desregulación, medidas que muy poco tienen que ver con la globalización como tal.

 

Incluso las grandes empresas en manos del Estado, o controladas por él, pueden competir con éxito a escala global. Basta con analizar como ejemplo algunas de las empresas chinas que han inundado el planeta. Las industrias altamente reguladas también pueden competir eficazmente en el ámbito mundial.

 

En síntesis, globalizar no implica la aceptación de un programa liberal completo. Y liberalizar no necesariamente significa globalizar.

 

Mito 2. La globalización es inevitable

 

No es así. Para empezar, es factible posponerla, si no revertirla. Hoy se muestra a la globalización como el cierre de un proceso histórico que comenzó cuando, durante la era industrial, pasamos de los mercados locales a los nacionales. ¿Qué podría tener más lógica que la proyección en línea recta de esta tendencia hasta llegar al nivel global?

 

Sin embargo, la historia no avanza en línea recta. La expansión del comercio y de la actividad financiera más allá de las fronteras nacionales se vio demorada durante largos períodos por las guerras. Hoy, el proceso de globalización podría detenerse como resultado del fuerte rebrote nacionalista y aislacionista que vemos en muchos países. Podría llegar a su fin por una crisis económica global o quizá hasta por una pandemia aterradora, similar a la del Ebola, que termine en una cuarentena obligada y en restricciones a los viajes, el comercio y el transporte de carga. Por más improbables que pudieran parecer estos escenarios, ninguno debería ser descartado. Cosas peores han ocurrido ya.

 

Del mismo modo, los avances científicos y tecnológicos seguramente producirán, en algún punto, sustitutos para muchos de los materiales hoy importados. De ser así, cabría esperar menos, y no más, comercio y la financiación que lo acompaña.

 

Mito 3. El proceso de globalización está avanzando en forma pareja en toda la economía y creará "campos de juego nivelados"

 

En realidad, es justamente lo opuesto. La globalización avanza con sacudones y espasmos, y crea una serie de campos de juego financieros totalmente desparejos y, en consecuencia, numerosos problemas. De acuerdo con Robert I. Weingarten, presidente de la empresa reaseguradora Veritas, con sede en Suiza, la palabra globalización encubre ritmos de cambio radicalmente diferentes en cada uno de los componentes del sistema financiero. Por ejemplo, aunque los mercados de divisas son verdaderamente globales, los mercados de títulos se han quedado a la zaga, y los mercados bursátiles continúan cotizando, en la mayoría de los casos, valores predominantemente locales. Hasta en Europa, donde las presiones por la integración económica están llevando hacia una moneda única y un solo banco central, el Financial Times informa que "los mercados accionarios siguen sumamente fragmentados bajo un mosaico de diferentes reglas y reglamentaciones". La meta de un mercado financiero fluido sigue estando muy lejos. Y el camino está, en el mejor de los casos, lleno de baches.

 

Mito 4. La globalización destruye a la democracia

 

Los ultranacionalistas de lo que solía ser la derecha y muchos de los sindicalistas de lo que quedó en pie de la izquierda odian la globalización y la consideran como "un ataque a la democracia", tal como dijeran Hans-Peter Martin y Harald Schumann en el best-seller europeo The Global Trap. Las cosas no son tan simples.

 

La globalización hace que los gobiernos y los políticos sean más sensibles a las demandas de los sectores que los respaldan, más allá de sus propias fronteras. Los gobiernos ávidos de inversiones extranjeras se arrodillan ante los mercados de capitales. Los fondos para las campañas políticas provienen cada vez más, directa o indirectamente, del exterior y, de ese modo, compran influencias políticas dentro del país. Los lobbies extranjeros compiten con los grupos de presión locales.

 

A otro nivel, las organizaciones globales no gubernamentales reducen la influencia relativa de los grupos de presión enteramente nacionales. Por ejemplo, la organización internacional Greenpeace ejerció sin duda más presión para que Francia terminara con las pruebas nucleares que la que podría haber ejercido cualquier grupo ambientalista local.

 

Si por democracia entendemos darle voz a quienes se ven afectados por las medidas de un gobierno, ¿podríamos decir que se la debilita cuando se permite que sectores externos, en ocasiones seriamente afectados por esas acciones, participan también de la toma de decisiones? ¿Crea la globalidad las bases para una democracia a un nivel superior?  Estas preguntas no son triviales, y las respuestas no saltan a la vista.

 

Mito 5. La globalización es buena (o mala) para todos

 

Washington ve al proceso de globalización no sólo como algo positivo para Estados Unidos sino para el mundo en su conjunto. En cambio, muchas de las naciones más pobres lo ven como una conspiración de los intereses norteamericanos y occidentales para desacelerar su desarrollo, socavar sus bienes, y luego comprarlos a precio de remate. Nada es bueno para todos. Ni siquiera los helados.

 

Los mercados libres y las fronteras abiertas son, en general, buenos. Pero no necesariamente todos se benefician con la integración global de las economías, o no se benefician por igual, o no se benefician dentro del mismo marco de tiempo. Las recompensas, si es que llegan (y puede ser que no) llegan más rápido para unos que para otros. Lo mismo ocurre con las dislocaciones.

 

En síntesis, dado que el debate sobre las ventajas y las desventajas de la economía global requerirá de nuestra atención en los meses y años por venir, sería útil que nos propusiéramos algún ejercicio para aclarar nuestra mente y abandonáramos, de una vez y para siempre, estos mitos que ensombrecen el panorama.

 

© Los Angeles Times Syndicate/MERCADO