PENSAMIENTO ECONOMICO
Año 1 No.1
Primer semestre 2002
www.economista.8k.com/pensamiento
REFLEXIONES SOBRE LA GLOBALIZACIÓN/*
Por: Alberto Romero[1] RESUMEN En el artículo se analiza el fenómeno de la llamada globalización, a partir de los diferentes enfoques y teniendo en cuenta los cambios experimentados por la economía mundial durante la segunda mitad del siglo XX. En particular se muestra cómo pese a los innegables avances tecnológicos, que han hecho posible una mayor integración económica, cultural y política entre las naciones, las asimetrías, características de la participación de los diferentes grupos de países en la división internacional del trabajo, no solo se conservan sino que tienden a profundizarse, tal como lo muestran las estadísticas sobre los principales indicadores del desarrollo mundial incluidas en el documento. Finalmente, se indican las posibles alternativas que tienen los países en desarrollo para mejorar su situación en la actual división internacional del trabajo. Palabras clave: Globalización, División Internacional del Trabajo, Estado, Países en Desarrollo. INTRODUCCIÓNLa globalización se ha
convertido en tema obligado de análisis y discusión, tanto en los foros
políticos y empresariales como en el ámbito académico. Pese a ser tan difundido
el concepto, no existe consenso sobre los alcances que ha tenido el proceso
globalizador a escala planetaria, sino que más bien se presenta una verdadera
confrontación de ideas, unas tratando
de justificar el statu quo internacional, bajo el supuesto de que todos los
países tienen las mismas oportunidades, al tiempo que otras rechazan cualquier
posibilidad de inserción ventajosa en la actual división internacional del
trabajo. Una tercera posición trata de conciliar los puntos de vista extremos y
de formular una especie de síntesis, en
la cual las fortalezas y las debilidades dependen no solo de la correlación de
fuerzas en el plano económico y político a escala mundial, sino también de las
transformaciones estructurales que se lleven a cabo al interior de las naciones
menos desarrolladas. Independientemente de
los enfoques planteados, la globalización se ha convertido en una especie de
pretexto para justificar las desigualdades entre los diferentes grupos de
países dentro de la actual división internacional del trabajo y, si bien es
cierto que los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas ofrecen
nuevas oportunidades de mejorar la situación de las naciones atrasadas en el
contexto internacional, ésta tiende a depender cada vez más de la estrategia
transnacional de acumulación a escala mundial. DEFINIENDO LA GLOBALIZACIÓN Existen múltiples
interpretaciones del concepto "globalización", todas ellas enmarcadas
dentro de parámetros ideológicos y políticos, unos más o menos rígidos, otros
más o menos eclécticos. En términos generales, la globalización es analizada desde
posiciones tecnoeconómicas, socioeconómicas, políticas, geopolíticas,
partidistas, religiosas, etc. No obstante, existen rasgos comunes a todas las
interpretaciones, en el sentido de ver en la globalización una etapa avanzada
de la división internacional del trabajo, la cual se caracteriza por una mayor
interacción e interdependencia de los factores y actores que intervienen en
el proceso del desarrollo mundial.
Estos factores y actores son de índole económica, social, política, ambiental,
cultural, geográfica, etc., e involucran relaciones entre Estados, regiones, pueblos, empresas, partidos, etc.
Existen, sin embargo, posiciones
claramente divergentes que es necesario analizar. ·
Los defensores de la globalización Para los defensores de la globalización ésta consiste en la profundización de la interdependencia económica, cultural y política de todos los países del mundo. Entre los principales argumentos a favor de este enfoque se destacan, por ejemplo, el incremento inusitado del comercio mundial de bienes y servicios, así como del flujo de capitales, gracias, entre otros factores, al avance de los medios de transporte, así como al uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación/,[2] las cuales han hecho posible una mayor integración de los países, mediante el uso de recursos apoyados en las tecnologías satelitales y, especialmente, de la Internet, la red de redes mundial. Es tal la importancia de estos cambios tecnológicos que algunos autores consideran que han provocado el surgimiento de una especie de "nuevo continente sin tierra", en el cual las fronteras convencionales prácticamente desaparecen, dando lugar a la aparición de una "nueva economía" (OHMAE, 2000). A este proceso contribuye, supuestamente, la reducción de aranceles y de trabas a la circulación del capital entre los países. Para los defensores de la globalización ésta se presenta como un fenómeno históricamente irreversible, al cual deben sumarse todos los países, si no quieren perder el tren del desarrollo./[3] En este mismo sentido se expresa Reich, para quien en el futuro “no existirán productos ni tecnologías nacionales, ni siquiera industrias nacionales. Ya no habrá economías nacionales, al menos tal como concebimos hoy la idea” y lo único que le queda a los países, como bien fundamental, es su población con sus capacidades y destrezas. Por eso “la principal misión política de una nación consistirá en manejarse con las fuerzas centrífugas de la economía mundial que romperán las ataduras que mantienen unidos a los ciudadanos –concediendo cada vez más prosperidad a los más capacitados y diestros, mientras los menos competentes quedarán relegados a un más bajo nivel de vida”(REICH, 1993: 13). A pesar de sus críticas a las imperfecciones del mercado, Soros considera que “el sistema capitalista puede compararse con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier imperio anterior. Gobierna toda una civilización y, como en otros imperios, quienes están por fuera de sus murallas son considerados bárbaros. No es un imperio territorial porque carece de soberanía y del boato de la soberanía; de hecho, la soberanía de los estados que pertenecen a él es la principal limitación de su poder y su influencia”. Según el autor, este imperio es casi invisible, pues carece de una estructura formal, y la mayoría de sus súbditos supuestamente “no saben que están sometidos a él”, aunque su poder hace que quienes le pertenecen no puedan fácilmente abandonarlo (SOROS, 1999:135). Otros interpretan el proceso actual del desarrollo planetario como una especie de “mundialización”, que en el fondo coincide con el enfoque globalizante. Así, por ejemplo, para Nayyar la mundialización “puede entenderse simplemente como la organización y la expansión de las actividades económicas a través de las fronteras nacionales...... como un proceso relacionado con una creciente apertura económica, una creciente interdependencia económica y una mayor integración económica de la economía mundial”(NAYYAR, 2000: 7). Desde el punto de vista de la cultura, uno de los defensores de la globalización en Latinoamérica es el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien considera que lejos de destruir las culturas nacionales, la globalización genera oportunidades para su desarrollo e internacionalización. Para el autor, “... una de las grandes ventajas de la globalización, es que ella extiende de manera radical las posibilidades de que cada ciudadano de este planeta interconectado -la patria de todos- construya su propia identidad cultural, de acuerdo a sus preferencias y motivaciones íntimas y mediante acciones voluntariamente decididas. Pues, ahora, ya no está obligado, como en el pasado y todavía en muchos lugares en el presente, a acatar la identidad que, recluyéndolo en un campo de concentración del que es imposible escapar, le imponen la lengua, la nación, la iglesia, las costumbres, etcétera, del medio en que nació. En este sentido, la globalización debe ser bienvenida porque amplía de manera notable el horizonte de la libertad individual”/.[4] En síntesis, la globalización se presenta como el proceso en el cual se da una integración y complementariedad de los aspectos financiero, comercial, productivo y tecnológico, nunca antes visto. Esto produce la sensación de que “la economía mundial ya no es una sumatoria de economías nacionales, sino una gran red de relaciones con una dinámica autónoma” (WOLOVICK, 1993). Las estadísticas aparentemente también corroboran la validez del argumento en favor de la globalización. De acuerdo con la OMC, entre 1948 y 1998 el comercio mundial de mercancías se multiplicó por 18 veces, a un promedio del 6% anual, especialmente las exportaciones de manufacturas que aumentaron en 43 veces. La producción mundial de las mismas se multiplicó por 8 veces, a un promedio anual del 4,2%. La parte del PIB mundial destinada al comercio de mercancías se elevó del 7% al 17,4%. En 1998 el volumen del comercio mundial total ascendió a 6,6 billones de dólares, de los cuales 5,3 billones (80%) correspondían a mercancías y 1,3 billones (20%) a servicios comerciales/.[5] Las exportaciones por habitante se incrementaron de 123 dólares a 951, es decir en 7,7 veces, a un promedio anual del 4,2%/[6]. Durante el período analizado el PIB mundial pasó de cerca de 4 billones a 27,6 billones de dólares, con un aumento promedio anual del 4%, mientras que el PIB por habitante pasó de 1.591 a 4.623 dólares, con un crecimiento promedio anual del 2,2%, mostrando un franco deterioro, especialmente durante el período 1990-1998, cuando decreció en promedio el 1,4%, al tiempo que el PIB creció en promedio el 2,6%. Mientras tanto, la población mundial pasó de 2.473 millones de personas en 1948 a 5.973 millones en 1998, con un crecimiento promedio anual del 1,8%, muy por debajo del crecimiento del producto mundial (OMC, 1999). Igualmente impresionante ha sido el incremento de los flujos de inversión extranjera directa (IED). De acuerdo con la OMC, entre 1973 y 1998 estos se multiplicaron por 27, a un promedio anual del 14%. Solo en 1998 el volumen de estos flujos alcanzó la suma de 645 mil millones de dólares, contra 24 mil en 1973 y 60 mil en 1985. El monto total acumulado de IED en el mundo alcanzaba en 1998 la cifra de 4,1 billones de dólares. La proporción de IED con respecto al PNB a escala mundial más que se duplicó durante 1980-1997, al pasar de 5,0% al 11,7%. En los países en desarrollo este factor se multiplicó por 3, al pasar del 5,9% al 16,6% durante el mismo período, mientras que en los menos adelantados aumentó del 2,2% al 5,7%(OMC, 1999). Como podemos observar, tanto el incremento de la actividad económica mundial, como los cambios cualitativos en las principales fuerzas productivas, han sido significativos, especialmente a partir de la década del setenta en el siglo XX. Este ha sido el principal argumento para justificar el enfoque globalizador de la actual fase del desarrollo planetario. No obstante, los indicadores económicos no favorecen por igual a todos los países dentro de la división internacional del trabajo, ni tampoco el comercio mundial es el motor del desarrollo, como podría esperarse. ·
Los
detractores la globalización
Para algunos de los
que están en contra de la globalización como criterio para definir la etapa
actual del desarrollo mundial, ésta no es más que una nueva forma de
colonialismo, puesto que en el fondo lo que se ha hecho es reemplazar viejas formas de sometimiento, por otras más
sofisticadas, impidiendo superar la distribución desigual del poder y la
riqueza en el mundo./[7]
Según el SELA, la globalización se presenta como una ideología que “enaltece el fundamentalismo del mercado, exalta la libertad de comercio, impulsa el flujo libre de los factores de la producción (excepción hecha de la mano de obra, que continua sometida a numerosas restricciones de diverso tipo), propugna el desmantelamiento del Estado, asume la monarquía del capital, promueve el uso de las nuevas tecnologías, favorece la homologación de las costumbres y la imitación de las pautas de consumo y fortalece la sociedad consumista”(SELA, 2000b). Desde la orilla de la sociología se critica el enfoque reduccionista
de la globalización a tan solo los fenómenos económicos y tecnológicos, en el
cual no se tiene en cuenta el papel de los actores sociales. Según Mato,
quienes fetichizan la globalización la representan “como si se tratara de una suerte de fuerza suprahumana
que actuaría con independencia de las prácticas de los actores sociales” y de
expresiones culturales como los valores, las costumbres, las artes, etc(MATO,
2001). Una critica al hecho
de no tener en cuenta el factor cultural cuando se explica el fenómeno de la globalización lo hace el
SELA al afirmar que “la discusión de la dimensión cultural de la
globalización no está incorporada explícitamente en la mayoría de los modelos
de economía política (tanto los del neoliberalismo como de sus opositores) y
ocupa un papel relativamente menor en las teorías de relaciones
internacionales. Sin la dimensión cultural es muy difícil impartirle coherencia
a una lectura del mundo contemporáneo en el cual el nacionalismo, la religión y
los conflictos interétnicos tienen una influencia equivalente a los aspectos
internacionales y seculares. Los modelos de economía política y de relaciones
internacionales actualmente vigentes no pueden por sí solos explicar, dar
sentido y proponer políticas orientadas a la solución de los problemas multidimensionales
que hoy enfrentamos”(SELA, 2000 a). Otro crítico de la
globalización afirma que “más
que un término (la Globalización), es una obscura mancha que se viene
extendiendo al interior de la economía mundial y comienza a dominar el
escenario y éste es el espacio productivo ganado por la gran corporación. De
modo que lo que se indica como “globalización” no es otra cosa que la cutícula
externa de una inmensa internacionalización concentradora del capital que tiene
su sujeto activo en la Corporación Transnacional”(GARCÍA M, 2001) Para Samir Amín, uno
de los más radicales críticos del capitalismo en general, y del capitalismo
global, en particular, “el capitalismo real es necesariamente
polarizador a escala global, y el desarrollo desigual que genera se ha
convertido en la contradicción más violenta y creciente que no puede ser
superada según la lógica del capitalismo”(AMIN, 2001). En este
mismo sentido reaccionan los nuevos sepultureros del llamado ultraimperialismo,
basándose en las contradicciones que aquejan a las potencias desarrolladas,
tanto en lo económico como en lo político y lo social, y su impacto negativo sobre el resto del
mundo/.[8] Otros analistas consideran que la euforia globalizadora se intensificó después del derrumbe del socialismo eurosoviético, lo que significó el retorno de la historia a su “cause natural”, es decir, el de la universalización del capitalismo. En forma irónica estos autores afirman que a partir de entonces la globalización se nos presenta como “el fundamento inexorable” del nuevo orden poscomunista mundial. Es la “nueva aldea global”, en la cual supuestamente la comunidad capitalista mundial se encuentra en proceso de “armonización y homogeneización”, y en donde el universo de aparatos electrónicos, “acortan tiempos y distancias y universalizan las condiciones de vida y las "fabulaciones" humanas” (CERVANTES, 2001)/[9]. Resulta curioso que
uno de los más connotados representantes del capitalismo financiero especulador,
George Soros, se manifieste en contra de lo que el llama el “fundamentalismo”
de mercado, al cual
responsabiliza de que "el sistema capitalista global carezca de solidez y
sea insostenible"(SOROS, 1999:22), amenazando a una supuesta “sociedad
abierta”/.[10] Es más,
para Soros el sistema capitalista global, como todo imperio, tiene un centro
que “se beneficia a costa de la periferia” y, lo más importante, “exhibe
algunas tendencias imperialistas” y “lejos de buscar el equilibrio, está
empeñado en la expansión”(SOROS, 1999: 135-136). Esta crítica, como pudimos
constatarlo más arriba, de ninguna manera cuestiona al sistema como tal, sino a
las imperfecciones de su funcionamiento./[11] Otros autores, ante
el fracaso de la estrategia neoliberal de lograr la integración del capitalismo
mundial, donde supuestamente desaparecerían las desigualdades entre los países,
y ante los claros signos recesivos de las economías más desarrolladas, optan
por decretar el fin de la globalización/.[12]
En general, las fuerzas políticas que lideran los cambios mundiales en la
actualidad cuestionan seriamente los alcances del enfoque neoliberal, sustento
teórico de la globalización, en la
solución de los problemas que aquejan a la humanidad. Las posiciones
antiglobalización se manifiestan no solo en los escritos, sino que también se
han traducido en acciones concretas de protesta callejera, y no precisamente en
los países en desarrollo, sino en el mismo corazón del capital financiero, como
han sido los casos de Seattle en Estados Unidos y de varias ciudades europeas.
El motivo de estas protestas es la acusación que se hace a organismos multilaterales como la OMC, el
FMI y el Banco Mundial, de ser los responsables de los males que padece la
humanidad, tales como la contaminación del medio ambiente, el uso irracional de
los recursos naturales, la pobreza, las desigualdades, etc.
Para algunos autores el fenómeno de la globalización no es algo nuevo
y a lo largo de la historia se han dado momentos de mayor o menor
globalización, desde la época del Renacimiento. El profesor Streeten, por
ejemplo, afirma que “si definimos la
integración como la igualdad de oportunidades económicas, no obstante las
diferencias en los recursos iniciales y el nivel de progreso de los miembros
del área integrada, el mundo estaba más integrado a fines del siglo XIX. Si
bien las barreras arancelarias impuestas por los países (con excepción del
Reino Unido) eran mayores (entre 20% y 40% en comparación con menos del 5% en
la actualidad), las barreras no arancelarias eran mucho más bajas; el flujo de
capital y dinero en el marco del patrón oro era más libre (no existían los
obstáculos al comercio creados por las variaciones del tipo de cambio), y la
migración era mucho más fácil: rara vez se necesitaba un pasaporte, y la ciudadanía
se adquiría fácilmente”(STREETEN, 2001: 34).[13]
Ferrer va mucho más atrás, cuando afirma que la globalización tiene una antigüedad de cinco siglos. Para este autor, “el surgimiento del primer orden global coincidió con un progresivo aumento de la productividad, inaugurado con el incipiente progreso técnico registrado durante la Baja Edad Media. La coincidencia de la formación del primer orden económico mundial con la aceleración del progreso técnico no fue casual. La expansión de ultramar fue posible por la ampliación del conocimiento científico y la mejora en las artes de la navegación y la guerra”(FERRER, 1998).[14] Por su parte, Marx y Engels en el Manifiesto ya señalaban cómo, “espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes”(MARX, 1983: 31).[15] Es interesante resaltar cómo los fundadores del socialismo científico, ya a mediados del siglo XIX preveían la inexorable “globalización” del modo de producción capitalista, gracias al “rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación...”(MARX, 1983:32). Posteriormente, los marxistas de comienzos del siglo XX continuaron el análisis de la “globalización” del capitalismo como modo de producción, al interior del cual, según su interpretación, maduraban las contradicciones que lo llevarían a su fin. En los escritos de Lenin, Bujarin, Luxemburgo y otros se muestra cómo en los comienzos del siglo XX el capitalismo de libre competencia había entrado en su fase imperialista, caracterizada por el dominio de los monopolios y el expansionismo económico y político de unas cuantas potencias hacia el resto del mundo. Este capitalismo monopolista, al asociarse al poder del Estado, daría como resultado el capitalismo monopolista de Estado que, según los marxistas, era la antesala del socialismo. Continuando con este razonamiento podríamos decir que si la fase monopolista del capitalismo se tradujo en la consolidación del imperialismo, la fase transnacional del capitalismo monopolista corresponde a lo que eufemísticamente se conoce hoy en día como “globalización”, uno de cuyos rasgos es la reducción del papel del Estado a simple guardián del mercado. De esta manera, todo parece indicar que el fenómeno de la globalización tiene sus raíces en los comienzos mismos del sistema capitalista; no obstante, sus características en la actualidad son cualitativamente distintas a las observadas antes de la segunda guerra mundial en el siglo XX, así su esencia en principio siga siendo el expansionismo, el sometimiento y la explotación. LA REALIDAD DE LA
GLOBALIZACIÓN
Globalización no es
lo mismo que homogeneización. Al tiempo que operan tendencias hacia la
integración de las economías mundiales, a la destrucción de las fronteras
económicas nacionales, a la conformación de un mercado mundial y de una
"aldea global", también se consolidan procesos de conformación de
megabloques comerciales de carácter regional y se profundizan las desigualdades
entre un puñado de superpotencias tecnológicamente más desarrolladas y el resto
de países del mundo. Por eso, si bien es cierto que con la profundización de la
división internacional del trabajo, especialmente después de la segunda guerra
mundial en el siglo XX, se ha acentuado la interdependencia económica, política
y cultural entre las naciones, ésta, antes que garantizar la participación de
los países en igualdad de condiciones en el llamado “mundo globalizado”, es
profundamente asimétrica, en favor de las naciones más avanzadas. La consecuencia
de este proceso ha sido la conservación y reproducción de la pobreza en
diferentes puntos geográficos del planeta. Se trata en realidad de un mundo de
socios desiguales, donde los más poderosos fijan las reglas del juego y poseen
los medios para hacerlas cumplir, al tiempo que los más débiles deben someterse
a las mismas(NAYYAR, 2000:13). De hecho, el enfoque
de la llamada globalización no es más que el pretexto para justificar la
expansión planetaria del capital transnacional, sobre la base de una nueva
división internacional del trabajo, en la cual la vieja especialización de los
países en la producción completa de
bienes similares, es reemplazada por la especialización en la producción de partes y componentes que son
utilizados para el ensamblaje final del producto en un tercer país. Por eso la
globalización, como resultado de una mayor complejidad de la división
internacional del trabajo, de hecho significa un mayor control y sometimiento
del desarrollo económico, social, político y cultural en la periferia del mundo
capitalista, bajo modalidades mucho más sofisticadas e imperceptibles, de acuerdo con los intereses de las
corporaciones transnacionales y los Estados que las representan.[16] Sustentada en la fetichización del mercado, la globalización se traduce
en la promoción del consumismo desaforado en las naciones opulentas, en la cultura
del “úselo y tírelo”(como diría Galeano), con el consecuente deterioro del medio
ambiente y el agotamiento de los recursos naturales no renovables. Este modo de
consumo se traslada a través de múltiples canales a las naciones menos
desarrolladas, las cuales, sin haber alcanzado el nivel desarrollo adecuado, se
ven abocadas a asimilar patrones culturales ajenos a sus propias realidades.
Como señalo en otro escrito, “Este modelo
de consumo produce distorsiones de
índole estructural, impidiendo el desarrollo del mercado interno y generando
expectativas de vida no acordes con la
realidad de sus economías. A la larga, estos países terminan convertidos en
mercados para los bienes y servicios, así como para el conocimiento,
provenientes de las naciones más avanzadas. La alienación intelectual de los
dirigentes de los países en desarrollo es bien conocida, igual que los efectos
desastrosos de la aplicación, por parte de estos, de las recetas de política
económica y social, elaboradas en los centros mundiales del
pensamiento”(ROMERO, 2001: 61).[17] Los adeptos a la globalización
tratan de convencernos de las bondades de la libre competencia y de la apertura
de los mercados, como premisa para salir del atraso.[18]
Sin embargo, al tiempo que predican el libre cambio y la apertura de los
mercados nacionales a las mercancías extranjeras, los países más desarrollados
adoptan políticas proteccionistas de toda índole, como los subsidios a los
productores locales y las restricciones de tipo fitosanitario para los
productos foráneos, limitando de esta
manera la entrada de productos agropecuarios y de manufacturas, provenientes de
las naciones primario exportadoras.[19]
Al no poder expandir sus exportaciones, de acuerdo con las exigencias y
barreras impuestas por las naciones opulentas, y ante la estrechez estructural
de sus mercados internos(consecuencia de estructuras sociales altamente
desiguales), lo cual limita la capacidad de ahorro interno, las naciones menos
desarrolladas deben recurrir cada vez más al endeudamiento externo para poder
atender las necesidades del desarrollo, dedicando parte importante del producto
nacional al pago de las acreencias. Para entender mejor hasta donde la globalización integra o desintegra a los diferentes grupos de países en el contexto mundial de la economía, es necesario examinar con detenimiento la situación de la división internacional del trabajo en la actualidad.
Lo que se desprende del análisis de las tendencias mundiales de la producción, la inversión, el comercio, el flujo de capitales y de información, es que nos encontramos frente a una mayor profundización de la división internacional del trabajo, con nuevas formas de integración interregional e intra-regional, intersectorial e intra-sectorial. Las formas más avanzadas de integración se dan al interior de la Unión Europea, y en menor medida dentro del Nafta y en el bloque asiático. Estos procesos son liderados tanto por los gobiernos como por las empresas. En cuanto a los flujos intrasectoriales, según Petit y Soete, estos son de dos tipos: “aquellos que son el resultado de la diferenciación de los productos (una creciente mezcla internacional de marcas) y aquellos que parten de una especialización cualitativa entre los países asociados para la producción de un determinado producto”. En el primer caso, se da una especie de diferenciación horizontal de los productos, resultado de la integración económica entre países más desarrollados. En el segundo caso, se da un especie de diferenciación vertical, como resultado de la “tendencia de las economías con diferentes niveles de desarrollo a aprovechar ya sea los costos de producción más bajos o las mejores capacidades organizativas y de innovación para producir productos de bajo precio o de alta calidad”(PETIT y SOETE, 1999). De acuerdo con Di Filippo, en la actualidad “el comercio intersectorial de manufacturas por productos primarios ya no define esencialmente el relacionamiento económico entre centros y periferias. La globalización económica mundial privilegia las formas del comercio intrasectorial (intraindustrial) e intrafirma de bienes y estimula el comercio de servicios. Los términos de intercambio de manufacturas por productos primarios constituyen un tema de importancia económica decreciente”(DI FILIPPO,1998). En realidad, esta tendencia se da fundamentalmente al interior de la división transnacional del trabajo y no en la estructura de los intercambios comerciales de los países menos desarrollados, los cuales, en su gran mayoría, continúan dependiendo de la exportación de bienes primarios para poder tener presencia en los mercados internacionales, en condiciones desventajosas. Precisamente, parte de los debates dentro de la OMC gira alrededor de la exigencia de un tratamiento más equitativo para los productos agropecuarios provenientes de los países en desarrollo. Igualmente se ha modificado el proceso administrativo de la cadena productiva a escala mundial. Según Reich, “las nuevas redes de organización empresarial de “alto valor”, que están reemplazando a las viejas estructuras piramidales centralizadas –de alto volumen-, se están extiendo por todo el mundo”(REICH, 1993:114). Si en el viejo esquema administrativo todos los procesos se controlaban desde la oficina central en el país de origen que, como en el caso de Norteamérica, “más allá del proceso efectuado en el extranjero hasta llegar al producto final, la labor más compleja –diseño, fabricación de los componentes clave, planeamiento estratégico, financiamiento y marketing- se hacía en los Estados Unidos y a cargo de norteamericanos”, en las condiciones de las redes empresariales de “alto valor” “este tipo de control y propiedad centralizados es imposible de llevar a cabo” (REICH, 1993: 115). En el nuevo esquema de división internacional del trabajo las mercancías han perdido su nacionalidad y ya no pueden considerarse estrictamente como de un país en particular. Como señala Reich, “en la economía tradicional de alto volumen la mayoría de los productos –como las compañías de las cuales provenían-tenían diferentes nacionalidades. Más allá de las fronteras internacionales que debían atravesar, su país de origen –el sello de la industria que habitualmente se imprimía en ellos-jamás se puso en duda. La mayor parte del trabajo que requerían dichos productos se hacía en un sitio, simplemente porque las economías de escala necesitaban un control central”. En cambio, en la nueva economía de alto valor, “los productos se pueden fabricar eficientemente en diferentes lugares, y armarse de múltiples maneras a fin de satisfacer las necesidades de los consumidores en diversos lugares” y “los recursos financieros e intelectuales pueden venir de cualquier parte y sumarse de inmediato” (REICH, 1993: 116). Esto se facilita cada vez más gracias a las nuevas tecnologías de información y comunicación y de los sistemas de transporte.[20] Según el autor, en las “redes mundiales” los productos no son más que “combinaciones internacionales”. Lo que se intercambia con mayor frecuencia entre las naciones no es tanto el producto terminado como “la especialización para resolver los problemas (investigación, diseño del producto, fabricación), para identificarlos(marketing, publicidad, encuestas al consumidor), y para coordinar los servicios (financiamiento, búsqueda, contrataciones), así como ciertos servicios y componentes de rutina, todo lo cual se combina para crear valor” (REICH, 1993: 117). Sin embargo, la profundización y desarrollo de las “redes” mundiales de producción de lejos no significa la globalización de los mercados. Como señala un informe de la CEPAL, en el terreno económico la dimensión más relevante de la actual situación a escala mundial es “la globalización incompleta de los mercados”, como resultado de los cambios tecnológicos, así como “de la planeación crecientemente global de la producción y el mercado por parte de las grandes empresas transnacionales, de la reestructuración de los procesos productivos (la ruptura de las “cadenas de valor”, que permite hoy realizar en sitios muy diversos fases de procesos antes localizados en un mismo sitio), y de la interacción de todos estos elementos con los cambios institucionales que los han acompañado”(CEPAL, 2000a : 46). El problema de fondo en todo este proceso es el protagonismo de un pequeño grupo de países altamente desarrollados, al tiempo que la mayoría de las naciones en desarrollo deben conformarse con el papel de actores pasivos frente a la estrategia transnacional de dominio planetario. De esta manera, el factor predominante en la
actual división internacional del trabajo continúa siendo el control de la
producción, el comercio, los flujos de capital financiero, la inversión y, lo
que es más importante, los mayores avances tecnológicos, por parte de las
empresas transnacionales, lo que de hecho ha modificado sustancialmente el
ordenamiento mundial, configurando una especie de división transnacional del
trabajo, bajo la cual los procesos productivos y sus resultados aparentemente
pierden la nacionalidad, debido a que el producto se elabora al mismo tiempo en
varios países, pero parcialmente[21].
Aparte de este control (el cual corresponde no solo al presente), lo que más
llama la atención es el contenido estructural de dicho proceso; más
concretamente, “la importancia que en estos flujos
están adquiriendo las denominadas operaciones internas de una red global en
expansión: el intercambio de insumos y de bienes tecnológicos (resultados de la
investigación y desarrollo) al interior de la empresa transnacional global, la
cual se entiende no sólo como una empresa o
conjunto de empresas ligadas por un centro de control financiero común”[22],
sino también como "una compleja y extendida red de relaciones de
competencia y colaboración (alianzas estratégicas) y que progresivamente se van
integrando en vastos conglomerados o sistemas complejos de interdependencia en
donde las tareas de investigación y desarrollo, las de producción, mercadeo y
financiamiento se van compartiendo y configurando entidades económicas y organizacionales
de vastas proporciones y de singulares atributos."[23]
Se trata en realidad de un esquema
avanzado de acumulación capitalista transnacional, que lejos de eliminar las
viejas contradicciones las reproduce en forma ampliada, adicionando nuevas
formas de dominio y control. Se estima que en 1997 doscientas de las llamadas
empresas globales aportaban el 33% del Producto Bruto Mundial, frente a un 24%
en 1982. Si tomamos las primeras
quinientas firmas en todo el mundo esta participación alcanzaba el 45%. En
general, se calcula que el conjunto de las empresas transnacionales
(aproximadamente 35 mil) pueden estar generando el 65% del Producto Bruto
Mundial. La mayoría de estas empresas tienen su sede en los países más desarrollados,
especialmente los pertenecientes al grupo de los siete(G7).[24] En este nuevo esquema de división transnacional
del trabajo, los países menos desarrollados tienen pocas opciones de insertarse
en los mercados mundiales de manera independiente y deben hacerlo cada vez más
en calidad de apéndices económicos ( y políticos) de las grandes empresas
trasnacionales y sus países de procedencia, de acuerdo con el esquema trazado
por ellas y con la implacable
competencia, condicionada por
las tecnologías de punta. Solo aquellas naciones que inviertan mayores recursos
en investigación y desarrollo, en infraestructura y en educación, podrán
ofrecer mejores condiciones para que las empresas ejerzan el liderazgo
tecnológico. Por eso, “la riqueza nacional pasará a aquellas naciones que
desarrollen un amplio espectro de habilidades que se complementen entre
sí”(THUROW, 1996: 89).[25]
Igualmente, los incrementos de la productividad laboral y su distribución
internacional dependerán cada vez más del conocimiento, favoreciendo a los
trabajadores calificados en las tecnologías de la información, en detrimento de
los escasamente calificados, los cuales son confinados “a tareas rutinarias en la producción de bienes y servicios”(DI
FILIPPO, 1998). El resultado del creciente proceso de
concentración mundial de la producción y del conocimiento en un puñado de
países más avanzados, ha sido el aumento de las desigualdades en todos los
sentidos. En 1997 el 20% de la población más rica, residente en los países de
renta alta, participaba en el 86% del producto bruto mundial, al tiempo que en
el otro extremo el 20% de la población más pobre, residente en los países de
renta baja, participaba en tan solo el 1% del mismo. Igualmente, en ese mismo
año al primer grupo de países ricos le correspondió el 82% de las exportaciones
mundiales y el 68% de la inversión extranjera directa mundial, al tiempo que al
grupo de los más pobres solo le correspondía el 1% por ambos conceptos. Similar
situación se observa con relación al uso de las líneas telefónicas y a la
conexión a Internet: 74% y 93% para el primer grupo, y 1,5% y 0,2% para el
segundo, respectivamente (NAYYAR, 2000:11). Tal como señalo en otro escrito “para 1999 los 28 países más
desarrollados, con el 15.5% de la población mundial, generaban el 57.4% del PIB
y controlaban el 77.6% de las exportaciones de bienes y servicios a escala
planetaria. Dentro de estos 28 países los 7 más industrializados, conformados
por Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Canadá, con
el 11.6% de la población mundial, generaban el 45.8% del PIB y controlaban el
48.9% del comercio. Al otro extremo, 128 de los llamados países en desarrollo,
con el 77.7% de la población mundial, generaban el 36.8% del PIB y participaban
con tan solo el 18% de las exportaciones de bienes y servicios”(ROMERO, 2001:
60). Este proceso ha conducido a la consolidación de una especie de oligopolio
mundial. Como señala un autor, “las firmas y países que constituyen este oligopolio
mundial establecen relaciones con las diversas regiones del mundo fuertemente
asimétricas y jerarquizadas, y constituyen un espacio de interdependencia y
feroz competencia basado en la expansión mundial, las inversiones cruzadas y la
concentración derivada de adquisiciones y fusiones entre estos grandes grupos
que en general son originarios de alguno de los polos de la Tríada”(ROMERO,
1998). Como ya observamos en relación con la IED, uno de
los principales rasgos de la economía mundial en la actualidad es el auge de
los flujos de capital, en comparación con el flujo de mercancías. Se trata de
capitales cada vez más especulativos, que atentan permanentemente contra la
estabilidad monetaria mundial y en especial contra la estabilidad de las
economías menos desarrolladas.[26]
Es por culpa de estos capitales que se desataron las crisis de Asia, Rusia y
América Latina en la década pasada. Debido a que estos flujos no son regulados
internacionalmente su impacto es aún más negativo; de ahí que el mayor peligro a que se enfrentan las economías más
atrasadas se ubique en la esfera monetaria. Según Félix, el argumento teórico para globalizar la libre movilidad de los capitales especulativos se fundamenta en una supuesta eficiencia de los mercados, libres de la ingerencia de los gobiernos. A partir de este supuesto, los mercados de capital optimizarían “la determinación de precios de los activos de capital y la asignación eficiente de los recursos susceptibles de invertirse”; cualquier resultado insatisfactorio dependería no tanto del mercado, sino de políticas erradas o de factores exógenos imprevistos, tales como fenómenos naturales o políticos(FELIX,1998). La realidad es que la creciente terciarización de la economía, sustentada en la especulación financiera a escala mundial, se constituye en uno de los principales factores que no solamente desestabilizan el funcionamiento de las economías sino que contribuyen a profundizar las desigualdades entre los países.[27] A este proceso ha contribuido el negocio del narcotráfico, que moviliza enormes cantidades de dinero alrededor del mundo. Pero más allá de los cambios cuantitativos en la estructura de la
economía mundial, lo que realmente caracteriza a la actual etapa del desarrollo
son los cambios cualitativos, iniciados a partir de la década del cincuenta,
más conocida como la época dorada, en el siglo XX. Es allí donde se origina la
fuente principal de supremacía de las economías más desarrolladas sobre el
resto del mundo. Por eso la principal ventaja de esas economías se ubica en el campo del conocimiento,
materializado en los más importantes adelantos tecnológicos del momento y en el
alto valor agregado
tecnológico contenido en los bienes y servicios que producen y comercian. Los cambios tecnológicos surgidos después de la
segunda guerra mundial en el siglo XX, modificaron profundamente la forma en
que funciona la economía global tradicional. Esto a dado pie para que
actualmente se hable de una “nueva economía”, liderada por los Estados Unidos
de Norteamérica. La nueva economía es vista ante todo como el conjunto de
empresas y sectores económicos “estrechamente asociados con la revolución
tecnológica digital y con el crecimiento
de la Internet” (MONTHLY REVIEW, 2001). A diferencia de la era industrial de
producción masiva, la “nueva economía” se caracteriza por el desarrollo de
producciones flexibles, capaces de reaccionar oportunamente a los cambios del
mercado. Este esquema, llamado por algunos “postfordismo”, ha sido posible
gracias a la introducción de las nuevas tecnologías en los procesos,
haciéndolos cada vez más “inteligentes”. Al tiempo que se producen cambios
profundos en la manera como funcionan los negocios, en el mercado laboral ha
surgido un sinnúmero de nuevas profesiones, asociadas al manejo y desarrollo de
las nuevas tecnologías de comunicación e información. De otro lado, al tiempo que avanza el proceso de
concentración del conocimiento y del capital mundiales en un puñado de
potencias, en los países, especialmente en los menos desarrollados, se
reproduce constantemente la economía informal, ante la incapacidad de la
economía convencional de generar los puestos de trabajo necesarios. Cientos de
miles de personas, carentes de garantías laborales, con ingresos mínimos e
integrados indirectamente al capital transnacional y a la llamada economía
subterránea, sobreviven en la jungla del capitalismo salvaje. A estos grupos
sociales la globalización les llega por la puerta de atrás, a través de los
representantes de las compañías extranjeras y de toda una constelación de
distribuidores que tienen en los informales una fuente inagotable de fuerza de
trabajo supremamente barata y sin protección social. EL ESTADO-NACIÓN FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN Una de las implicaciones de la profundización de la división internacional del trabajo, sustento material de la globalización, es la pérdida relativa de autonomía de los Estados nacionales en el manejo los grandes problemas económicos, políticos, ambientales, entre otros. Precisamente, la globalización de los grandes problemas como los conflictos regionales por la delimitación de las fronteras geopolíticas, o por el control de los recursos naturales y los mercados; la creciente contaminación del medio ambiente y sus secuelas como la destrucción de la capa de ozono y el consecuente cambio climático; la propagación de enfermedades como el Sida; el resurgir del terrorismo mundial; el desborde del sistema financiero, imposible de controlar por un solo país; el control del enorme potencial nuclear, que amenaza con desaparecer al planeta; el problema del narcotráfico mundial; el problema de la pobreza extrema y tantos otros, han hecho necesaria la creación de organizaciones de carácter transnacional, como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y un sinnúmero de ONGs, como Amnistía Internacional, Greenpeace, etc. Según Drucker , en las últimas décadas el Estado-nación ha venido perdiendo importancia, siendo “superado en áreas cruciales en que la soberanía ha perdido todo significado. Las nuevas demandas que afrontan todos los gobiernos son retos que sencillamente no se pueden manejar por acción nacional ni siquiera internacional. Requieren entidades transnacionales que tengan soberanía propia. También el regionalismo está haciendo a un lado el Estado-nación. Y en lo interno el Estado-nación está siendo minado por el tribalismo”(DRUCKER, 1994: 156-157). No obstante, el accionar de las organizaciones transnacionales no ha dado los resultados esperados. Muchos de los acuerdos alcanzados en los foros mundiales no se cumplen en la práctica, lo que genera desconfianza y desasosiego dentro de la comunidad de los países menos desarrollados. En el aspecto meramente económico el Estado-Nación, especialmente en los países menos desarrollados, ha venido perdiendo cada vez más el control de las principales variables macro, al punto que las políticas deben diseñarse no solamente a partir de los entornos internos, sino, fundamentalmente, teniendo en cuenta los cambios a escala internacional, los cuales dependen del accionar del capital transnacional. Como señala un autor, “en la época de la Globalización los Estados Nacionales y sus Gobiernos dejan de tener el protagonismo de antaño: son sólo necesarios para mantener el orden social y político, pero ya no lo son para el proceso económico” y su intervención incluso es considerada un estorbo para el proceso globalizador. En realidad, el protagonismo de los Estados y sus gobiernos “es asumido ahora por poderosas entidades financieras internacionales y los no menos poderosos consorcios multinacionales”, que son los verdaderos protagonistas de la Globalización. Como consecuencia, el autor considera que “la política debe de abandonar su influencia en la economía”(MUNIESA, 2001)[28] De todas
formas, como señala Ocampo, “la globalización no ha renunciado a los Estados
nacionales como unidad básica de articulación de las sociedades, pero los ha
debilitado. Les sigue entregando la inmensa tarea de manejar múltiples temas
económicos, sociales y políticos para los cuales no existen instituciones
eficaces a nivel mundial, pero les otorga cada vez menos instrumentos y
márgenes para hacerlo”.(OCAMPO: 2001c) LOS PAÍSES EN DESARROLLO FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN Características de la actual inserción Uno de los rasgos característicos de la actual división internacional de trabajo es que a medida que los países menos desarrollados se insertan en el torrente de los flujos financieros, mercantiles y de conocimiento a escala mundial, sus economías se vuelven cada vez más vulnerables. Esta vulnerabilidad, según Ocampo, se debe entre otros factores a las “asimetrías básicas en las estructuras financieras y en el funcionamiento macroeconómico, en particular en la profundidad del desarrollo financiero y en el grado de autonomía macroeconómica de los países” (OCAMPO, 2001a: 5). Las posibles oportunidades que ofrece la globalización a los países menos desarrollados se ven truncadas por “el carácter incompleto y asimétrico del actual proceso de liberalización de los mercados”, lo cual obedece a que “los países industrializados mantienen una alta protección a los productos agrícolas y a los bienes industriales intensivos en mano de obra y. especialmente, en que no existe libertad para la movilidad de mano de obra, especialmente de mano de obra no calificada[29]. La producción agrícola es, además, objeto de subsidios masivos en el grueso de los países industrializados”(OCAMPO, 2001c). [30] Por su carácter apendicular las economías en desarrollo, que constituyen la mayoría de naciones del mundo, pierden cada vez más autonomía al momento de decidir las estrategias de crecimiento a mediano y largo plazo. De ahí que su inserción en los mercados internacionales y, en general, en la división internacional del trabajo, está supeditada a la estrategia económica y geopolítica de las corporaciones transnacionales y de los países de donde son originarias. Aparte de la participación tradicional en la división internacional del trabajo en calidad de proveedores de bienes primarios, la inserción de los países menos desarrollados en los mercados internacionales se está dando cada vez más bajo el control directo del capital extranjero, a través de las industrias de ensamble o la “maquila” de insumos importados. Si bien es cierto que este esquema de inserción utiliza algunos insumos y recursos locales, el valor agregado doméstico es mínimo y el proceso tecnológico, así como los mercados son controlados por las empresas extranjeras. De esta manera, los sectores claves de la industria local se desarrollan no de acuerdo con las necesidades de cada país o región en desarrollo, sino en concordancia con la estrategia global del capital transnacional. El resultado es que a medida que las economías en desarrollo logran alguna mejoría de su presencia en los mercados internacionales, se acentúa el grado de control por parte de las empresas transnacionales, no solo en el aspecto económico y tecnológico, sino también en el político. Las alternativas Los partidarios de la globalización ven como única alternativa al lento crecimiento en los países en desarrollo la apertura a la competencia externa, no sin antes introducir ajustes económicos y sociales de carácter regresivo, incluyendo el desmantelamiento del sector estatal de la economía y el recorte en importantes renglones del gasto social.[31] Por su parte, los defensores del Estado grande y omnipotente se oponen abiertamente a la privatización de las empresas públicas, con el argumento de que supuestamente se rompe el equilibrio social. Como lo demuestra la experiencia, ni la apertura indiscriminada a los mercados externos, ni el proteccionismo incondicional de las economías nacionales permiten alcanzar mayor competitividad con bienestar social. Las nuevas tecnologías de información y comunicación ofrecen oportunidades de inserción comparativamente más ventajosas que antes. Sin embargo, la persistencia de estructuras socioeconómicas y estilos de gobierno atrasados, impiden una adecuación efectiva a los cambios experimentados por la economía internacional. Se trata, como señala un autor, de las “sombras del pasado”, que no permiten avanzar eficientemente (MESSNER, 1996). Por eso, cualquier readaptación a las nuevas realidades del mundo actual necesariamente debe pasar por reformas estructurales profundas, partiendo de las particularidades de cada país y sobre la base de la búsqueda del bienestar para la mayoría de la población, fortaleciendo al mismo tiempo la capacidad competitiva en los mercados internacionales. Para que lo anterior sea posible es urgente revisar a fondo los enfoques teóricos que han servido de soporte a las políticas adelantadas por los gobiernos de los países en desarrollo. Definitivamente hay que abandonar el fetichismo mercantil como la única salida a los problemas que padece la mayor parte de la humanidad[32]. Igualmente hay que desactivar la corrupción y la ineficiencia, que impiden al Estado cumplir con su papel regulador, evitando que la “racionalidad” del mercado profundice las desigualdades sociales. En última instancia, solo el esfuerzo mancomunado de los países menos desarrollados, sobre la base de movilizar todo su potencial socioeconómico y político, puede contribuir a modificar su situación en la actual división internacional del trabajo.
La respuesta regional y local Últimamente ha tomado fuerza el debate sobre el papel de lo local y lo regional frente al avance incontenible de la globalización. En realidad este debate no es nuevo y en nuestro medio son ya conocidos los diferentes enfoques que, de una u otra forma, tratan de explicar la situación desigual de nuestros países en la división internacional del trabajo, como es el caso de la teoría de la dependencia. Igualmente, no han sido pocos los intentos de contrarrestar la arremetida de las transnacionales mediante el impulso a los procesos integracionistas en los diferentes puntos del planeta subdesarrollado. Sin embargo, tanto los enfoques excluyentes frente al problema de la asimetría en las relaciones con las superpotencias mundiales, como los procesos prácticos de integración, no han hecho más que corroborar una realidad: la integración de las economías débiles al mecanismo de reproducción ampliada del capital transnacional, por la vía del intercambio de bienes primarios y fuerza de trabajo baratos por bienes manufacturados con alto contenido tecnológico, se ha traducido en un mayor fortalecimiento de los factores que condicionan inexorablemente cualquier avance en las fuerzas productivas, entre ellas las nuevas tecnologías, a la estrategia global del mismo. Ante esta realidad, algunos autores hablan no tanto de integración o
dependencia, sino de “hibridización”, sin que ello signifique desconocer las
desigualdades predominantes ( SONNTAG y ARENAS:1995). De ahí que
toda iniciativa de carácter local y regional necesariamente debe partir del
conocimiento y comprensión de la dinámica globalizadora bajo las nuevas
circunstancias de la división internacional del trabajo. REFLEXIONES FINALES Lo que se desprende del análisis anterior es que
el llamado proceso de globalización, en el que supuestamente todos los países
intervienen en igualdad de condiciones, dista mucho de la realidad. En este
sentido, la llamada globalización no pasa de ser más que un mito elaborado en
los centros de pensamiento de los países más desarrollados, para darle
consistencia teórica a las nuevas formas de sometimiento y explotación de los
países menos avanzados, que son la mayoría. No obstante, sería ingenuo
desconocer los cambios estructurales que caracterizan la etapa actual del
desarrollo mundial y que, gústenos o no, afectan nuestras vidas, para bien o
para mal. Desde este punto de vista, la llamada globalización ni es la panacea
de los males que padece la mayor parte de la humanidad, ni tampoco la causa de todos los males que
aquejan al mundo en desarrollo. El carácter desigual del desarrollo mundial no
es atributo de la mayor profundización de la división internacional del
trabajo(soporte material de la globalización), sino que está implícito en el
carácter mismo del sistema de acumulación capitalista global que, por
definición, presupone la concentración del poder, la riqueza y el conocimiento
en un reducido grupo de naciones altamente desarrolladas, al tiempo que el
resto de países deben insertarse a partir de las reglas de juego elaboradas por
el capital transnacional. Ante esta realidad, los países menos desarrollados
deben concentrar todos sus esfuerzos en buscar la manera de aprovechar
eficientemente las ventajas que pueda ofrecer la actual división internacional
del trabajo, especialmente aquellas relacionadas con las nuevas tecnologías
que, pese a estar controladas por los centros desarrollados de producción de
conocimiento, es posible adoptarlas y/o adaptarlas a las condiciones regionales
y locales concretas.[33]
Para ello es indispensable pasar del discurso plañidero que, aunque con
sobradas razones, descarga en los países desarrollados la responsabilidad de
nuestro atraso, a las acciones encaminadas a asumir por nuestra cuenta la tarea
de construir una sociedad más justa y competitiva. Esto requiere de una
verdadera reingeniería de la estructura mental parasitaria de nuestra
intelectualidad, acostumbrada a consumir,
sin mayor elaboración, conocimientos producidos en y para otros entornos. En otras palabras, atreverse a repensar nuestra
realidad sin perder de vista que somos parte de un mundo cada vez más
interconectado e interdependiente, en el cual nuestra situación es
extremadamente desventajosa. Para ello es necesario romper con el paternalismo
ideológico de todo pelambre que por tantos siglos ha condicionado nuestra
manera de pensar, sin que ello signifique menospreciar la riqueza intelectual
acumulada por la humanidad a lo largo de su historia, sino por el contrario,
utilizarla creativamente en la interpretación y solución de nuestros
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Monthly Review, April. Vol.52 No.11.
NOTAS
/* El presente artículo hace parte del libro "Globalización y pobreza". Universidad de Nariño. Pasto, 2002.
[1] Economista. Profesor Asociado Programa de Economía Universidad de Nariño. Pasto, Colombia. E-mail: alromer46@hotmail.com [2] De acuerdo con Thurow “ desde el punto de vista tecnológico, los costos de transporte y comunicación han bajado sustancialmente, y la velocidad con la cual se viaja y se transmite ha aumentado exponencialmente. Esto ha hecho posible crear nuevos sistemas de comunicaciones, dirección y control dentro del sector empresarial. Los grupos de diseño e investigación se pueden coordinar en diferentes partes del mundo; los componentes se pueden fabricar en el lugar del mundo que sea más barato y enviar a puestos de montaje que minimicen los costos totales. Los productos armados se pueden despachar rápidamente hacia donde sean necesarios a través de sistemas de fletes aéreos puntuales”(THUROW, 1996: 129) [3] Según el Director del FMI “la globalización está aquí para quedarse: la realidad es que nosotros ya vivimos en una economía global, donde los flujos de comercio, de capital y el conocimiento más allá de las fronteras nacionales no sólo es grande sino que cada año se incrementa más. Los países que no estén dispuestos a engancharse con otras naciones arriesgan a quedar rezagados del resto del mundo en términos de ingresos y de desarrollo humano”. Véase también: Claudia Vallejo. “El dilema de la globalización”. El Espectador. Santafé de Bogotá, 23 de junio de 2001. http://www.elespectador.com/economico/ nota1.htm [4] Ver: Mario Vargas Llosa. “Culturas y globalización”. En: El Tiempo. Santafé de Bogotá, junio 11 de 2000. http://www.eltiempo.com.co/hoy/led_a000tn0.html [5] En el 2000 el comercio mundial ya alcanzaba 7,6 billones de dólares, de los cuales el 81% estaba compuesto de mercancías y el 19% por servicios comerciales.(WTO, 2001: 9). [6] Para los defensores del libre comercio este trae beneficios a los países menos desarrollados, pues al aumentar las importaciones se obliga a las empresas nacionales a disciplinarse “forzándolas a ajustar los precios a los costos marginales y reduciendo así las distorsiones creadas por el poder monopolístico”. Al mismo tiempo “la liberalización comercial puede incrementar permanentemente la productividad las empresas pues éstas obtienen bienes capital modernos e insumos intermedios de alta calidad a precios más bajos” y finalmente “la productividad de las empresas aumenta cuando éstas entran en contacto con clientes internacionales exigentes y con las “prácticas óptimas” de sus competidores externos. Además, las empresas nacionales pueden beneficiarse si tienen la oportunidad de rediseñar los productos de empresas extranjeras”. Ver: Simon J. Evenett. “El sistema de comercio mundial. El camino por recorrer”. En: Finanzas & Desarrollo. Diciembre de 1999, p.22 [7] Véase: “La gobalización, nueva forma de colonialismo”. En: Tercer Mundo Económico. http://www. tercermundoeconomico.org.uy/TME-134/tendencias01.htm. Consultado en agosto 28 de 2000 [8] Véase, Jorge Beinstein. Escenarios de la crisis global. (BEINSTEIN, 2000) [9] Siguiente con la misma reflexión, los autores señalan: “la aldea global viste, calza, come y sueña las mercancías producidas en una "fábrica global", un universo de relaciones capitalistas de producción cualitativa y cuantitativamente nuevas, que no conoce departamentos estancos y ha recibido de una deidad ignota el mandato de absorber los restantes modos de producción y organización social. Las economías nacionales y los diversos sectores económicos se convierten en talleres de esta fábrica, se "entrelazan" progresivamente y revelan su carácter "complementario". Esta interpenetración favorece la "movilidad de hombres y capitales", con los consecuentes beneficios en términos de "libertad individual"” y como consecuencia de todo esto “la prosperidad y estabilidad del mundo capitalista desarrollado "se derrama" en las economías de los países subdesarrollados que comercian con ellos, con lo cual se confiere un mayor equilibrio al balance económico mundial. La producción y la circulación de la riqueza se libran de las ataduras territoriales y de la soberanía de los Estados nacionales, y un nuevo tipo de soberanía, basada en la "cooperación", la "interdependencia", la "reciprocidad", la "cohesión" y la "solidaridad", renace bajo la forma de la supranacionalidad. La globalización, en fin, fomenta una significativa ampliación del "área de la modernidad" y un aumento de la "sintonía" entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado. Parecería que el imperialismo -ese sujeto al que debíamos y podíamos derrotar- se ha esfumado y, en su lugar, ha aparecido un sujeto nuevo e invulnerable, "la globalización". Se trata, insistamos, de un proceso inexorable; todo intento de resistirse a él u orientarlo en un sentido diferente constituye una quimera. (CERVANTES, 2001). [10] Según Soros, “el desarrollo de una economía global no ha coincidido con el desarrollo de una sociedad global. La unidad básica de la vida política y social sigue siendo el estado-nación. El derecho internacional y las instituciones internacionales en la medida en que existen, carecen de la fuerza necesaria para impedir la guerra o los abusos en gran escala contra los derechos humanos en algunos países. La amenazas ecológicas no se afrontan de forma adecuada. Los mercados financieros globales están fuera de control de las autoridades nacionales o internacionales”(SOROS, 1999: 21-22) [11] En un arranque de filantropía Soros está proponiendo la creación de un “fondo mundial de ayuda a los países pobres”, diferente de los que ofrecen el FMI y el Banco Mundial. Ver: AFP. “Soros propone un fondo mundial para países pobres”. http://www.yupimsn.com/negocios/ leer_articulo.cfm?article_id=34941 .Consultado oct.26 de 2001 [12] Ver: Virgilio Roel Pineda. “El fin espectacular de la época del capitalismo globalizado”. Tomado de la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNMSM. http://200.10.69.98/hemeroteca/RevFac/r11.2.htm .Consultado nov.27/99 [13] En este mismo sentido se manifiesta otro autor, cuando afirma que a finales del siglo XIX “el mundo estaba considerablemente integrado desde el punto de vista económico, gracias a la movilidad del capital, los bienes y las personas. El capital circulaba sin trabas entre países y continentes; el comercio no encontraba grandes obstáculos, aun en países aparentemente proteccionistas, como Estados Unidos y el imperio alemán. Los obstáculos no arancelarios eras escasos, y no había ningún tipo de cuota. Y, sobre todo, las personas se desplazaban libremente. No necesitaban pasaportes. Apenas se discutían cuestiones de ciudadanía. Muchas personas de Asia y Europa dejaron su hogar y se lanzaron en difíciles viajes a través de continentes y océanos, en busca de libertad, seguridad y prosperidad, tres valores estrechamente interrelacionados. Los inmigrantes contribuyeron de manera importante al crecimiento económico de los países que los acogieron. Y en los países de donde habían partido hubo un gran aumento de la productividad al disminuir la población; la migración redujo la pobreza de países como Irlanda y Noruega. Las grandes corrientes de capital, comercio y población estaban vinculadas”.(Harold James. “¿Es reversible la liberalización?” En: Finanzas & Desarrollo / Diciembre de 1999,pp.12-14 [14] En este mismo sentido se expresa Sweezy cuando
afirma que “Globalization is not a condition or a phenomenon: it is a process
that has been going on for a long time, in fact ever since capitalism came into
the world as a viable form of society four or five centuries ago; (dating the
birth of capitalism is an interesting problem but not relevant for present
purposes). What is relevant and important, is to understand that capitalism is
in its innermost essence an expanding system both internally and externally.
Once rooted, it both grows and spreads” (SWEEZY,1997). [15] De acuerdo con los autores, “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal de las naciones, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la producción intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resulta de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal” (MARX, 1983: 31-32). [16] Como señala Cervantes “El contenido real que se expresa, se encubre o se hiperboliza con el término globalización es la metamorfosis del capitalismo monopolista de Estado en capitalismo monopolista transnacional: un proceso de ruptura de las barreras nacionales --economías, fronteras geopolíticas, Estados, códigos jurídicos, culturas e identidades-- que obstaculizan el libre desarrollo de los monopolios transnacionales, en beneficio de una élite burguesa que ha logrado apropiarse de la mayor parte de las riquezas del mundo”(CERVANTES Y OTROS:2001) [17] El caso reciente de Argentina es un prueba irrefutable de lo dañinas que pueden resultar las fórmulas recomendadas por los técnicos del FMI, sino se tiene en cuenta el desarrollo integral de la economía, el cual debe incluir la variable social como uno de sus principales componentes. [18] Un duro golpe a los neoliberales ha sido el otorgamiento del último premio Nóbel de Economía a quienes precisamente cuestionan la eficacia de las fuerzas del mercado en el mantenimiento de un supuesto equilibrio. Véase: Eduardo Sarmiento. “Lecciones del premio Nobel” En: El Espectador, Santafé de Bogotá, octubre 21 de 2001. http://www.elespectador. com/economico/nota4.htm [19] “las barreras arancelarias
de los países ricos son cuatro veces más altas para los países pobres que para
otros países industrializados. Los subsidios agrícolas en el Norte excluyen a
los países pobres de los mercados mundiales y les supone una injusta
competencia en los mercados locales. Mientras que los países ricos mantienen
las barreras sobre los sectores que consideran sensibles, han forzado
liberalizaciones masivas a través de la OMC y de programas de ajuste del Fondo
Monetario Internacional en sectores como el agrario, estratégico desde el punto
de vista del desarrollo. Así, más de una veintena de países africanos se
convirtieron en la década de los noventa en importadores netos de alimentos, lo
que ha puesto en grave riesgo su seguridad alimentaria”. Ver: Ignasi Carreras y
Jordi Barra. “Comercio y pobreza”. En: La Vanguardia Digital. Enero 16 de 2002.
http://www.lavanguardia.es/cgi-bin/noti_print.pl?
dia=16_ 01&link=vb1620a&sec=opi [20] De acuerdo con Reich, “a medida que se acortan las distancias en todo el planeta, a través del progreso en las telecomunicaciones y el transporte, los grupos creativos de una nación están en condiciones de unir sus capacidades con los de otros países, a fin de ofrecer el mayor valor posible a los consumidores de casi todo el mundo. El nexo entre los distintos puntos estratégicos de la red mundial son las computadoras, los aparatos de fax, los satélites, los monitores de alta resolución y los módems, todos los cuales relacionan a los diseñadores, ingenieros, contratistas, concesionarios y vendedores de todo el mundo”(REICH, 1993: 115). [21] “La especialización geográfica del proceso productivo, en el cual intervienen diferentes países y regiones, hace que se camufle cada vez más el origen real de las mercancías; es como si estas no tuviesen nacionalidad. En estas condiciones, la economía mundial es cada vez menos la suma de economías nacionales aisladas, para convertirse en una economía global e interdependiente, lo cual da la impresión de homogeneidad” (ROMERO,1999: 22-23) [22] Ibídem, p.24 [23] Ibídem [24] Véase: Jorge Beinstein. La declinación de la economía global (BEINSTEIN, 1999). [25] Según este autor, “en el siglo XXI la ventaja comparativa determinada por el hombre, con la importancia asignada a las tecnologías de los procesos, será el punto de partida de la competencia económica. Muchas áreas del mundo elaborarán estrategias destinadas a apoderarse de lo que esas regiones perciben como las industrias básicas del futuro”(THUROW, 1992:59) [26] Como señala Daza, “la relación entre el movimiento mundial de divisas y el valor del comercio mundial, que era 3,5 a 1 en 1977, se elevó a 64,1 a 1 en 1995. Hasta el punto que esos movimientos han determinado que las autoridades monetarias de los países en desarrollo, en lugar de diseñar sus políticas cambiarias y fiscales en función de la asignación de recursos en los sectores productivos, las dedican a tratar de sobreaguar en los procelosos mares del sistema financiero global y calmar las “expectativas volátiles de los mercados financieros”, volatilidad en la cual basan sus ganancias los grandes inversionistas”(DAZA, 1999: 11). [27] Como se anota en un informe de la CEPAL “La coexistencia de la globalización financiera con políticas macroeconómicas nacionales, que aún se diseñan en función de intereses y contextos internos, origina no pocas tensiones para los países en desarrollo, que están sujetos a incertidumbres que generan las políticas macroeconómicas adoptadas por los países industrializados, los cuales no “internalizan” adecuadamente sus efectos sobre el resto del mundo y carecen de mecanismos de coordinación para garantizar su coherencia global. A ello se agregan los problemas propios del mercado financiero, en especial la volatilidad y los fenómenos de “contagio”, que han golpeado duramente a los países latinoamericanos y caribeños en la década de 1990”(CEPAL, 2000 a: 47) En este mismo sentido se manifiesta José A. Ocampo, refiriéndose a América Latina: “La volatilidad de los capitales tiende a transmitirse a la actividad productiva. Esto es particularmente cierto en América Latina, donde existe una relación muy fuerte entre crecimiento económico y financiamiento internacional. La razón básica de esta relación es la tendencia de los auges de financiamiento internacional a generar "burbujas especulativas": aumentos rápidos del crédito y del gasto, público y privado, aumentos de los precios de los activos (finca raíz y mercados bursátiles), revaluación de las monedas y deterioro de la cuenta corriente de las balanzas de pagos con el exterior. Estas "burbujas" estallan cuando desaparecen las condiciones excepcionales de financiamiento externo, dando lugar a crisis severas”(OCAMPO, 2001c). [28] De ahí que algunos afirmen que “en la era de la globalización el Estado-nación está en crisis”, la cual “lo empuja a su transformación, acotada como un componente de los procesos de ´reestructuración global` asociados con la emergencia de un capitalismo transnacionalista. Ya no es el Estado-nación modelado como un actor que tiene coherencia y un destino propio dentro de una jerarquía de poder internacional y como resultado de una racionalidad de intereses”(VARGAS H, 2001) [29] En realidad lo que se da es la fuga sistemática de recurso humano calificado, especialmente de los países más pobres, hacia los centros de mayor desarrollo industrial. Como anota Granell “La realidad de las fuerzas de un mercado laboral globalizado no ayuda tampoco a los países mas pobres y vulnerables puesto que la llamada de la competencia llevada a sus últimas consecuencias hace que estas personas bien calificadas sean atraídas por puestos de trabajo bien remunerados sólo disponibles en los países ricos o en países de desarrollo intermedio como Brasil o la India sin que el sistema profesional de los países mas pobres y vulnerables ofrezca suficientes salidas laborales de nivel. La globalización laboral conlleva una fuga de cerebros desde los países mas pobres hacía los países avanzados que si bien encuentra a veces su contrapartida en las remesas que estos emigrantes calificados envían a sus familiares en sus países de origen, en muchas ocasiones no la conlleva por la propensión de tales emigrantes a consolidar su residencia en los países de destino reagrupando sus respectivas familias al amparo de la legislación que lo hace posible en el país de acogida”(GRANELL, 2001) [30] “Las barreras arancelarias de los países ricos son cuatro veces más
altas para los países pobres que para otros países industrializados. Los
subsidios agrícolas en el Norte excluyen a los países pobres de los mercados
mundiales y les supone una injusta competencia en los mercados locales.
Mientras que los países ricos mantienen las barreras sobre los sectores que
consideran sensibles, han forzado liberalizaciones masivas a través de la OMC y
de programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional en sectores como el
agrario, estratégico desde el punto de vista del desarrollo. Así, más de una
veintena de países africanos se convirtieron en la década de los noventa en
importadores netos de alimentos, lo que ha puesto en grave riesgo su seguridad
alimentaria”. Ver: Ignasi Carreras y Jordi Barba. “Comercio y pobreza”. La
Vanguardia Digital. Enero 16 de 2002. http://www.lavanguardia.es [31] Como señala Otto Boye, “Cuando
las fuerzas de la globalización adquirieron tal magnitud que se hacía imposible
negar su realidad, hubo quienes las saludaron como algo inevitable y como una
muestra del progreso de la humanidad ante las cuales la única actitud posible
era adaptarse. La globalización era una especie de nueva mano invisible de
alcance mundial que nos llevaría a todos a la concordia y la modernidad. Si
algo había que hacer era desmantelar los residuos de una época anterior que
significaban resistencias a esas fuerzas, tales como las regulaciones estatales,
y las actitudes que no fueran amistosas con ellas, particularmente con el
predominio omnipresente de las leyes del mercado”(BOYE, 2001). [32] Como anota Cardoso, “la globalización no puede ser sinónimo de
fundamentalismo del mercado. No puede ser sinónimo de capitalismo salvaje de
dimensiones globales”. Ver: Fernando Enrique Cardoso. “La globalización y el
capitalismo salvaje”. En: http:// gentealternativa.galeon.com/tribunaoradores/tribuna145.htm
Consultado diciembre 19 de 2001. [33] De acuerdo
con la CEPAL “En el ámbito tecnológico, como en
el del comercio de bienes y servicios, la globalización de los mercados ofrece
ciertamente, para los países en desarrollo, oportunidades que permiten hoy
diseñar estrategias de crecimiento basadas en las posibilidades que ofrece una
mayor integración con la economía mundial”.( CEPAL, 2000)
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